Nuestra tierra, nuestra cultura y tradiciones; trinomio que se fusiona en un colectivo sentimiento

¡Qué orgullo nuestra tierra! Me siento prodigioso de haber nacido en este terruño, de hechura de historias. Cuando los primeros extranjeros pisaron este suelo, en sus ideales, imaginaron haber llegado al paraíso terrenal, donde no podía estar nadie, excepto, por voluntad del supremo. Nuestra tierra (Venezuela) con nombre de mujer, es uno de los pueblos más jóvenes del globo terráqueo, fructífera y lozana, pero, con una experiencia viva y altiva, cuyo destino está signada por un ideal de progreso, aunque con algunos desvaríos y paréntesis; podemos argüir con satisfacción, que tiene una terca voluntad de avance. Esa es nuestra tierra que no se doblega, ni en los más remotos infortunios. Por tu variedad de relieve, se han dejado alfombras de hemoglobina, sudor y lágrimas que han formado esa amalgama llamada Venezolanidad.

De nuestra cultura Venezolana ¿Qué podemos decir? Para cualquier connacional, es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grados de desarrollo artístico, científico, intelectual, entre otros, que ha venido sucediendo en nuestro corazón Venezolano, con ese palpitante latido que hace sentirnos como tal. Soy del que piensa, que hay que poseer mucha prudencia al no confundir la cultura, sobre todo, la nuestra, con el concepto de transculturación. Este último, no puede convertirse en un elemento sepulturero de nuestra genuina cultura. No podemos darles ¡Vivas! a lo foráneo, a lo extranjero e inhumar nuestros valores culturales; sería como decapitar nuestra identidad. Es mi manera de ver las cosas. No dejemos que el olvido de los nuestro se transforme en un elemento memoricida ¡Cuántas actividades existen que nos dan oxígenos cultural! Evitemos el memoricidio.

Con cierta frecuencia, se escucha decir: "Que en Venezuela están perdiéndose las tradiciones" Argumentos que pienso son inverosímiles, ya que aún perviven en nuestra existencia un conjunto de ideas, valores, modales, objetos, creencias y modos de pensar que nos han dejado, casi inconscientes, nuestros padres, abuelos y gentes del pasado. Ejemplo: Pedir la bendición a nuestros mayores. En otros países este acto no se practica. Un notable pensador del siglo pasado, respecto a la tradición, decía: "Esta materia de la lucha de la tradición y el progreso es de las más arduas y oscuras y es difícil determinar hasta dónde el no conservar todo lo recibido es un mal, y hasta qué punto la embriaguez y el entusiasmo fácil por todo lo nuevo es un bien". Sea, o no sea una contención, o aunque parezca una paradoja, me atrevo a decir que hay que mantener nuestras auténticas tradiciones, aunque nos veamos invadidos por cambios profundos y visibles. El molino puede derrumbarse, pero el viento sigue soplando. Que nuestras costumbres no dejen vislumbrarse por cosas nuevas que sólo hacen ilusionarnos, distorsionando nuestras tradiciones. Así esa cosa llamada progreso esté tocando las puertas de nuestras casas, no permitiremos que entre, cambiando nuestros hábitos y costumbres.

En este pedazo de superficie, donde he conocido la abundancia y la austeridad, he crecido y formado, al vaivén de las dificultades, una familia que se ha extendido hasta darme la oportunidad de ver la luz de mis nietos y nieta. Mi agradecimiento por haber nacido aquí. Esto se convierte en una consagración hasta el último día que el tamborileo de mi corazón deje de sonar. Tierra mía, qué importa si muero pobre o rico en algún recoveco de tu geografía. Sólo me conformo con que mi inerte soma, repose en las entrañas de tus riquezas naturales del suelo y del agua; y que las cenizas de mi osamenta, como hojas secas, se las lleve el viento.



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José García

abogado. Coronel Retirado.

 jjosegarcia5@gmail.com

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