Se encontraron dos personajes en el valle de Caracas. Durante la conversación que sostenían se referían y se disputaban el nombre del magno y majestuoso cerro que tenían de frente. El primero, de originaria y autóctona descendencia, con una partida de nacimiento, de hecho, con la formación geológica y; con nombre indígena de sus primeros pobladores. El otro, venido de tierras extrañas, allende los mares, pretendiendo imponer su hegemonía en estas tierras de nobles y cándidos habitantes. Fue tanto la plática, que resultó este contrapunteo; previamente, apostando quién arrancaría primero. Resultó ganador el invasor que llevaba por nombre de pila Gabriel; y su patronímico: “de Ávila”. Su contendor: Warairarepano.
de Ávila:
¡Qué nombre tan horripilante tienes, cerro!
ahora en adelante, te llamo como yo diga
soy el jefe de estos linderos
y mi cargo así me lo obliga
tus pulmones me pertenecen
desde tus faldas hasta la cima.
Warairarepano:
La cima me pertenece
Waraira es mi nombre de pila
así quieras borrarlo
él tendrá eterna vida
los ancestros así me llamaron
y crecerá mi nombre como espiga.
de Ávila:
Con un decreto te lo borro
soy el alcalde, que nadie me lo prohíba
a tus indígenas someteré
y los haré poner de rodillas
el Rey ya me mandó
las encomiendas en una cuartilla.
Warairarepano:
Esa cuartilla no tiene validez
para la naturaleza de mis Dioses
sólo ustedes con sus indianas leyes
se creen los más poderosos
las deidades ancestrales triunfarán
mi nombre nunca quedará borroso.
de Ávila:
Me encargaré de borrarlo
las generaciones te olvidarán
mencionarán en grande mi apellido
y el tuyo no lo nombrarán
así que date por vencido
dale tu nombre a otro lugar.
Warairarepano:
En este lugar mi nombre permanecerá
no te encolerices por eso
orgulloso siempre lo he de llevar
nombre indígena con mucho peso
no sé por qué te empeñas en odiar
mis raíces forman un árbol grueso.
de Ávila:
Tus raíces las haré desaparecer
no te hagas ilusiones a granel
en este vasto y frondoso territorio
los indígenas sufrirán mortificación
con la horca y el empalado también
mi autoridad va sin contemplación.
Warairarepano:
Tu autoridad es perniciosa
mi nombre es precolombino
ignoro por qué eres tan mezquino
de todo te quieres adueñar
hasta mi nombre auténtico y genuino
te impregna la avaricia, eres de frío calcular.
de Ávila:
Es vacío tu razonamiento
las órdenes del Cabildo hay que obedecer
quédate tranquilo y no rezongues
que la corte a ti te puede caer
olvida ese nombre de indígena
cuando lo nombran, empieza a llover
Warairarepano:
Cuando llueve me vuelvo vigoroso
a Caracas le doy armonía y respiración
la vegetación en mí florece
y mi nombre agarra admiración
Warairarepano me enaltece
me bautizó la aborigen generación.
Después de esa conversación, los interlocutores se separaron, cada cual agarró su camino. Sólo el tiempo y las nuevas generaciones con conciencia histórica o no, sabrán qué nombre colocarle a su cerro amado; montaña que nos regala oxígeno y nos deleita con su hermosura a todos por igual.
(José).
Esta nota ha sido leída aproximadamente 1768 veces.