No perdamos la alegría de batallar

El 23 de enero de 2021, se cumplieron 63 años de la caída de la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez, (1948-1958), luego de su franca y atropellada huida. Una Junta de Gobierno es presidida por Wolfang Larrazábal. Ese mismo año en diciembre se realizaron las primeras elecciones libres, luego de diez años de dictadura militarista. Dictadura que gozaba de todo el apoyo de los Estados Unidos. Un Pacto Político se había cocinado en Nueva York y es reeditado en Venezuela en la casa de Rafael Caldera, cuyo nombre sería tomado de su casa. De esa manera, Acción Democrática, Copei y URD, expresados en Rómulo Bethencourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, arriban a un acuerdo político que pasaría a la historia contemporánea de Venezuela con el nombre del Pacto de Punto Fijo. El gran ausente y excluido, no obstante, su histórica lucha y compromiso con la libertad y la democracia, sería el Partido Comunista de Venezuela, el PCV. Quienes habían girado en torno a las ideas revolucionarias emparentados con aquella primera revolución socialista de 1917, la Bolchevique, ya andaban enrolados en las filas yanquis. Su anticomunismo comenzaba a supurar. Su primera gran acción política fue alinearse con los Estados Unidos de Norteamérica. El imperialismo yanqui ondeaba en las tierras de América Latina, no sólo en términos de imponer dictaduras militares, sino también facilitar a la bienaventurada democracia burguesa.

Aquellos estudiantes de la Generación del 28, que habían luchado contra la dictadura que, durante 27 años, instauró Juan Vicente Gómez, El Bagre, habrían luego de conquistar el poder. Se nuclearon en una organización nueva: el partido político. Asumieron una concepción filosófica-política: Social Demócrata, Social Cristiana y la Marxista-Leninista. Por lo menos, tres partidos políticos asomaban esa posición: AD, COPEI y el PCV. Habría que investigar cuál era la filosofía de Jóvito Villalba y su partido: URD. La condición de Jóvito Villalba es que era el mejor orador de toda esa generación. El implacable tiempo lo colocaría en el sitio indicado: un gigantesco extravío político de bandazo en bandazo, sin el más mínimo rumbo.

Las elecciones de diciembre de 1958 dieron como resultado el triunfo de Acción Democrática, en la figura de Rómulo Betancourt, primera presidencia adeca entre 1959-1964. Bethencourt ejercía por segunda vez la primera magistratura de Venezuela. Su enlace con los Kennedy y con el imperialismo yanqui fue de inmediato. Sin titubeos ni miramientos. Las ideas comunistoides habían quedado en otros tiempos, seguramente en Costa Rica. Lo único que los mismos métodos de tortura de la dictadura quedaron intactos en la recién estrenada democracia representativa. Una herencia represiva había asimilado a los nuevos gobernantes. Una democracia burguesa se instaló en el país y durante 40 años se hicieron elecciones cada cinco años. Una apertura democrática, apenas se iniciaría en el año 1989. La democracia burguesa comenzaría a buscar nuevos nortes, distintos rumbos, noveles opciones. La revolución seguía sus pasos furtivos, entre el temple de la vida y la oniria permanente. Un terremoto social dividiría la historia patria: el 27 de febrero se convertía en la fecha culminante. La historia se partió en dos pedazos. El susto le bajó los pantalones a cuanto mamarracho estaba en el poder.

El problema social tomaría el escenario político y durante las tres primeras décadas de la democracia burguesa, el movimiento estudiantil sería el principal protagonista del conflicto. La gran oposición eran los estudiantes, y particularmente aquellos de la Casa que Vence las Sombras. La batalla social tomó formas de guerrilla, primero rural, luego urbana. Las fuerzas revolucionarias siguieron combatiendo hasta, incluso, la derrota. Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino… y el hecho volvía a repetirse… Pero en la lucha antiimperialista es posible reunir a la inmensa mayoría del pueblo tras metas de liberación que unan el esfuerzo de la clase obrera, los campesinos, los intelectuales honestos y brillantes…La revolución es posible y los pueblos pueden hacerla…

Si bien es cierto que los estudiantes provienen de diversas clases y sectores sociales: son hijos de obreros y obreras, de profesionales universitarias, de burócratas. Hijos de pequeños, medianos y grandes empresarios. Hijos de amas de casa, de campesinos o campesinas; las y los estudiantes en su contexto histórico académico se hacen sensibles al hecho social de las mayorías explotadas y emprender el gesto solidario, el combate permanente y la oniria necesaria. 40 años de democracia burguesa no fueron suficientes para doblegar los sueños revolucionarios. Todavía están presentes aquellos rebeldes que ofrendaron sus vidas ante la persecución, la tortura, la cárcel y las desapariciones. Hay una historia que tiene que ser contada, que tiene que mostrarse en toda su terrible dimensión. La represión permanente, la persecución ordenada, la desaparición forzada, la tortura sistematiza y la vil entrega del país y sus riquezas al imperialismo yanqui. Los pobres del mundo reclaman el concurso de nuestros modestos esfuerzos. La historia del proceso bolivariano resulta necesaria sistematizarla. Es la historia de la dignidad de Venezuela con sus logros y sus errores. La dimensión de una revolución tiene que ser parte del proyecto de vida del pueblo todo. Todavía hay fuerzas morales, compromiso nítido, voluntad de acero, militancia revolucionaria. Hay derecho a cansarse, pero a claudicar. No olvidemos, ni por un instante: entre revolucionario y contrarrevolucionario, no hay término medio. No perdamos la alegranza de luchar, no perdamos la alegranza de batallar.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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