No hay nada tan cerca de la derecha que aquellos que profesan el sectarismo a ultranza en la ultra izquierda; esto no es nada nuevo, la historia política de siempre ha estado repleta de estados de epilepsia militante, generalmente fáciles de infiltrar, estimulados precisamente por las posturas cortoplacistas, sectarias y foquistas.
En el reciente caso del miembro de las FARC de Colombia, deportado y el cual tenia solicitud de captura código rojo por Interpol, no hay nada tan parecido o a una delación o a una trampa con ribetes internacionales. Hagamos un ejercicio aproximado en varias vertientes: en primer lugar, en el caso de que el ciudadano en cuestión estuviese invitado por el gobierno nacional y este no se percataba de la solicitud de búsqueda, que hubiera ocurrido; en segundo lugar: tal como sucedió, que vino a Venezuela sin conocimiento de las autoridades venezolanas, las cuales reaccionaron a nuestra manera de ver de acuerdo al protocolo para estos casos de manera correcta; en tercer lugar: que el gobierno venezolano sin analizar las consecuencias en profundidad decide no deportarlo, lo que evidentemente se habría convertido en un caso de consecuencias indescifrables y de alcance peligroso para la revolución venezolana.
Ahora bien, como señaló el ciudadano presidente, entremos a analizar los hechos, quien lo invitò y que vino a hacer en el país, conocía o no las consecuencias derivadas de la solicitud de Interpol en cuyo caso le ocasionaría un tremendo problema para Venezuela o en ùltima instancia podría formar parte de la trama para afectar al gobierno venezolano, a través de lo que denominamos un peine bien montado, lo que dispararìa el sistema de alarmas en el seno de la fuerza guerrillera, por cierto, no ha dicho nada al respecto.
Creemos realmente que el presidente y su tren ejecutivo actuaron de manera sabia y responsable, impidiendo convertir el asunto en la apertura innecesaria de un problema para el país y sus instituciones.
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