En todos los países del mundo existen gobierno y oposición. Sean dictaduras, monarquías, democracias, autocracias o tribus. Estas “oposiciones” se manifiestan o no, se hacen oír o no. Pero existen con toda seguridad. ¿Cuál es el trabajo de la oposición? Señalar críticas y proponer correctivos a las políticas estadales. Y por supuesto protestar, hacer oír esas críticas, si no son escuchadas.
En Venezuela a la oposición se le tuvo que poner un apellido. Hay una oposición democrática, esa que asume el acto electoral como la vía para alternarse en el poder. Y una antidemocrática, esa que busca el atajo, el método rápido o violento, para sacar al actual Gobierno del poder. Pero hay una característica que las engloba, que las arropa: nada de lo que haga el Gobierno les parece adecuado, oportuno, lógico, justo, sensato ni constitucional…
Es así como tienden a equivocarse, a asumir posturas inentendibles, insensatas o descabelladas. Los ejemplos sobran. Mencionaré los más “protuberantes” de los últimos años, meses, horas. Estafas inmobiliarias: se pusieron de lado de los estafadores, de los que jugaron con el dinero y las esperanzas de miles de familias venezolanas. Matrículas estudiantiles excesivas: se ponen de lado de los dueños de colegios y universidades privadas, defendiendo la usura. Especulación con los precios de los alimentos y generación artificial de abastecimiento: se ponen de lado de los usureros, de quienes juegan con el hambre del pueblo. El Presidente se enferma en Cuba, lo operan y salen a reclamarle que por qué no se atendió aquí y otra ristra de sandeces. Ni me imagino qué hubieran hecho si fueran oposición en Paraguay.
En el caso más reciente llegaron al grado superlativo del paroxismo. Se da una situación de motín en El Rodeo I y II en el estado Miranda y se ponen del lado de los delincuentes, de la gente que mantiene sitiada a una población penal numerosa, sometida a todo tipo de abusos por quienes las autoridades han llamado “líderes negativos” que no son otra cosa que jefes de las mafias carcelarias internas. Están de lado de unos delincuentes responsables de la muerte de 22 personas y de las heridas de otras 55, ayudados por el periodismo basura.
El Gobierno decide intervenir y ¡oh sorpresa!, protestan la intervención. Sí, se sabe que es su “trabajo” criticar. También se sabe que las armas que tienen los presos, muchas de ellas guerra, no llegaron a esos recintos escondidas en las faldas de las mujeres visitantes. Es obvia pues, protuberante también, la responsabilidad de la Guardia Nacional Bolivariana, institución encargada de la custodia de los privados de libertad. Pero es inadmisible que la oposición que nos tocó en suerte haya llegado al dislate de pretender que el Gobierno no retome la autoridad en una cárcel en manos de unos delincuentes. ¿Cómo puede tomarse en serio a una oposición así? Es cansona e irresponsable.
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