Canta, canta, compañero, que tu voz sea disparo.
Quienes militamos con Jorge Rodríguez lo conocimos sin velos mediáticos ni espejismos legendarios. El maestro Jorge era un revolucionario de carne y hueso, de palabra y gesto, de teoría y de acción. Sin poses, sin rebuscamientos teoréticos, no discurría su verbo por encima de los hombros de su auditorio siempre atento, su palabra se mantenía al alcance de los discípulos que éramos, como él, jóvenes comprometidos con la sencillez de la gente común, no nos creíamos por encima del proletariado, no pretendíamos educar al pueblo sino educarnos pueblo nosotros mismos, no enarbolábamos el marxismo como trofeo erudito, ni como blasón de liderazgos hegemónicos; no éramos superiores a nadie, no concebíamos la revolución como suma de poderes individuales, nos jugábamos la muerte en pos del Poder Proletario, el Poder para la Clase; el líder fundamental e histórico que nos comandaba era la fuerza organizada del proletariado, Jorge era sólo el maestro de nuestra escuela de la vida, no le rendíamos culto, no era infalible, no era otro Mesías; era tan mortal que los esbirros tuvieron que asesinarlo lentamente.No nos pretendíamos superiores ni siquiera al letal enemigo que nos acechaba a cada paso, no lo subestimábamos y aún así nos sorprendió la furia asesina de su odio sicario. A Jorge Rodríguez lo lloramos, hombres y mujeres, con el dolor lacerante que la impotencia encaja, pero no tuvimos tiempo para duelos, Alí nos consoló con su canta gallarda, callamos los redobles y aquí estamos, aquí seguimos, Jorge, echando la palabra sin estridencias, sin discursos gritones, sin insultar, sin proferir ni aceptar epítetos gastados, sin pretendernos la primera y la última Cocacola del postmosocialismo.
Aquí estamos, Jorge, aquí seguimos el sendero de tu noble lucha, no importa si parecemos pendejos renunciando a los privilegios con que nos tientan los recién vestidos de rojo-rojito, estamos con Julián Conrado a riesgo de no bastar nuestros intentos, a riesgo de descubrir que le apostamos a una vulgar falacia, que son vapores de nuestro fantasear político, pero si así fuese, aquí seguimos hasta que el cuerpo aguante y más allá, conquistando el socialismo en la pelea diaria contra la burguesía transnacional y sus lacayos criollos del color que sean.
No nos rendimos Julián, para amanecer nos hace falta tu canto de gallo armado con las manos del pueblo. Canta, canta, compañero.