Habíamos dicho en un artículo pasado, que un hombre de Estado nace, no se hace.
Por tanto, no hay cosa más triste que un ignorante o un pendejo, metido a político.
Los vivos, los pasados de listo tampoco sirven como políticos, y el ejemplo más elocuente es el caso de Luis Velásquez Alvaray.
En estos menesteres los vivos y los tontos se tocan.
Un hombre de Estado es producto de una mezcla de cualidades y defectos, de dinamismo, de la capacidad para emprender tareas que a muchos puede llegar a parecer imposible.
Un político debe poseer la osadía para ver mucho más allá de los hombres de su tiempo; debe ser un hombre perseverante en la realización de sus proyectos; poseer una mezcla de astucia y seguridad.
Hombres de Estado han sido Simón Bolívar, José Martí, José de San Martín, Fidel Castro, el Che Guevara, Hugo Chávez Frías. Todos ellos han sido capaces de desplegar sus genios con determinación y carácter en momentos difíciles; de armarse de voluntad para pensar en circunstancias en las que muchos hubiesen entregado las armas. Además hombres capaces de introducir grandes cambios en el sistema político en el que tiempo en que vivieron.
Son hombres en definitiva poseedores de una gran energía, de una voluntad indomable, de una audacia asombrosa, de una prontitud, decisión y visión geniales, y en definitiva carácter y determinación únicos, propios, auténticos.
En una palabra, verdaderos revolucionarios.
Son los hombres que saben leer los signos de su tiempo.
Era un principio de Maquiavelo no mentir cuando se podía conseguir todo diciendo la verdad.
Maquiavelo era pobre en medio de los grandes burgueses florentinos de su tiempo; era un hombre humil y sencillo con aspecto de menesteroso; se veía obligado mendigar algunos ducados para no verse privado del todo, para vivir. Su sueldo era escaso y cuando se encontraba en misión en el extranjero, a veces el gobierno se olvidaba de su paga, porque su placer era servir a su país con dignidad y fortaleza.
Decía: "lo módico de mi sueldo, los gastos que me veo obligado a hacer, la poca esperanza que tengo de recibir nuevas ayudas, me pone en serias dificultades". Siempre en dificultades, siempre en sus cartas aquellas quejas de empleado indigente, aquellas lamentaciones de un hombre al que se han encargado las negociaciones más importantes y al que atormentan las preocupaciones más vulgares y ridículas.
Uno de los grandes defectos de los políticos de partido en Venezuela ha sido el uso de la mentira, y abuso que hacen de los dineros públicos. Y entre los más grandes mentirosos y abusadores del erario público del siglo XX fueron Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera. Carlos Andrés Pérez parecía un andaluz en eso de no saber cómo no mentir, y un capo siciliano en eso de robar.
Maquiavelo era un artista para los matices los cuales fue afinando en el transcurso de sus estudios de política. Y sabía mantener en sus negociaciones sobre todo la honestidad porque la habilidad mentirosa suele conducir al descalabro.
El verdadero diplomático es el que inspira confianza y práctica la lealtad y la franqueza.
Situaba Maquiavelo en primer plano la honestidad en su accione, que no tenían nada que ver con la impostura y la astucia.
La gran política no tiene nada que ver con las mentiras groseras.
Por otro lado para Maquiavelo la verdad se presentaba de mil maneras diferentes; la manera misma que uno tenía de vestirse le daba significados diferentes; más aún que hacer pasar una mentira pura verdad estaba en hacer creer al interlocutor que se mentía en el momento mismo en que se era sincero.
Los torpes no deben arriesgarse a semejante juego. En la corte de Francia apreciaban a Maquiavelo por la manera modesta que tenía de presentarse. Sabía escuchar, lo que era un gran mérito. Siempre tenía una anécdota sacada de los antiguos o de los contemporáneos. Su inteligencia era brillante y lo hacía irresistible. Una curiosa seducción manaba de aquel hombre endeble, sincero y menudo. Y sin embargo no buscaba alagar a nadie.
Era demasiado agudo y cultivado para ignorar que cada pueblo tiene sus defectos y sus cualidades.
Hay imbéciles que creen que el maquiavelismo es un sistema de la duplicidad y la mentira, una reacción natural de defensa, una religión, un tratado de la autoridad sin valor alguno.
Sólo los genios entienden a Maquiavelo.
Lo entendieron Napoleón, Descartes, Bolívar.
Juan como Rousseau decía Maquiavelo había sido un hombre honesto y un buen ciudadano.
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