El crimen abominable perpetrado en la ciudad de Guanare contra un infante de apenas cinco años de edad ha puesto en evidencia el grado de descomposición social que acusa la sociedad venezolana, no obstante existir leyes, un nuevo modelo educativo y cambios en el orden político, social y económico que debieran incidir -de una u otra forma- en la adopción de valores y patrones de conducta que nos permitan hablar de humanidad. Tal crimen nos permite insistir en los cambios estructurales que deben producirse a lo interno de la sociedad, puesto que no basta con mejorar las condiciones socioeconómicas de la población si éstas no son acompañadas por un proceso de formación de nuevos valores que vayan sustituyendo los antivalores existentes, gran parte de los cuales han sido inculcados por los intereses generados por el modelo capitalista.
Esto nos enfrenta a la anomia que fue fermentándose en la sociedad, desde las altas cúpulas del poder (económico y político) hasta los sectores populares marginados, sin normas que limiten los comportamientos antisociales de algunos individuos, a pesar del repudio general que los mismos puedan merecer, resultando entonces en desviaciones que han afectado el conjunto social, imponiendo -por inercia hecha costumbre- que tales individuos sean imitados y, en algunos casos, glorificados, como ocurre con ciertos delincuentes asesinados convertidos en objeto de culto. En este caso, los valores familiares se han distendido hasta el punto que ninguno de los miembros de una familia se hace responsable de los otros, extendiéndose tal conducta a la comunidad donde se vive, sin que haya una solidaridad orgánica entre sus componentes. Y ello no puede, simplemente, endilgársele a las clases bajas, ya que -con alguna diferencia de estilo- también se halla presente en las clases altas, con un total desprecio por la vida de los demás.
Así, lo ocurrido en la capital de Portuguesa, unido a la reacción indignada de sus habitantes en reclamo por la más severa aplicación de la justicia a quienes resulten responsables de este asesinato, debe alertarnos a todos los venezolanos respecto a la situación de impunidad, ilegalidad, corrupción política, evasión de responsabilidades cívicas y falta de compromiso que se ha ido extendiendo desde hace décadas, sin una fórmula eficaz para impedirlo en función del bienestar colectivo. Esta disfuncionalidad no requiere de más leyes o códigos que repriman las perversiones de algunos grupos e individuos. Hace falta un rescate de la ética y de la moral por parte de todos, en concordancia con el interés particular de cada uno, pero sin que ello signifique perjudicar el de toda la comunidad, asumiendo en consecuencia el compromiso de reorientar la sociedad por senderos que impidan hechos similares al ocurrido en Guanare, permitiéndoles a los ciudadanos un clima de libertad, seguridad, paz y fraternidad como siempre lo ha aspirado la humanidad desde su época más remota.-
*Maestro ambulante.