My Lai: en recuerdo de aquella otra gran masacre de inocentes

Hace 44 años, decenas de soldados yankis asesinaron, a sangre fría, en varias aldeas de Vietnam, a cientos de niños, mujeres y ancianos, y hace una semana, soldados yankis asesinaron a nueve niños en el sur de Afganistán. Tal vez la matanza de niños sea un deporte del Imperio… como el boxeo.                   Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.   

(NOTA: había escrito para hoy La Fosa de Cartagena, pero esta mañana me di cuenta que es 16 de marzo y no hubiera estado bien de mi parte, como enemigo del imperialismo y la guerra, no haber dedicado este día al recuerdo de una de las más terribles masacres de niños, mujeres y ancianos posteriores a la guerra mundial, la del área de Son My, Vietnam, en la que se hallaba la aldea My Lai, aquel 16 de marzo de 1968. Sin tiempo ya para escribir un artículo sobre este tema, permítanme que reproduzca varios párrafos de uno que apareció, hace algún tiempo, en la red (*) Todo lo que dice ese escrito concuerda, en lo esencial, con lo que he leído sobre aquella masacre. Comencemos, ahora, con un resumen, escrito por mí, sobre la matanza de mujeres y niños en Afganistán, el domingo pasado, perpetrada por varios soldados yankis, como la de hace 44 años, no por un solo soldado --“a lone assassin”, casi casi como Oswald--, como quiere el Imperio que se crea)

1-. UNA MÁS Y YA SON MIL

Hace menos de una semana, el pasado domingo día 11, a eso de las tres de la madrugada, hora local, nueve niños, cuatro mujeres y tres hombres, fueron asesinados, a sangre fría, mientras dormían en sus humildes viviendas de las aldeas Balandi y Alkozaid, a dos kilómetros de distancia una de otra, en la región Panjwai, en el sur de Afganistán.

No habían pasado tres horas, cuando un vocero de las fuerzas de ocupación dijo que el hecho había sido perpetrado por un solo soldado estadounidense, que había regresado a su base de la OTAN, con los brazos en alto, después de entregar su arma, y se halla en poder de sus custodios.

El campesino Samad Khan estaba en otra aldea cuando ocurrió la masacre y, al regresar a Balandi, se encontró que habían sido asesinados los once miembros de su familia y sus cuerpos habían sido quemados. En Alkozaid fueron asesinados, además, seis miembros de dos familias y sus cuerpos fueron quemados también. Todo sucedió, según se ha dicho, en unos diez minutos, que fue el tiempo en que los vecinos oyeron los disparos, despertándose muchos de ellos.

La pregunta que muchas personas se hacen es la siguiente: ¡¿Cómo rayos y centellas y relámpagos pudo un solo soldado sólo con un fusil, asesinar a tantas personas y quemar sus cadáveres, en diez minutos, en aldeas que están a dos kilómetros de distancia?!

El legislador Abdul Rahum Ayubi, de Kandahar, dijo que es imposible que un solo soldado, en tan poco tiempo, pueda asesinar a dieciséis personas y quemar sus cadáveres en viviendas de aldeas separadas. 

Bismullah Afghanmal, miembro del Parlamento, dijo que las versiones que recibió de los pobladores indicaban que los disparos que escucharon en la madrugada del domingo procedían de varias direcciones.

La deducción lógica que se saca de esto es parecida a la de My Lai, a pesar de la gran diferencia en el número de víctimas: varios soldados entraron en viviendas de dos aldeas y asesinaron a sus ocupantes para aterrorizar a los combatientes talibanes en una zona que siempre ha sido dominada por ellos, pues de allí procede el Mullah Omar y en una de esas aldeas fue en la que fundó su primera escuela de culto musulmán y predicó en ella por varios años. Lo hicieron, además, como represalia por los recientes ataques mortales que se han hecho contra las tropas de ocupación, algunos de ellos realizados por miembros de las fuerzas armadas nacionales de Afganistán, como protesta por la quema de cientos de copias de El Corán, realizada por soldados yankis. Así como My Lai fue una venganza contra el Vietcong, esta masacre de Afganistán es una venganza contra los talibanes.

Esta inmensa cobardía monstruosa de asesinar niños, algunos de pocos meses de nacidos, lejos de ser nueva en el Imperio, existe aun desde antes de que este país fuese independiente, cuando luchaba contra el Imperio Británico para convertirse en un nuevo imperio que sería mil veces más brutal que aquél.

En esa guerra, las tribus que pertenecían a la Confederación Iroquesa se habían unido a Inglaterra porque el viejo imperio les daba garantías, a través de un Compromiso Real, firmado por el monarca, de que se les respetaría vida, libertad y tierras. Los independentistas no le daban ninguna garantía y eso se comprobó años después cuando el nuevo imperio los fue despojando de todas sus tierras hasta dejarlos sin ninguna y los asesinó por decenas de miles.

En el verano de 1779, cientos de soldados continentales que luchaban por la independencia, a las órdenes de los generales John Sullivan y George Clinton, irrumpieron en las aldeas iroquesas en el Estado de Nueva York y asesinaron a cientos de niños y mujeres. Entraban a sus chozas de noche y madrugada, mientras dormían, y los mataban a tiros o atravesándolos con bayonetas, incluyendo a niños de meses … exactamente igual que My Lai y que en Afganistan hace seis días y que en muchos otros lugares y épocas.

¿Fue culpable de esta nueva matanza del domingo el soldado solitario al que su gobierno acusa de la masacre, o los varios soldados que participaron en ella, según los testigos personales de la masacre?

Sí, lo fueron, pero en sentido menor. El culpable principal es Barack Obama que traicionó al pueblo de Estados Unidos cuando le prometió en la campaña electoral que terminaría con las guerras y lo que hizo fue mantener la de Irak, empeorar la de Afganistán, iniciar las de Pakistán y Libia, y amenazar ahora a los pueblos de Siria e Irán. Si Obama no hubiera traicionado al pueblo, esta nueva masacre no hubiera sucedido. Sobre él recae toda esta sangre.

2-. LA MASACRE DE MY LAI (*)

La mañana del 16 de marzo de 1968, tres compañías de la Oncena Brigada de Infantería iniciaron una operación de búsqueda y destrucción en el área de Son My  El objetivo de la Compañía C de la Brigada era el 48º Batallón del Vietcong, que según los servicios de inteligencia tenía su base en una aldea conocida en los mapas militares estadounidenses con el nombre de My Lai-4. Los norteamericanos comenzaron lanzando un ataque de helicópteros.

No encontraron resistencia en la zona de aterrizaje y el capitán Ernest L. Medina envió a la Sección Primera de la Compañía C a la zona. Al ver la llegada de norteamericanos algunos aldeanos comenzaron a correr y fueron abatidos a tiros. La Sección Segunda arrasó la mitad norte de My Lai-4, arrojando granadas dentro de las chozas y matando a todos los que salieran de ellas.

Media hora después, Medina envió a la 2ª sección al poblado de Bihn Tay, en el que capturaron entre 10 y 20 mujeres y niños y los asesinaron.

Mientras tanto, la Primera Sección, bajo las órdenes del teniente William L. Calley Jr., arrasó la zona sur de My Lai-4, disparándole a todo el que intentaba escapar, asesinando a otros con bayonetas, matando al ganado y destruyendo los cultivos y las casas. Los sobrevivientes fueron apiñados dentro de una acequia de desagüe. En ese momento, el teniente Calley abrió fuego contra los indefensos aldeanos y ordenó a sus hombres que hicieran lo mismo. Descargaron una lluvia de balas sobre aquellas personas hasta que todos los cuerpos quedaron  inmóviles. Un niño de meses salió gateando de entre los cuerpos, llorando. Calley le disparó a la cabeza.

Media hora más tarde, la 3ª sección de la Compañía C entró en acción para terminar de liquidar al “enemigo”. Mataron a los aldeanos heridos, quemaron sus casas, dispararon sobre el ganado que aún quedaba vivo y sobre cualquiera que intentara escapar; luego reunieron a un grupo de mujeres y niños y los acribillaron.

Una mujer había recibido tantas ráfagas que sus huesos habían saltado en astillas. Otra mujer fue muerta a tiros y su bebé destrozado con un M16, mientras otro bebé era atravesado con bayoneta. Un soldado que acababa de violar a una joven, le metió el cañón de su M16 en la vagina y apretó el gatillo. Un anciano fue arrojado a un pozo con una granada: tenía dos opciones, ahogarse o saltar por los aires. Un niño que escapaba de la masacre fue derribado de un disparo. El suboficial Hugh C. Thompson, piloto de un helicóptero de observación, comenzó a lanzar granadas fumígenas para que pudiera localizarse a los heridos civiles y evacuarlos. Entonces vio que sus compañeros en tierra se guiaban por el humo para llegar hasta los heridos y rematarlos.

En total, murieron unas 347 personas, todas ellas ancianos, mujeres y niños. El capitán Medina informó que habían contado 90 cuerpos del Vietcong y ninguno de civiles. El oficial de prensa de la división anunció que se había dado muerte a 128 enemigos, detenido a 13 sospechosos ¡y capturado 3 armas!

La masacre se conoció en el mundo unos meses después porque dos periodistas, el fotógrafo Ronald Haeberle y el periodista del Ejercito Jay Roberts, habían sido asignados a la unidad de Calley y fueron testigos de la masacre.

Las noticias se fueron divulgando gradualmente. Los hombres de la Compañía C pregonaban orgullosos su victoria en My Lai. Los Vietcong distribuyeron panfletos denunciando aquella atrocidad y el Ejército investigó con indiferencia los rumores de la masacre, que se habían extendido a través de toda la cadena de mando, pero se decidió que no había fundamentos suficientes para una investigación.

El artillero de helicóptero Ronald Ridenhour oyó también los rumores de la masacre y se interesó por el caso. Reunió a algunos miembros de la Compañía C, entre los que se encontraba el objetor más destacado de aquella atrocidad, Michael Bernhardt. A medida que llegaban los informes, la euforia inicial se fue diluyendo y muchos de los que tomaron parte en la masacre comenzaron a preguntarse cómo podrían vivir con lo que habían hecho cuando volvieran al "mundo". Sabían que no podían tomar ninguna medida sin provocar que se les acusara de asesinato, pero deseaban hablar con Ridenhour.

Ridenhour reunió las declaraciones, aunque estaba seguro que si las presentaba al Ejército se volvería a realizar una investigación superficial y, otra vez, todo quedaría encubierto. No obstante, cuando volvió a su casa después de su periodo de servicio, se dio cuenta que le era imposible olvidar todo lo que había oído. Así que escribió una carta describiendo los testimonios que había reunido y envió 30 copias a los políticos más importantes.

El congresista Morris Udall, de Arizona, presionó al Ejército para que enviara un equipo de investigación a entrevistarse con Ridenhour. Seis meses más tarde y dieciocho meses después de la masacre, Calley fue acusado de asesinato.

A) Una bestia no tan bestial como el Imperio

Calley era un tasador de seguros de San Francisco que se dirigía a su Miami natal, donde había sido alistado, cuando se quedó sin dinero en Albuquerque y decidió enrolarse allí mismo.

Recibió la instrucción básica en Fort Bliss (Texas), fue a la escuela de administración en Fort Lewis (Washington) y luego a la escuela de oficiales en Fort Benning (Georgia), donde hizo muy poco que les distinguiera. Se graduó sin saber leer correctamente un mapa. Antes de partir, le pidieron que pronunciara un discurso de tres minutos sobre "Vietnam, nuestro anfitrión". Su breve disertación fue muy confusa.

No le bastó esa deficiente instrucción para enfrentarse a aquel vacío moral llamado Vietnam. Se encontró que no era capaz de controlar a sus propios hombres ni de resistir la creciente presión de sus superiores para los recuentos de victimas.  
 
El problema era que ni él ni sus hombres conseguían encontrar ningún Vietcong. Calley dijo que una prostituta con la que tenía relaciones mostraba tendencias comunistas y eso le preocupaba: "¿Debía matarla?". Pero luego, en el campo de batalla, no había encontrado ninguno. Su ineptitud durante las emboscadas era tal que alertaba al enemigo a varios kilómetros de distancia.

Calley había visto a soldados norteamericanos que mataban a civiles para probar su puntería o sólo por divertirse. Había oído hablar de helicópteros que se alquilaban para realizar cacerías humanas, y de soldados aburridos que iban a "cazar ardillas", o sea seres humanos, en zonas civiles. Había visto a soldados norteamericanos que se disparaban sin ninguna razón y sabía que se lanzaban granadas lacrimógenas en los dormitorios de los oficiales.

A pesar de toda esa violencia gratuita, Calley sabía que tenía una misión que cumplir. El gobierno de Estados Unidos le había enviado a Vietnam con una razón: detener el comunismo, al menos eso es lo que él creía. No sabía que era el comunismo, sólo sabía que era algo malo.

--Yo veo a los comunistas de la misma forma que los sureños ven a los negros --, dijo en una entrevista, unos años después del crimen--. El haber matado a aquella gente en My Lai no me obsesiona en absoluto. No lo hice por el placer de matar, sino para acabar con el comunismo.

De cualquier modo, lo que él había hecho ¿era acaso peor que arrojar bombas de 400 Kg. o freírlos con Napalm? Las bombas atómicas e incendiarias habían matado a cientos de miles de mujeres y niños. ¿Por qué estaban armando tanto alboroto? –se preguntaba Calley--. Él no había actuado peor que el general Sherman en su marcha hacia el mar durante la Guerra Civil.

--La única forma de acabar con la Guerra de Vietnam --dijo también Calley en aquella entrevista-- es poner a todos esos monos amarillos en botes y enviarlos a mar abierto, matar a todos los vietnamitas del norte… y luego hundir los botes.

B) El juicio

El juicio de Calley dividió  al país en dos. Los que estaban a favor de la guerra decían que había cumplido su deber. Los que estaban en contra afirmaban que Calley no era más que un chivo expiatorio, puesto que masacres como la de My Lai ocurrían todos los días, y que eran Jonhson, McNamara y Westmoreland, y, después, Nixon y Kissinger quienes debían sentarse en el banquillo.

El jurado salió de la sala el 16 de marzo de 1971 el día del tercer aniversario de la masacre, y estuvo deliberando durante dos semanas. Lo declararon culpable de asesinato de un mínimo de 22 civiles. Fue sentenciado a cadena perpetua y trabajos forzados. Más tarde la pena se redujo a 20 y luego a 10 años. Finalmente, Nixon lo perdonó y fue liberado el 19 de noviembre de 1974, después de tres años y medio de arresto domiciliario: menos de dos meses por cada uno de los asesinatos por los que fue declarado culpable y menos de cuatro días por cada uno de los civiles asesinados.

 
Calley está convencido, hoy, que cumplió con su deber ante Dios y el país; que fue en la guerra valiente, leal, atento, servicial, obediente, limpio y respetuoso… pero allí estaban los 347 civiles asesinados en Son My y más de cien cadáveres dentro de una acequia de My Lai y uno de ellos era de un niño de meses que había tratado de salir gateando de la carnicería, pero él lo evitó disparándole a la cabeza.

carlos.rivero@att.net

(*) Varios párrafos del artículo anónimo aparecido en el sitioweb argentino Taringa!)

 



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Carlos Rivero Collado


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