El caso Aponte Aponte ha devenido en una película de factura gringa con todos los ingredientes: corrupción, narcotráfico, destitución, huidas, acusaciones y cantando para la DEA. Con razón The Huffington Post (19-04) califica el caso como “La asombrosa historia de un juez venezolano”.
La remoción. El 20 marzo, Aponte Aponte expresidente de la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela fue destituido, por su presunta relación con un sospechoso de narcotráfico, Walid Makled.
El fugitivo. Trece días después aparece en Costa Rica, según informan las autoridades, en calidad de turista.
Coincidencias ¿azarosas?: Alcalá y Rangel Silva ya habían sido incluidos en la lista elaborada por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro por sus presuntos vínculos con el narcotráfico y organizaciones terroristas.
Máxima noticiabilidad: Aponte Aponte adquiere un gran valor periodístico y se convierte en hecho noticioso por excelencia en medios venezolanos, dada la investidura de la fuente informativa, la espectacularidad y el interés morboso que despierta; las figuras a las que puede afectar (Chávez y altos personeros) y posibles consecuencias político-electorales.
Héroe o villano: los medios, según su posición política, nos cuentan dos versiones de la película. Héroe que denuncia la corrupción en la justicia, los manejos y manipulaciones del presidente, altos oficiales y personeros. Villano fugitivo de la misma justicia claramente relacionado con traficantes de drogas. Unos Estados Unidos adalides de la libertad y la justicia o, por el contrario, un país santuario de traficantes de drogas, corruptos, traidores y terroristas.