En su afán de provocación permanente el apátrida y agente del imperio norteamericano Leopoldo López fue al estado Apure en plan de guapo de barrio, en compañía de sicarios, mercenarios y esbirros y se dio a la tarea de derribar la estatua que erigió el pueblo revolucionario en homenaje al querido camarada comandante Fidel Castro Ruz.
Jactándose del bárbaro acto de vandalismo y de abierta provocación, el fascista escribió en su Facebook que: “Estuvimos recorriendo el Amparo, a escasos metros del la frontera con Colombia, durante este breve pero significativo recorrido, hicimos un acto de recuperación de soberanía, junto al pueblo del amparo donde quedo destruida una estatua de Marulanda, enemigo de la paz tanto de Colombia como de Venezuela. Este pueblo no se arrodilla y jamás dejará de luchar por su soberanía”.
A confesión de parte, relevo de pruebas. ¿Y dónde fue que estuvo López en una población a la que nunca había ido a cometer un acto bárbaro?
El lugar hollado por la planta infame de Leopoldo López y sus sicarios y mercenarios se conoce desde el año 2008 como “la Plaza de la Revolución”. El en lugar fueron construidas 4 estatuas que expresaban el sentimiento revolucionario del pueblo apureño y venezolano: Simón Bolívar, una de Hugo Chávez, una del líder cubano Fidel Castro y una del guerrillero heroico Ernesto “Che” Guevara. Las fotos de la base del monumento permiten determinar que la estatua destruida era la que correspondía al líder revolucionario cubano Fidel Castro. ¿Adónde se llevó López la estatua derribada y robada? Ah, allí no estaba ninguna estatua del comandante Marulanda, nombre de un gran guerrillero colombiano con el que el mismo López manipuló y desinformó en su enfermizo xenofobia anti colombiana y anti cubana pensando que no se iba a detectar que destruyó deliberadamente la estatua del comandante Fidel Castro?
¿No sabe el fascista que físicamente Marulanda no se parece en nada a Fidel Castro?
Obviamente que sí, él es estúpido pero no tanto como para no ver la diferencia entre ambos líderes. Uno, Manuel Marulanda, jefe indiscutido de las insurgentes guerrillas de las Farc, fallecido hace pocos años. El otro, el invencible comandante Fidel Castro, líder indiscutible de la Revolución Cubana. Pero, además, en la tarja que lleva la estatua está la clara alusión al comandante Fidel. A sus lados está la bandera de Cuba, en otro el mapa de América que creó la Revolución con Chávez insurgente.
Evidentemente ese bárbaro acto, xenófobo, de un burdo chovinismo anti cubano se hace para atacar a la hermana y solidaria República de Cuba, aliada fundamental de nuestra Revolución. Acto cobarde de un sujeto que hace mucho rato está arrodillado ante los gobernantes norteamericanos de los cuales recibe instrucciones y líneas políticas, además de los dólares que cambia en el mercado negro a 50 bolívares para pagar a los malandros que lo acompañan.
¿Por qué fue tan lejos este delincuente, autor intelectual, junto con Capriletti, de los crímenes y la violencia después de las elecciones del 14 de abril, que dirigió militarmente a las bandas que pretendieron una insurrección esos días?
Él en sí mismo, al igual que sus compinches del fascismo amarillo, es miedoso, cobarde, culillúo, como se dice en el argot popular. Él manda otros a hacer el trabajo sucio, vil como los grupos de pichones de fascistas de javu que queman la bandera cubana en sus guarimbas y eventos bochincheros como supremo acto de provocación. El objetivo es claro, primero pretender amedrentar a los hermanos y camaradas cubanos que prestan su solidaridad, amor, saberes, conocimientos a nuestro pueblo en diferentes Misiones Sociales. Segundo, buscar inocular el bajo sentimiento a nuestro pueblo del rechazo a Cuba, a la Revolución Cubana, o sea, tratar de llegar a que se desate un chovinismo violento, un patrioterismo barato, xenofobia en la que reiteradamente han fracasado, atacando como lo hicieron los días posteriores a las elecciones de abril, cuando pretendieron impedir que Maduro llegara al poder una vez que ganó las elecciones. Incendio de las clínicas CDI donde trabajan los médicos y médicas cubanas no sólo por las órdenes piromaníacas, incendiarias y terroristas que dieron Capriletti y López el 15 de abril y días posteriores sino también después que esa basura caga tinta, conspiradora de Nelson Bocaranda llamó al vandalismo y al terrorismo a través de su twitter por las redes sociales con la mentira que en un CDI del estado Zulia se estaban escondiendo urnas con votos de centros de votación cercanos.
La balandronada de Leopoldo López de derribar la estatua, acto terrorista evidentemente preparado de antemano en comandita con algún fascista de la Mud que pueda quedar por aquellos lejanos lugares, demuestra evidentemente la cobardía de este tipejo que no se cansa de provocar, pensando que es inmune, intocable, hijo de papá y mamá que un día le dieron el dinero robado a Pdvsa para que formara junto a otros dementes una franquicia que le pusieron por nombre primero justicia, sostenida después por la CIA yanqui, la Fundación ‘Konrad Adenauer’ para desde allí hacerle todo el daño posible a Venezuela, al gobierno revolucionario, al Comandante Hugo Chávez y ahora, al de Maduro, siempre siguiendo, claro, las instrucciones de la CIA y del gobierno norteamericano, que ha llevado ese partido al borde de la ilegalización.
Sólo por notitia críminis el Ministerio Público debería intervenir en este delicado y grave caso y someter a investigación a Leopoldo López, conspirador convicto y confeso de vieja data, inhabilitado por corrupto para el ejercicio de cargos públicos de libre elección popular por la Contraloría General de la República, terrorista, incitador permanente al golpe de Estado, a la desobediencia civil, a la insurrección, violador de la Constitución y de decenas de leyes. Este vagabundo acaba de cometer un delito a plena luz del día, destruir un bien público, la estatua de un gran hombre americano, Fidel Castro, líder de una nación con la que Venezuela tiene excelentes relaciones diplomáticas y de todo género.
Solazándose por su ruin acto, por esa canallada se montó sobre el pedestal, se tomó fotos con unos cuantos niños y adolescentes que veían extrañados aquella loquera. Fue allá, en el Amparo, Apure, en la frontera con Colombia, es igual a que hubiese sido aquí en Caracas, en Maracaibo o Barquisimeto, la maldad y el daño son los mismos.
El presidente Maduro ha dicho varias veces en estos días que hay una celda en la cárcel de Tocuyito o Tocorón esperando a este sórdido personaje. ¿Qué espera el gobierno para actuar, la Fiscalía General de la República? ¿Van a seguir estirando la cuerda y que la impunidad se imponga, que se ría del gobierno, del Presidente Maduro y de nosotros los revolucionarios?
¡Ya está bueno carajo, Leopoldo López debe ir preso ya!