Diecisiete años después de la insurgencia popular del Caracazo, la revelación más concluyente en cuanto a la nueva realidad que vive Venezuela es que aún se mantiene un auge de masas espontáneo que, sin más direccionalidad que la producida por Hugo Chávez desde la presidencia, busca expresarse de distintas maneras, pero sin apuntar, con la precisión de un francotirador, al objetivo fundamental de cualquier lucha revolucionaria: la conquista del poder y la transformación radical de la sociedad. Si unimos aquella rebelión social con lo acaecido el 13 de abril de 2002 –pasando por las del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, protagonizadas ambas por grupos de militares y de civiles vinculados a la guerrilla izquierdista de la década de los 60 y de los 70- se podría afirmar que la lucha del pueblo venezolano ha tenido sus manifestaciones contundentes en la escalada por la conquista de mayores espacios protagónicos, aunque carente de un contenido ideológico mejor
definido; es decir, sin que se perfile una manera completamente distinta de ejercer la democracia.
Sin embargo, en descargo de la situación planteada, hay que reconocer que esta lucha, todavía en curso, adquiere nuevas dimensiones, nuevos contenidos y nuevos actores sociales que hacen presagiar una realidad nacional completamente diferente, plena de posibilidades democráticas, inexistentes en el pasado, las cuales apenas comienzan a aflorar con toda su carga subversiva. Algo que no ha sido fácil, a pesar de la impresión común contraria. Haberse atrevido a superar, tal vez inconsciente, pero decididamente, el país dividido entre unos pocos privilegiados que hacían gala groseramente de sus riquezas y de su poder, y el resto de la nación, ahogado en miseria y necesidades diarias que contribuían a mantener intacto el orden imperante, al no tener conciencia clara de cuáles eran sus causas; constituyó el cumplimiento de una vieja aspiración revolucionaria. Quienes quisieron lograrlo desde la “izquierda”, se enfrascaron en una pelea por disfrutar de las migajas que caían del
banquete puntofijista, quizás desilusionados por la derrota de la lucha armada a manos del sistema o por la escasa receptividad de las masas a la prédica “incomprensible” de la lucha de clases. No obstante, en el ánimo de la gente y de ciertos revolucionarios (algunos, en abierta penetración y captación de las Fuerzas Armadas) existió la convicción de que algo cambiaría la situación interna del país.
Desde el PRV-Ruptura (Partido de la Revolución Venezolana), comandado por Douglas Bravo y Francisco Prada, entre otros, se anticipó un gran malestar en el pueblo venezolano, originado por el vuelco que sufriría la economía nacional ante la imposibilidad de continuar con el despilfarro populista y la aplicación en camino de medidas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto representaría el punto crítico esperado y la oportunidad de producir la ruptura creadora para la toma del poder. En caso de que tal oportunidad se perdiera, quedaba pendiente la opción militar, dado que se venían nucleando oficiales y suboficiales comprometidos, los cuales tendrían mando de tropas a partir de 1992 e impulsarían, entonces, la rebelión cívico-militar. Aún así, la insurgencia popular del 27 de febrero (la primera en su clase en contra de las imposiciones de la globalización económica) fue reprimida a sangre y fuego, con un saldo numeroso de civiles asesinados a mansalva, incluidos niños por las tropas y cuerpos de seguridad del régimen de turno, haciendo uso de las enseñanzas recibidas en la tenebrosa Escuela de las Américas, bajo el patrocinio del gobierno de Estados Unidos. Este aparente retroceso en el combate, le hizo comprender a los sectores populares hasta qué punto la clase gobernante estaba dispuesta a defender sus feudos particulares en nombre de la democracia, al mismo que los preparó subjetivamente para asumir el reto de transformar efectivamente al país. Por eso, el 27 de febrero es uno de los hitos más importantes de la lucha por la liberación nacional escenificados en Venezuela, ya que contribuyó a desvanecer el espejismo “democrático” en el cual permanecieron sumidos por espacio de cuarenta años.-
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
¡¡¡REBELDE y REVOLUCIONARIO SIEMPRE!!!