La trata de personas es considerada la décima primera economía más grande del mundo. Se emparenta con el narcotráfico. La ONU estima 12 millones de víctimas sexuales y la OIT registra 21 millones de seres sometidos a trabajos forzosos y explotación laboral entre mujeres, niños y hombres. Las ganancias de estas trasnacionales del crimen se perfilan en aproximadamente 32.000 millones de dólares al año, de los cuales 12.000 millones se obtienen sólo en América Latina y el Caribe, entre países de origen, de tránsito y de destino; constituyéndose los Estados Unidos en una de las bases principales de tales operaciones, según revelan Intercommunity Peace & Justice Center (IPJC), el Programa de Justicia para Inmigrantes del Southern Poverty Law Center, la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE), la International Crisis Group, además de datos facilitados por Interpol y Europol, que dan cuenta de más de 10.000 niños desaparecidos sólo durante 2016. Se estima que el 70% de las víctimas son menores de edad forzadas a prostituirse, consumir drogas, pagar deudas impuestas y mendigar. El proceso de captación y engaño encubre ofertas de empleo para masajes, pasarela, modas, cuidados de enfermos, trabajos en fábricas y oficios domésticos, entre otros artificios. Sólo en Europa esta venta miserable de la carne femenina supone une entrada diaria de cinco millones de euros a las mafias y bandas organizadas del crimen, quienes no sólo venden y abandonan a sus víctimas, sino que las traspasan de dueños y las pasean por varios países, obligándolas a sesiones de sexo durante el día y la noche. Los destinos europeos y asiáticos preferidos para extraer sus víctimas e implementar estas operaciones son España, Holanda, Alemania, Italia, Rumanía, Bulgaria, Ucrania, Singapur y Hong Kong; y del lado americano EE.U.U, Canadá, Guatemala, Honduras, El Salvador, Argentina, Brasil, Panamá, Costa Rica, Colombia y Venezuela. Sin embargo, la lista es más larga. Esta situación abarca a 154 naciones del mundo. De esto también se vale el turismo.
Empresarios, pederastas y proxenetas se benefician del comercio mundial de la trata de personas. Esto incluye a funcionarios públicos, políticos, ejecutivos empresariales y cabecillas de las drogas que utilizan la prostitución para su deleite. Se cree que anualmente ingresan 70.000 nuevas víctimas a este flagelo, resultando insuficientes los operativos y controles de migración e inmigración en aeropuertos, puertos, caminos fronterizos y demás medios de acceso internacionales. Por eso lo califican de "fenómeno global", y tiene el aditamento de que otras mujeres participan de esta criminal práctica vejatoria. Se valen, por supuesto, de las condiciones económicas críticas de las víctimas, los conflictos raciales y políticos, el bajo nivel educativo, la pobreza crítica y extrema, sus condiciones de refugiados, indocumentados, deportados y secuestrados, así como la ingenuidad, los deseos de superarse creyendo falsos programas de trabajo en el exterior, entre otros factores. A la vulnerabilidad de las víctimas se suman la incertidumbre y la impunidad. Al drama de la impotencia se sobrepone el crimen y la maldad. Por eso valga un rotundo NO al comercio mundial con humanos. NO y NO. Que haya justicia y derechos humanos universales sin discriminaciones para niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres de todo el mundo.