Casi obligado por las circunstancias, interrumpo "por ahora" la publicación de la serie de trabajos, de un total de seis, titulada "De la lucha armada a las guarimbas", por la contingencia de las nada sorpresivas declaraciones dadas al diario norteamericano "Wall Street Journal", de parte de la Fiscal General de la República Luisa Ortega Díaz.
He resaltado lo de "nada sorpresivas", porque para quien esto escribe, como para muchos, su actitud puede calificarse con el título de la novela garciamarquiana, "Crónica de una muerte anunciada". Es más, se trata del desenlace de los acontecimientos recogidos en esa crónica.
Meses atrás, alguien que no nombraré para evitar remover cosas y sentimientos en un momento incómodo para él, justificó el no nombramiento de Ortega Díaz como presidenta del Poder Moral – un femenino o feminismo para un machismo poderoso, dicho esto como saludo a Earle Herrera – porque la percibían dudosa; dijeron de manera específica, que esa rubia, "no estaba clara".
Calificativo que uno no entiende, desde el mismo momento que se lo dieron, porque siendo rubia, catira, decimos en lenguaje coloquial venezolano, que es blanca. Y los racistas o quienes creen en esa eterna mentira para justificar odiosas conductas, dirían que es de "raza blanca". Y también el lenguaje coloquial llamo lo blanco, claro y hasta puro. Puro es también, siendo ajeno a contaminación, un pensamiento coherente, para no decir único. Pues el pensamiento humano, el criterio filosófico que hace mezclas, sin ponerle etiqueta, pudiera ser considerado no puro, aunque tenga la virtud de atrapar la verdad que se mueve frente a él y los otros, que siendo estos puros, uniformes, no alcanzan.
Se quiso decir entonces, un poco por lo que ella dice ahora, que su percepción chavista no estaba clara. Al parecer hacía concesiones a otras formas de pensar, no al mundo real y el cambio de los escenarios y se convertía entonces en una contaminada, no clara, no digna de confianza como para hacerla Presidenta del Poder Moral.
Porque para estar claro, según el criterio de muchos, uno tiene que decir y hacer lo mismo de antes, como amarrar los perros con chorizos. Y hasta convertir en comienzo y fin del proceso de cambio, a una clase obrera que aparte de ser una minoría, estrictamente hablando, está sujeta a los dogmas capitalistas, a la lógica del capital, aunque se declare rodilla en tierra a favor del gobierno. Ahorita mismo, la clase obrera que trabaja en Gas Comunal, la socialista, se negó a prestarnos el servicio de la bombona de gas doméstico a varios vecinos que le sorprendimos haciéndoselo a un restaurant y una panadería, sin que ese fuese "su ruta". Argumento este, no era su "ruta", que usó para negarse a prestárnoslo a nosotros que llevamos meses sin ese combustible en casa. Pues el o los camiones de nuestra ruta, desaparecieron como arte de magia,por esta cosa que denigra del socialismo.
Según el gobierno y sus allegados íntimos, por no estar clara, la "catira" Luisa Ortega, Díaz, atrás se manifestó contraria a la decisión infeliz del TSJ, según la cual, aparte de otra cosa, se suspendía la inmunidad parlamentaria y asumía el rol de la Asamblea Nacional.
Como dijo Isaías Rodríguez, según las matemáticas "dos más dos son cuatro", pero "eso no se da exactamente así en la política". Es decir, es posible que aquellas decisiones fuesen intachables jurídicamente hablando, pero torpes desde la perspectiva de la política y la coyuntura. Por eso, Luisa Ortega se mostró contraria a ellas, con lo que la "catira" demostró que seguía siendo blanca o mejor, para evitar suspicacias, estando clara.
Ahora mismo, acabo de leer en Aporrea, unas declaraciones dadas por la Fiscal al diario "Wall Street Journal", donde da muestras, no de estar clara pero tampoco turbia, pero si blanca, pues como Víctor Morillo, en aquella pieza musical de Billo, expresa "yo digo lo que veo, fuera Satanás". Blanca está, no sólo por ser "catira", sino que se abrió de capa, se vino de frente, que es una manera de blanquearse, distinta aquella del "blanqueo" que refiere Gallegos en su novela "Sobre la misma tierra". Ese venirse de frente o blanquearse, que nada tiene que ver con AD y menos con Ramos Allup, se descubre cuando expresa, "No podemos exigir un comportamiento pacífico y legal de los ciudadanos si el Estado toma decisiones que no están de acuerdo con la Ley".
Mayor claridad no puede haber en eso. Es tanta que, sin disimulo, acusa al gobierno de "tomar decisiones ilegales" y justifica el comportamiento no "pacífico de los ciudadanos".
Lo claro está en que Luisa Ortega, toma partido del lado de los ciudadanos que no tienen un "comportamiento pacífico". Es decir, todo lo que aquí ha sucedido, toda la carga de violencia, la justifica la Fiscal, la misma que manejó el asunto de Leopoldo López, en que el "Estado toma decisiones que no están de acuerdo con la Ley". Si eso que dice es claro, entonces López no debería estar preso y ella incurrió en un acto ilegal, cuando aquellas protestas se justificaron en las ilegalidades del gobierno.
La claridad de Ortega, como toda, es relativa. Depende de los parámetros o referencias que usemos. Por esto o mejor pensando en esto, la claridad de ella hace que en uno todo se oscurezca. Pues ahorita, por ella, a quien le he dado mucho crédito, tanto que la apoyé cuando discrepó del TSJ y obligó al gobierno a solicitarle a ese organismo recapacitase, sufro de una oscuridad absoluta. Tanto que el viejo dilema del huevo y la gallina se me planteó como una impronta.
Por lo anterior suplico a la Fiscal, querida señora, por favor, ayúdeme a que se me haga la luz, porque el gas dudo que me llegue a casa, ¿No será posible pensar que el Estado incurra en eso que usted llama "decisiones fuera de la Ley, porque parte de los ciudadanos, lejos de acogerse a ella, optan por "un comportamiento no pacífico?"
¿No puede haber de las dos cosas?
La constitución, esa que usted califica de inmejorable y le llama "la de Chávez", lo que me oscurece un poco el asunto, establece formas de salir del gobierno que no nos guste. El referendo es uno y el llamado a nueva constituyente que, no necesariamente debe ser para reformar la constitución, es otro. Sin olvidar las elecciones, incluyendo en primer término la del presidente.
No hay en ninguna parte principio que justifique la violencia. El 350, por ejemplo, que se le tomó en el pasado para justificar actos fuera de la Ley, está interpretado en una brillante sentencia del TSJ redactado por el ex magistrado Iván Rincón, la cual trabajé mucho para un libro, y remite al referendo.
Estoy de acuerdo con Luisa Ortega, cuando dice al diario norteamericano "Es hora de llegar a un acuerdo con nosotros mismos"; excluye lo foráneo y eso me suena bien. Y agrega "es hora de mantener conversaciones y negociar. Significa que uno tiene que ceder en las decisiones por el bien del país". Suscribo eso, incluso lo de la palabra "negociar" a la que los "puros" de la lengua y de la política, suelen darle una fea connotación.
Lo que no suscribo, es que la Fiscal, cabeza de uno de los Poderes del Estado y quien quiere convertirse en adalid de un llamado o causa a favor de la paz, que comparto, lo haga manifestándose a favor de "los pacíficos", que los hay pero no los son todos y condenando, diría que de antemano, al Estado, del cual forma parte, de violar la Ley, en medio de una discordia "tan oscura", nada blanca, agravada quizás por las blanquecinas nubes de las bombas lacrimógenas, pero también por las bombas molotov y los estallidos nada sordos, si sórdidos y oscuros.