Las acciones intimidatorias que se han venido registrando en los últimos meses en el exterior, en contra de algunos funcionarios del gobierno venezolano, y sobre todo de sus familiares, son totalmente alarmantes y hablan de lo mucho que tenemos que trabajar como sociedad para aprender a respetar y reconocer a quienes piensan diferente. Por eso aprovecho este espacio para expresar nuevamente un profundo y enérgico rechazo a la violencia en cualquiera de sus formas y hacerles a todos un llamado urgente a la paz.
Estas actitudes, que también se están presentando en el país, deben detenerse cuanto antes. Son totalmente dañinas, pues son un reflejo de la rabia y el odio. Son la manifestación de los sentimientos negativos más perjudiciales y en nada bueno van a terminar.
Recientemente aparecieron en las páginas de noticias y redes sociales varios videos mostrando cómo fueron agredidos la hija del alcalde del municipio Libertador de Caracas, Jorge Rodríguez; el defensor del Pueblo, Tarek William Saab; la exministra de comunicación Maripili Hernández, y muchos más que han sido víctimas de atropellos. Llama poderosamente la atención que celebren estas conductas sin darse cuenta de la pérdida de valores y principios humanos básicos.
Parecieran actos premeditados que lo único que buscan es desmoralizar a los agredidos y generar más odio entre los venezolanos. No estoy discutiendo si tienen o no razón en sus planteamientos, estoy hablando de lo fuera de lugar que están esas acciones que ejecutan algunos cuando se creen con razón.
Podría decirse que están relacionadas con las ínfulas de superioridad que sienten las clases sociales hacia los que históricamente han sido maltratados. Los que tienen un nivel de calidad de vida más alto siempre han despreciado a los de menos recursos. Y en este momento están valiéndose de excusas como la petición de elecciones -que rechazaron en su momento- para justificar sus actos. Ya vimos lo peligroso que es actuar de esta forma, sin respeto a nada, ni a la vida.
Nuestra Carta Magna contempla la protesta pacífica, pero eso no le da derecho a nadie a cometer actos terroristas, amedrentar y maltratar a otros ciudadanos, ni dentro, ni fuera del país.
Venezuela necesita una revolución cultural que genere conciencia en todos para darnos la capacidad de escuchar, dialogar y ponernos de acuerdo para salir adelante, con respeto, con tolerancia, sin desprecio, sin racismo. Sigamos en ese camino y saldremos victoriosos, de lo contrario seguiremos viendo hechos que lamentar.