Como se lo he expresado ya a algunos camaradas y amigos, a algunas organizaciones populares y colectivos en estas últimas horas: A partir de lo acontecido el pasado 27 de junio de 2017, nos corresponde escribir las páginas de la nueva historia, en donde el camino a la paz o que el país se desbarranque definitivamente por el camino de la violencia pasa por una etapa decisiva. A prepararnos pues.
Debemos expresarlo sin ningún tipo de complejos: Estamos en el momento más peligroso de la actual coyuntura. Un comando armado que se roba un helicóptero del CICPC (supuestamente, esto debe ser profundamente investigado), que despega sin autorización y sobrevuela el centro de Caracas, ataca la sede de nuestra institución, del ministerio del Poder Popular para las Finanzas y la sede del Tribunal Supremo de Justicia, debe encender las luces de alarma, porque como lo hemos venido advirtiendo en varios espacios comunicacionales y escritos. El enemigo arreciará su ofensiva y utilizará todos los medios a su alcance, para dar un Golpe de Estado e impedir la realización de los comicios e instalación de la Asamblea Nacional Constituyente.
El periodista Hernán Canorea en la mañana del día de ayer, expresó el plan muy claro: El martes 27 de junio de 2017, la Asamblea Nacional en desacato pretendía nombrar treinta (30) nuevos magistrados y magistradas del Tribunal Supremo de Justicia; y casualmente sucede el evento terrorista contra la sede del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz y en contra del Tribunal Supremo de Justicia. ¿Que tal?
A esto le agregaríamos la ida a la sede de la Fiscalía General de la República y posterior rueda de prensa del ex- ministro y agente de la CIA, Miguel Rodríguez Torres, también el día 27 de junio de 2017. ¿Casualidad? ¿Será que en la referida rueda de prensa, este traidor, a través de mensajes cifrados y códigos, activo la realización de este acto criminal?
El acto no solo fue terrorista sino criminal. No me hubiese querido imaginar, en medio del pánico y la desesperación, como las casi noventa (90) personas que se encontraban en la azotea del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz, que salieron corriendo por las escaleras, y de las que rodaron mujeres embarazadas, algunas personas adultas mayores y pocos niños. Niñas y adolescentes, hubiese habido alguna tragedia y dejada esa macabra jornada un saldo fatal que lamentar.
Pero también hay que señalar, sin complejos, que este acto terrorista nos agarró “con los pantalones abajo”, ya que muchos no estamos preparados para este tipo de contingencias. Debemos asumirlo autocríticamente.
Acá cabe la pregunta: ¿Donde queda la seguridad en nuestro país cuando una aeronave perteneciente a un cuerpo de seguridad es robada, sobrevuela nuestro espacio aéreo, ataca, huye y no hay reacción inmediata por parte del Estado?
¿Y si ingresarán en nuestro espacio aéreo territorial aviones enemigos desde bases militares de Colombia o Guyana y atacaran nuestra Patria? ¿Existen planes de actuación ante estos supuestos?
Este evento debemos verlo con sumo cuidado, puesto que si hacemos una comparación histórica con lo sucedido hace cuarenta y cuatro (44) años en el Chile de Allende, previo al sangriento golpe militar del 11 de septiembre de 1973, se dio un evento conocido en la historia como el “Tanquetazo” o “Tancazo”.
Este evento se suscitó el 29 de junio de 1973, es decir, dos meses y medio antes del Golpe de Estado de Pinochet, y consistió en una sublevación militar liderada por el teniente coronel Roberto Souper, del Regimiento Blindado N.º 2. En esa oportunidad, la sublevación fue sofocada con éxito por los soldados leales al Comandante en Jefe del Ejército, Carlos Prats.
A principios de junio de 1973, el alto mando de las Fuerzas Armadas chilenas había perdido toda confianza hacia el gobierno de la Unidad Popular del Presidente Salvador Allende, que llevaba en el cargo desde noviembre de 1970. La victoria de la izquierda supuso un revulsivo para el país, que vivió un periodo de fuerte convulsión social. Para el resto del mundo, la victoria de Allende supuso un alejamiento de Chile de los postulados de Estados Unidos, en plena Guerra Fría, que lideraba el bloque capitalista, opuesto al bloque socialista capitaneado por la Unión Soviética. Desde entonces, el gobierno de EE.UU. intentó por diversos medios la caída del gobierno de la Unidad Popular, apoyando a la oposición.
En la mañana del 29 de junio de 1973, el teniente coronel Roberto Souper se presentó en el Regimiento Blindado Nº2. Souper acababa de saber que lo relevarían de su mando por ser parte en la conspiración, y sería reemplazado por el Teniente Coronel Uros Domic.1 Al llegar, comprobó que durante las horas previas los oficiales subalternos habían alistado la unidad. Estos oficiales le dieron a elegir entre liderar la acción planificada o ser arrestado, eligiendo Souper lo primero.
El oficial salió en una columna de dieciséis vehículos armados, incluyendo tanques M41 Walker Bulldog, y más de ochenta soldados. La columna avanzó rápidamente por la avenida Santa Rosa con dirección al centro de Santiago de Chile. En su recorrido, los tanques respetaron los semáforos, y uno de ellos se detuvo a recargar combustible en una estación de servicio, incluso pagándole al bombero. Esta columna de tanques cercó el Palacio presidencial de La Moneda y el edificio del Ministerio de la Defensa, apenas separados por la Plaza Bulnes. A las 8:58 am los tanques abrieron fuego contra estos edificios. El palacio de gobierno recibió aproximadamente 500 impactos de bala, mientras que la Guardia del Palacio, que disponía de armamento automático, disparó balas calibre 7,62 mm. Los tanques solo dispararon sus ametralladoras y no sus cañones, ya que los frenos de retroceso de éstos no disponían de líquido necesario.
Un tanque irrumpió en la entrada principal del ministerio, y con sus armas comenzó un ataque intenso contra las oficinas con el objetivo de rescatar al capitán Sergio Rocha, uno de los detenidos a raíz de la conspiración. El sargento Rafael Veillena, de la Segunda División del Ejército, fue asesinado cuando miraba hacia afuera en su ventana del noveno piso. La ráfaga de las ametralladoras y de los tanques aterró a los trabajadores y empleados en el área, que a esa hora realizaban sus trabajos. Una de estas balas mató a una mujer que trabajaba en la sede principal del Banco del Estado de Chile, cerca del ministerio. En la calle Agustinas, el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen filmó su propia muerte a manos de un grupo de soldados sublevados.
Inmediatamente al conocer la noticia, el comandante de la guarnición de Santiago, general Mario Sepúlveda Squella, llamó a Guillermo Pickering, comandante de los institutos militares, solicitando tropas leales para sofocar la rebelión. Después de asegurar a estas tropas, llamó al Comandante en Jefe del Ejército de Chile, General Carlos Prats, ya con un plan listo para neutralizar a las fuerzas de Souper. El general Prats lo aprobó inmediatamente y, pocos minutos después, el general Sepúlveda Squella comenzó a colocar sus propias tropas.
Lo cierto del caso es que, este Golpe fue sofocado, pero dos meses y medio después, Pinochet derrocaría a Allende.
Este “Tanquetazo” o “Tancazo” sirvió para que los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas chilenas pudieran medir la capacidad de respuesta de las fuerzas pro Unidad Popular, registrar el tipo de armas que estas usaban, y comprobar que los llamados de Allende al pueblo para defender su gobierno prácticamente no habían tenido eco.
Particularmente, y luego de revisado este referente, que me empeluzcó los pelos, creo que el acto terrorista del pasado martes 27 de junio de 2017, fue un aviso de lo que pudiera venir, y que esto no puede ser despachado tan alegremente.
De hecho, para los días del Golpe del 11 de septiembre de 1973, estaba convocado un plebiscito, donde se decidiría la permanencia o renuncia de Salvador Allende como Presidente de la República de Chile. Todas las encuestas de aquel entonces, indicaban un triunfo arrollador de la Unidad Popular. Ahora, todo cobra sentido.
Valga pues, este paralelismo histórico que he pretendido realizar en estas líneas como una necesaria advertencia. No debemos dormirnos en los laureles.
De parte de este servidor de ustedes, y como parte de ese gran sujeto constituyente y del poder originario, me seguirán encontrando en las calles, junto al pueblo, y en la vanguardia siempre, para dar las batallas que haya que dar para preservar nuestro proceso revolucionario.
Ahí se las dejo.
¡Bolívar y Chávez viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!
¡Hasta la Victoria Siempre!