Sociedades misóginas

"Violan a una mujer en la parada de tren de tal estación", dijo el presentador de noticias, sin inmutarse, con ese rostro que tienen los que ven la violencia de género como cosa natural. ¿Cuántas mujeres son violadas en las estaciones de autobús y de tren diariamente en el mundo? Cosa natural para la sociedad que somos.

"La deportista tal de tal país fue encontrada muerta en la orilla de un río, le habían cercenado un seno y le habían quitado la cabeza", dijo la periodista de deportes en televisión nacional, sin parpadear, acto seguido la presentadora le preguntó cómo iba su embarazo y soltaron las carcajadas celebrando el próximo nacimiento. Sin un mínimo de respeto por la familia de la víctima e indignación por el feminicidio.

"Ya sé que es patriarcado pero a mí me gusta decirlo y qué", me han respondido hombres y mujeres por igual cuando trato de explicarles que decirle hijo de puta a un patán, a un ladrón, a un abusador o a un político corrupto no es violentarlo a él, es violentar a todas las mujeres por igual. Porque para la sociedad patriarcal todas las mujeres somos putas.

Es puta la niña que apareció muerta en un basurero: puta por vivir en la calle, puta por vivir con su familia, puta por salir de noche, por salir de día, por no salir; puta por ponerse falda, por ponerse pantalón. Es puta la adolescente violada y desmembrada: puta por tener novio, por no tenerlo, por sonreírle a un extraño, por no sonreírle. Es puta por decir sí o por decir no. Es puta por tener relaciones sexuales, por no tenerlas.

Es puta la mujer que desapareció y encontraron su cuerpo en otro barrio, golpeado y violado. Es puta porque no se dejó tocar más de su esposo, de su novio, de su amante. Puta porque denunció, puta por no denunciar por miedo o por vergüenza en una sociedad que siempre enjuicia y señala a la víctima jamás al victimario. Puta porque no tenía novio, ni esposo, ni amante. Puta porque era homosexual, puta por ser transexual. Puta, simplemente por ser mujer.

Para esta sociedad patriarcal la mujer merece, pide y tiene que ser violentada constantemente porque eso le gusta, le gusta que la insulten, que le peguen, que la violen, que la desaparezcan, que la maten. Y no la violentan seres de otras galaxias, hombres criados en otros mundos; nos violentan nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros amigos, conocidos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros padres y abuelos. Hombres que han crecido con nosotros con los mismos patrones de violencia patriarcal.

A las mujeres violadas en las estaciones de tren las han violentado hombres que han crecido en el mismo sistema misógino que solapamos. Porque que quede claro, solapar y guardar silencio o voltear la cara y hacernos los desentendidos tiene el mismo peso moral que hacer las cosas. Es tan culpable el que hace como el que sabe y no denuncia. Y eso somos, una sociedad solapadora de la violencia de género criando hombres violentos.

Un feminicida en serie fue un niño, como todos. ¿Qué sucedió con este niño para que termina haciendo eso? El hombre que va a un bar a violar a una niña es un hombre que tiene familia: que es hijo, hermano, padre, amigo, es abuelo. Que tiene mujeres en su familia, que nació de una mujer. Y no creamos que los abusadores son solo personas de bajos recursos que no tuvieron la oportunidad de estudiar, porque vemos a gente con doctorados y maestrías haciendo lo mismo. El patriarcado no distingue raza, color, credo, clase social ni grado de escolaridad. Sino veamos la negación de académicos e intelectuales franceses para que cierren los bares y casas de citas en Francia.

Es el mismo hombre que sale a manifestar por corrupción. Sí, muchos de estos hombres que llenan las calles manifestando porque subió la gasolina asisten a bares a violar mujeres; agreden a sus parejas, a sus hijas, a sus hermanas, a sus madres, son los que van por la vida gritándole de todo a las mujeres en la calle o en sus sitios de trabajo. Es el hombre común que todos tenemos en casa. Es la razón por la que en las marchas contra el feminicidio y violencia de género los hombres no abarrotan las calles junto a las mujeres, porque el que menos pensamos resulta también abusador.

Para el patriarcado es puta la mujer libre, la que piensa, la que se atreve a vivir su vida, la independiente, la mujer decidida, el patriarcado nos quiere sumisas y calladas para que cualquier hombre se sienta con derecho sobre nosotras. No le pertenecemos a nadie, no somos objetos.

¿Seguiremos criando generaciones de hombres violentos? ¿Hasta cuándo? ¿Seguiremos las mujeres creyéndonos unas santas y señalando a otras por putas? ¿Hasta cuándo? Las redes sociales muestran lo que somos como humanidad, ahí todo es apariencias pero en lo que no mentirán es en la opinión que tienen sobre la violencia de género. Basta leer los comentarios de los lectores cuando se publica una noticia de un feminicidio, la mayoría culpa a la víctima y su familia: a los papás por darles "rienda suelta" y a ellas por "putas".

A veces siento que la lucha contra la violencia de género, contra el patriarcado por más que salgamos a manifestar, por más días conmemorativos que existan, por más denuncias que se hagan, por más muertes violentas y más dolor que nos enlute como sociedad no la podremos erradicar. Cuando vemos a la la mitad de un país gritándole a un presidente neoliberal "Macri la puta que te parió", en recitales de poesía, en conciertos, en estadios, en las manifestaciones masivas y sabiendo que hay niños que están aprendiendo con el ejemplo. Esa misma gente que sale a manifestar por los feminicidios, ¿no entienden acaso que todo tiene que ver con todo?

Y así mismo vemos a intelectuales, defensores de derechos humanos, a feministas, a artistas, poetas, cineastas, académicos, colocando la etiqueta "#MMLPTP" para cualquier publicación que hagan en las redes sociales. Muchas veces denunciando la violencia gubernamental con violencia machista.

Y lo peor de todo, tratar de explicarles que eso es patriarcado y violencia de género y que contesten: "eso ya lo sabía pero igual lo hago, ¿ y qué?". Ahí uno se da cuenta que está arando en el mar, pero hay que seguir haciéndolo porque es la única lucha que podemos dar ante nuestro peor enemigo a vencer, hay que insistir hasta el cansancio y más.



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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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