Antología de los Derechos Humanos

Nuestra historia, la historia Patria está marcada por sanguinarias batallas. Con la llegada de Cristóbal Colón o con el descubrimiento del Nuevo Mundo, en fecha 12 de octubre de 1492, se da inicio a las guerras intestinales que nos han perseguido a lo largo de la historia del pueblo venezolano.

La historia fija que hace 12 mil años, antes del descubrimiento de la América Latina, estaban ya las primeras tribus indígenas en Venezuela. Viviendo holgadamente con sus usos y costumbres, ceñidos por su autodeterminación como tribus. De esto ya hace más de 500 años.

Pero un día, como de un plumazo todo aquello cambio y ni siquiera para bien, pues nuestros primeros pobladores fueron virtualmente exterminados. América había sido sometida por los conquistadores. Las generaciones durante varios años se sucedieron prácticamente mudas. Aquellos pobladores vivían sin memorias, sin otro antecedente que el ultraje hecho a la libertad del Nuevo Mundo y las huellas de unos conquistadores estampadas en la cerviz de un pueblo.

Nuestra historia apenas si era un libro blanco. Sin embargo, no muy tarde en esto acontecimientos de dominio y desprecio, surgieron las páginas de la historia de este pueblo en el que se ofrecería el balance y el sacrificio de la epopeya indigenista y la de nuestro próceres independentistas.

Estas referencias ofrecen indicadores del tránsito que hemos recorrido para llegar al Internet o al teléfono celular. Y como a la luz de estos bárbaros acontecimientos cobró fuerza este pueblo incipiente, tímido, medroso, nutrido con el funesto pan de la ignominia, sin ideal soñado, sin ejemplos, esclavo de la ignorancia, sometido cual si fuera un rebaño de ovejas, con cuerpo pero sin alma, víctima de los conquistadores y luego sometido al fuego del despotismo colonial, sucedió que aquel pueblo de excluidos, transformándose gradual y progresivamente, pasó a ser un pueblo de héroes. Una idea lo inflamó para siempre: la emancipación; y así también lo embriago el anhelo de convertirse en gigante para una sola aspiración: la libertad.

Sobre 200 mil cadáveres Venezuela levantó su bandera victoriosa y la República esclarecida en el martirio se irguió bautizada con sangre.

Lo que se pretende es tener en claro que nuestra Patria o lo que somos hasta ahora, no obedece a momentos de la historia descontextualizados, lo que hoy es el pueblo de Venezuela tiene una razón de ser. El hombre, en el desarrollo progresivo de sus necesidades, en el desenvolvimiento de sus ideas, en la continua lucha de sus pasiones, ya conculcado privilegios, ya defendiendo derechos, ante la fuerza que reprime y las ideas que liberan, selló con sangre todas y cada una de las transformaciones del pueblo de Venezuela.

También debe entenderse que los pueblos de América Latina de manera cruda han vivido la profunda crisis del mundo capitalista, que ha traído el aumento del empobrecimiento de los pueblos, el creciente avance de la corrupción en las más altas esferas del sistema administrativo burgués, el incremento del desempleo, la inseguridad y todas las lacras de la descomposición inmoral de un sistema decadente; ante esta diabólica realidad los pueblos no se han cruzado de brazos, han respondido con la acción combativa de los trabajadores, obreros, campesinos, lo cual no excluye desde luego a los estudiantes, quienes han desarrollado levantamientos populares, huelgas, paros, en algunas partes se han producido luchas armadas, y hasta se han sacado régimenes; estas expresiones de lucha han convertido a estos países para las oligarquías en ingobernables e inestables, este proceso se ha expresado con mayor nitidez en Venezuela por lo que esta nación se ha constituido en uno de los eslabones irreconciliables de la cadena de la dominación del imperialismo norteamericano en esta parte del mundo.

En los pueblos de América Latina hay un creciente desarrollo de la conciencia sobre la necesidad de un cambio, de levantarse contra la opresión nacional del imperialismo norteamericano, de rebelarse contra las políticas económicas del Fondo Monetario Internacional, de defender la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.

Existe un proceso de desarrollo de la unidad de las organizaciones populares y partidos de izquierda, que van sintiendo como una necesidad urgente desarrollar la más amplia unidad para enfrentar a sus enemigos comunes, importantes sectores de los pueblos ven con simpatía y como una alternativa a las organizaciones de izquierda, para lograr los cambios que anhelan.

Los oprimidos no dan tregua, no se rinden, al igual que el Cacique Guaicaipuro que prefirió morir bajo las llamas en su choza, antes que entregarse o capitular con el conquistador de Venezuela, así se ha mantenido nuestro pueblo, siempre en pie de lucha por la dignidad y la vida.

Pues bien, el esfuerzo emprendido por el hombre desde el alba de la historia de la humanidad, revela la asidua, permanente y constante lucha por alcanzar sus derechos. Esa larga marcha de los pueblos del mundo hacia su plena libertad continúa siendo un proceso. Las páginas de esta novela, cuyo protagonista es el género humano, todavía deja ver como hay un desconocimiento y menosprecio por los derechos humanos, lo cual convierte al hombre como pieza de un tejado expuesto a la intemperie y a todo tipo de vicisitudes. El día a día ofrece situaciones de crueldad, abusos y barbarie ante los ojos de los pueblos.

El anhelo y la aspiración del hombre es el advenimiento de formas de vida en el que liberados del miedo y de la miseria, se pueda disfrutar de libertades plenas.

Una definición de los derechos humanos está sujeta a una interpretación que emane de la experiencia, pero que al mismo tiempo, comprenda que el género humano es lo más importante para el hombre mismo, por tanto, esa definición, debe enmarcarse en un principio que debe ser el primogénito de todos los derechos: el derecho a la vida.

Desde esa perspectiva, afirmamos que Venezuela, según la Constitución se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político.

El Estado venezolano, tiene como fines esenciales, a saber:

La defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo; y para alcanzar dichos fines el Estado ha estipulado la promoción de la educación y el trabajo.

Asimismo, nos recuerda el Texto Fundamental que el Gobierno Venezolano y sus entidades políticas son y serán siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables.

Es por ello que la Constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico patrio. Por tanto, todos los ciudadanos y ciudadanas y los órganos del Poder Público están sujetos a la magnificencia de la Constitución Bolivariana.

La doctrina y la jurisprudencia en materia de Derechos Humanos, coinciden en afirmar que el concepto de Derechos Fundamentales se corresponde con la afirmación de la dignidad de la persona frente al Estado. El Poder Público debe ejercerse al servicio del ser humano, pues debe privar el respeto y garantía consagrada como obligatoria para los órganos del Poder Público Nacional la vigencia y aplicación de los Derechos Humanos.

En consecuencia, el Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los Derechos Humanos.

A lo que se agrega también el cumplimiento por parte del Estado de los Tratados, Pactos y Convenciones sobre Derechos Humanos ratificados por Venezuela, los cuales tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno y son de aplicación directa por los Tribunales y demás órganos del Poder Público.

Por tanto, el Poder Público, el cual se distribuye entre el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional, donde el Poder Público Nacional, a su vez se divide en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral, su ejercicio, o el ejercicio de estos poderes, no puede ser empleado lícitamente para ofender atributos inherentes a la persona y deben ser vehículo para que la ciudadanía pueda vivir en este pueblo llamado Venezuela en paz y en condiciones cónsonas con la dignidad humana.

De ahí que el Estado Venezolano esté obligado a satisfacer las necesidades fundamentales del pueblo venezolano.

El Libertador y Padre de la Patria, Simón Bolívar, quien ofrendó su vida y sus más ínclitos valores, por la noble causa de la libertad y la independencia de América, un hombre con una pasión y un amor hacia su prójimo, dijo en el año 1805, un juramento que cumplió a cabalidad contra el opresor de la América, fue un testimonio ejemplar y de su lucha emprendida contra los derechos humanos de los pueblos de América Latina, a saber:

"Juro por el Dios de mis padres; juro por ellos, juro por mi honor, juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español"; luego sentenciaría:

"Jesús, que fue la luz de la tierra, no quiso dignidades ni coronas en el mundo: él llamaba a los hombres hermanos, les enseño la igualdad, les predicó las virtudes civiles más republicanas y les mandó a ser libres, porque les amonestó que debían ser perfecto".

Esto lo dijo un hombre que luchó simultáneamente con la pluma y con las armas, en una época en la que se era digno o indigno, pues los principios de estos hombres no aceptaban términos medios.

También el poeta cubano José Martí, en materia de derechos humanos, sentenció que el hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza y otra, dígase hombre y ya se dicen todos los derechos.

Aunque suene paradójico, nunca como ahora han coexistido tantas normas encargadas de proteger la dignidad humana y, sin embargo, nunca como ahora desde la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), hasta este ocaso se han registrado tantas y tan atroces violaciones de las garantías fundamentales.

Reafirmar que la democracia es el sistema político más eficiente y más humanos, que garantiza a plenitud el cumplimiento de los derechos del hombre, impone interrogantes, pues la transformación del sistema político no sólo asigna la búsqueda de una democracia participativa, sino también la consolidación de una democracia económica y social al servicio del pueblo. Un sistema económico puesto al servicio del pueblo y no al revés.

Lo que se reclama es que se pongan en práctica los derechos universalmente consagrado a favor del género humano, que de una vez por todas se respeten efectivamente los derechos del hombre.

Es apreciable cómo en lo más hondo de la conciencia humana está cobrando una inusitada fuerza, está en marcha la aurora de un proceso profundamente consciente, el crecimiento maravilloso de un pensamiento que asegurará la oportunidad de luchar en mejores condiciones que nunca, con las únicas armas del intelecto, por una vida en la que el hombre, la mujer, los ancianos, los discapacitados, niños, niñas y adolescentes, en fin el género humano sin exclusiones, sienta la esencia de vivir a plenitud y en toda su dimensión humana, sin opresión ni opresores, libre de apremios, bajo el amparo de la justicia y la paz.

Ni los opresores ni los verdugos podrán ahogar el clamor del pueblo y de las víctimas; razón de más para que el tribunal de la conciencia humana, asaltada por los innumerables sufrimientos del hombre, no haga oídos sordos y se organice cada vez mejor.

Es necesario reivindicar en ese menú de derechos fundamentales, el derecho a la utopía, ya que hay que dar más lugar a lo irracional e instintivo, a la iniciativa y a la aventura para conseguir un modelo más flexible y más osado de sociedad futura, ya que los rígidos modelos son insuficientes para resolver los problemas surgidos; hay que avanzar en el derecho a la creatividad, camino necesario para ese futuro que se vislumbra, pero que no se puede conocer claramente sino a través del análisis de los signos de los tiempos y del dinamismo constructivo que apreciamos en los ensayos humanos. El apoyo mutuo es necesario para construir esa sociedad basada en la defensa de los derechos humanos, sin distingo alguno ni discriminación ni exclusiones, pues el astro Sol es de todos.

Nadie puede arrogarse la titularidad de la luz del día ni la oscuridad de la noche ni del aire que respiramos ni de la fe ni de la esperanza ni de las ilusiones ni las ideas y los sueños. Y ni mucho menos del amor.

El Preámbulo de la Constitución nos recuerda que hay que luchar por el imperio de la Ley para esta y las futuras generaciones, asimismo hay que erradicar para siempre todo aquello que revele una aptitud prepotente en los servidores públicos, que muchas veces creen que conceden dádivas o favores a los particulares, quienes a su vez, y esto es lo que parece, no tienen derechos ni como reclamar las malas actuaciones de los funcionarios y son aplastados por la administración estatal.

Hay que cambiar en derecho y por el derecho, esa actitud y mentalidad, contraria a los derechos fundamentales de los ciudadanos y ciudadanas. Es necesario proyectar una Administración Pública al servicio del pueblo y para el pueblo, sin exclusiones.

Debemos introducirnos también en una revolución administrativa, al transformar la informalidad administrativa en procedimientos enmarcados en las leyes, expeditos y eficientes, sin dilaciones, pues es inconcebible la impotencia de los administrados ante posturas indeseables de los funcionarios públicos, lo cual genera impotencia y sujeción en el pueblo, pese a que existe legalmente una situación colmada de garantías y derechos todo un arsenal jurídico que resulta como respuesta satisfactoria a la gestión gubernamental una vez que se asuma el esfuerzo deliberado y consciente en todos aquellos que tenga interés en una gobernabilidad para el servicio del pueblo, sin exclusiones y que no esté determinada por la afiliación u orientación política.

El pueblo, constitucionalmente, está en la búsqueda de refundar la República para la construcción de una sociedad democrática, participación y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, en el que se consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para ésta y las futuras generaciones.

Del mismo modo, ese pueblo, busca asegurar el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; e incluso, está empeñado en la promoción de la cooperación pacífica entre las naciones e impulsar y consolidar la integración latinoamericana de acuerdo con los principios de no intervención y autodeterminación de las naciones, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad; y conforme al principio de progresividad estar abocado a la defensa de los derechos humanos.

Por todas estas consideraciones constitucionales inherentes al respeto del género humano y de las naciones hermanas, razón de la existencia de ser de nuestro pueblo venezolano Bolivariano, el norte de nuestras acciones deben estar sujetas hacia la consecución del bien común de todas y todos los venezolanos y venezolanas.

El artículo 130 del Texto Fundamental dice que:

"Los venezolanos y venezolanas tienen el deber de honrar y defender a la patria, sus símbolos, valores culturales, resguardar y proteger la soberanía, la nacionalidad, la integridad territorial, la autodeterminación y los intereses de la Nación".

Pero, además, señala el artículo 132 de la Carta Magna que:

"Toda persona tiene el deber de cumplir sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social".

El artículo 2º de la Constitución, asienta:

"Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político".

Estas normas constitucionales, que parecieran preceptos Bíblico, nos obligan más aún a luchar por la Patria de Bolívar, para enaltecer, denunciar, educar, informar, pero por sobre todo realzar los valores constitucionales y patrios; por tanto, hoy hay que estar a la vanguardia de la defensa de los derechos e intereses de los excluidos que subyacen en los barrios y en la comunidades.

El auténtico amor a la humanidad nacerá únicamente cuando las distinciones de clases hayan sido eliminadas. Esa predica del amor hacia nuestros semejantes nadie la práctica ni siquiera por muchos hombres conocidos por sabios y todo porque es impracticable en una sociedad clasista. Las clases han provocado la división de la sociedad en muchos contrarios y cuando hayan sido eliminadas existirá el amor hacia el prójimo, pero no antes.

Pues bien, --insistimos-- en cuanto al amor a la humanidad, no ha habido tal amor que lo abarque todo desde que la humanidad se dividió en clases. A todas las clases dominantes del pasado les placía defender ese amor y muchos hombres conocidos como sabios y prudentes hicieron los mismo; pero nadie lo práctico realmente hasta ahora, porque es impracticable en una sociedad clasista. El auténtico amor a la humanidad nacerá cuando las distinciones de clase hayan sido eliminadas.

También asistimos hoy día a una nueva era política revolucionaria que se diferencia entre una política vieja y otra política nueva, donde lo que es nuevo en este periodo histórico se torna viejo en otro. Por tanto, en esta nueva democracia, ésta se opone a todas las ideas imperialistas y avasallantes. Se busca la verdad a partir de los hechos: la verdad objetiva y la unidad entre la teoría y la práctica. Por tanto, al pueblo y a los estudiantes, lo esencial es dirigirlos, no para que miren hacia atrás, sino para que miren hacia delante. Esta lucha entre lo nuevo y lo viejo es una lucha entre la revolución y la contrarrevolución. La lucha entre lo nuevo y lo viejo es una lucha entre las nuevas fuerzas de las amplias masas del pueblo y las antiguas fuerzas en decadencia del imperialismo y la clase burguesa, que durante más de medio siglo se habían enquistado en nuestro país. El mástil del barco de la Nueva Venezuela aparece en el horizonte, lo aplaudimos y saludamos. ¡La Nueva Venezuela es nuestra!

Venimos de un prolongado dominio de la burguesía, por tanto, el soberano está necesitado de una amplísima campaña de ilustración, este pueblo está ávido de poseer cultura, conocimientos, de saborear una prensa que satisfaga sus necesidades inmediatas y que sea fácilmente aceptable para ellos, que exalte su pasión por la lucha y su confianza en la victoria, que fortalezca su solidaridad y lo capacite para combatir al enemigo con un solo impulso y un solo propósito.

En consecuencia, nos sumamos al menú de derechos fundamentales, entre los cuales cabe destacar, el derecho a la vida, a la vivienda, salud, deporte y cultura, educación y trabajo, a la vejez y de los discapacitados, al de los jóvenes, al de los niños, niñas y adolescentes, a la protección de la familia, a la no discriminación por credo raza u otra condición social, al derecho al ambiente, a la libertad de expresión e información, a un proceso judicial y administrativo como garantía hacia el pueblo, al respeto de la personalidad y vida privada, al pluralismo ideológico, y todo derecho que consagre la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, así como los Tratados y Convenios suscritos por la República que hagan referencia a la materia de los Derechos Humanos.

 



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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