Orlando Bosch, cómplice de Luis Posada Carriles en la voladura de un avión civil cubano, fue entrevistado el año pasado por Juan Manuel Cao, del canal 41 de la televisión de Miami. Cuando el entrevistador mencionó que 73 personas habían muerto en el atentado, Bosch respondió: "...chico, en una guerra como la que los cubanos que amamos la libertad peleamos contra el tirano, tu tienes que tumbar aviones, hundir barcos, tienes que estar preparado para atacar todo lo que esté a tu alcance." El entrevistador continuó: "¿pero no sientes algo por quienes murieron, por sus familias?..." Bosch contestó: "...¿quien estaba en ese avión? 4 miembros del partido comunista, 5 norcoreanos, 4 guyaneses... concho chico, ¡4 miembros del partido comunista! ¿Quienes estaban en ese avión? nuestros enemigos..." El entrevistador insistió: "¿Y los esgrimistas, y los jóvenes?" . Bosch respondió: "Yo estaba en Caracas, yo vi a las muchachas en televisión. Después de la competencia la lideresa del equipo dedicó su triunfo al tirano. Dió un discurso lleno de alabanzas para el tirano. En Santo Domingo (donde se planificó el atentado) acordamos que todo el que viniera de Cuba a glorificar al tirano tenía que correr los mismos riesgos que los hombres y mujeres que peleamos contra el tirano..." Las racionalizaciones de Bosch reflejan una forma extrema de la psicopatología asociada al fanatismo.
Hace dos semanas la valiente periodista Vanessa Davies entrevistó en su programa Contragolpe a las hermanas Brenda y Marlene Esquivel, dos venezolanas que fueron torturadas bajo la dirección de Posada Carriles en 1972. Posada Carriles había emigrado de Cuba hacia los Estados Unidos en 1961. Fue operador de la CIA en Miami hasta 1968, año en el que se mudó a Venezuela. El gobierno de Raúl Leoni le otorgó la ciudadanía venezolana. Durante el gobierno de Rafael Caldera fue jefe de operaciones de la DISIP. Como tal participó en la así llamada masacre de La Victoria, en la que fueron ejecutados varios activistas de izquierda. Brenda y Marlene Esquivel, la una embarazada y la otra con una niña recién nacida en brazos, fueron detenidas en ese momento. Recluídas en las instalaciones de la DISIP, fueron víctimas del sadismo de Posada Carriles. En el programa de Vanessa vislumbramos el horror y la humillación que 35 años después siguen frescos en la memoria de las hermanas Esquivel. El programa también nos recordó que la humillación fue colectiva.
Luis Posada Carriles, sicópata, criminal, fue acogido por nuestros gobiernos coloniales. Bajo las órdenes de la metrópolis le fue otorgado el derecho a llamarse venezolano. Le fue otorgado el derecho y el poder de violar la humanidad de nuestra gente. Con estos actos, expresiones de su sumisión, nuestros gobiernos humillaron la dignidad de todos nosotros.
Sin embargo la historia ha sido generosa y nos ha brindado algo de justicia. Justicia poética, es verdad, pero justicia al fin: hoy la presencia de Posada Carriles humilla a la metrópolis. La dinámica del poder lo hace inmune a su justicia. Posada Carriles le grita al mundo la hipocresía de la Guerra Contra el Terrorismo.
El caso Posada Carriles también nos sirve a los venezolanos como punto de referencia. Ningún venezolano sufre ahora lo que sufrieron Brenda y Marlene Esquivel. No doblamos más la cerviz ante la metrópolis. Aunque todavía nos falta mucho que recorrer para eliminar la opresión, hemos avanzado.
Pero no podemos bajar la guardia. La mentalidad del oprimido, los hábitos coloniales que nos hicieron presa fácil de las maquinaciones imperiales, siguen vigentes en nuestra cultura. Mientras no los hayamos trascendido, corremos el riesgo de regresar el pasado.
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