El aterrador panorama del paramilitarismo (I)

El verdadero panorama del militarismo colombiano se fija en el reflejo de la descomposición de la civilización colombiana. Hablar de sus macabras acciones, su cinismo, su espanto, su suciedad, de su falta de origen ideológico, es mostrar la realidad para entender la trágica situación que han vivido por tanto tiempo miles de sus habitantes, tales como campesinos, estudiantes, líderes sociales, activistas de organizaciones que trabajan para defender los derechos humanos, es sin duda, la incapacidad de su Estado para cumplir sus funciones constitucionales, como también la falta de ética de algunos políticos y la verdad de algunos de sus medios de comunicación, que han hecho de estas organizaciones asesinas, una evolución también en el crimen organizado, y que hoy han traspasado las fronteras de sus vecinos, tal y como ocurre en Venezuela, donde se han infiltrado, cobran vacunas, montan alcabalas y suplantan a la delincuencia criolla en el manejo del narcotráfico, la trata de personas, contrabando y el dominio del juego ilegal como son los bingos y casinos, ellos son las cabezas para legitimar capitales y el crimen organizado.

Estas llamadas autodefensas fascistas colombianas se crearon en tiempos que reinaba el famoso narcotraficante Pablo Escobar, desde allí nació las ansias de venganza por el crimen, pues Pablo soñaba con el poder y él siempre quiso tener el dominio presidencial de esa república, desde entonces se han desarrollado y han crecido haciendo toda una historia apológica del terror.

Ellas se formaron bajo los parámetros de esa doctrina que el estado colombiano llamó “Seguridad Nacional”, la cual fue aplicada para contrarrestar y eliminar el conflicto que vivían supuestamente contra el “comunismo”, la “subversión”, o la llamada “insurgencia” y en cuyos fundamentos se implementaron todos los mecanismos para la total eliminación del “enemigo interno”.

Es así, como en el marco de esta estrategia el gobierno estadounidense inicia sus recomendaciones e invade con sus asesores militares para apoyar y conformar estas organizaciones, las cuales tildaban de “tipo antiterrorista” y contundentes para la “lucha anticomunista”. Es entonces cuando legalizan la llamada “defensa nacional” y la promoción en la organización de las “autodefensas”.

Bajo el amparo de estas normas comenzaron los desbordamientos, miembros de la fuerza pública se entrenaron y fueron dotados de armamento y adoctrinamiento, también se inició la preparación con habitantes que vivían en las zonas de conflicto con la finalidad de involucrar de una manera directa a la población civil con la confrontación, además de ser un apoyo logístico al ejército y a los demás cuerpos de lucha contrainsurgente.

El terror no se hizo esperar, ese fue el primer mandamiento del accionar criminal de estas bandas. Aparece el amedrantamiento al pueblo con el fin de generar la atmósfera del miedo, el temor que conlleve a la destrucción de las organizaciones sociales, políticas, sindicales, estudiantiles y de derechos humanos, impidiendo la libre expresión y la inconformidad de las comunidades.

Estas bandas se desarrollaron estacionandose en varias regiones el país y su propósito siempre fue claro, actuar en la defensa y protección de intereses políticos derechistas, de los grandes proyectos económicos tales como la explotación de recursos naturales como el petróleo y el carbón y la defensa de sectores vinculados a la actividad agropecuaria y al narcotráfico.

Su método de acción dentro del mapa colombiano no tuvo un solo modelo, éste se determinaba de acuerdo a las circunstancias del conflicto en la región, es decir, se tomaba en cuenta el nivel y la proporción de la organización que tuviese el movimiento popular y se pulsaba la resistencia del pueblo, en cuanto al proyecto y al accionar de la fuerza pública.

En ese sentido estas bandas desarrollaron primariamente tres modelos de acción: a) El involucramiento compulsivo de la población; b) La conformación de una estructura permanente y cerrada, la cual dependía del área de acción; c) La contratación de personas provenientes de otros lugares para que ejecutaran los crímenes, sin que pertenecieran directamente de la organización permanente.

También contrataban mercenarios extranjeros por parte de los sectores económicos, la alta jerarquía militar y autoridades del Estado, los cuales luego se quedaban e intervenían en el entrenamiento de los grupos paramilitares y de militares en diferentes técnicas y en el manejo y empleo del sofisticado armamento que poseían. (Continuará)…

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Víctor J. Rodríguez Calderón


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