Clase Media Revolucionaria

Abdicación de la soberanía

Desde el punto de vista de la historia, del sentido de pertenencia y de trascendencia, de la misma identidad como continente, lo más grave del episodio de las bases militares es la abdicación de la soberanía en la cual el Presidente Uribe ha comprometido al hermano pueblo de Colombia y a toda América Latina. Las consecuencias de esa entrega son impredecibles. No se ven de inmediato, no son necesariamente perceptibles al ojo humano pero sí lo son al corazón y al alma de la América Latina inmemorial. Son las heridas profundas e irreversibles que causan las venas abiertas de tanto atropello y saqueo en nuestro continente y que hoy vuelven a abrirse. Este es el imperdonable error de Uribe con nuestra historia. Y ese golpe, tan fuerte como del odio y de la insolencia del capitalismo, no sólo le duele a Colombia, sino nos duele a todos los latinoamericanos.

Levantemos a Simón Bolívar de su tumba y preguntémosle si no hay abdicación de la soberanía. Interroguemos a Martí con la misma pregunta. Llamemos a Cuauhtémoc, a Túpac Amaru, a Hidalgo, a Morelos, a Morazán, a Sucre, a Jacobo Arbenz, a Joao Goulart, al Che Guevara, a Salvador Allende. Todos ellos ejecutados, asesinados o derrocados. Volteemos nuestra mirada devastada sobre Tenochtitlán, el Potosí y Ouro Preto. Indaguemos con el azúcar, el caucho, el café, el algodón, la canela, el cobre, el hierro, el oro y el petróleo de nuestros suelos expoliados. Todos ellos darán la misma respuesta.

“No hay renuncia ni de un solo milímetro de la soberanía de Colombia”, dice Uribe. Es una afrenta a nuestra memoria histórica esa afirmación. Uribe señala que toda acción estará bajo el control y la supervisión de los militares colombianos. Como alguien dijera, no recuerdo quién, un General Rodríguez no le da órdenes a un General Johnson, ni a un Coronel Wilson, ni siquiera a un Capitán Smith. Los militares gringos tienen inmunidad en Colombia y pueden cometer cualquier tropelía sin sufrir consecuencia alguna. Y su sola presencia en nuestras tierras es una inmensa ignominia. La abdicación de la soberanía tiene mucho que ver con el abandono de la dignidad. Las dos palabras, soberanía y dignidad, se entrelazan y siguen un mismo camino, hoy son pisoteadas en un lugar de nuestra patria grande. Levantemos a Bolívar de su tumba y preguntémosle. Interroguemos a Martí…


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Reinaldo Quijada


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