No fue Barack Obama quien hizo fuertes, con armas y dinero, a los talibanes en su guerra contra Rusia. Tampoco fue quien los llevo al poder en Afganistán y mucho menos quien planificó un atentado contra las Torres Gemelas que sirviera de excusa para invadir ese país y controlar así los negocios del gas, petróleo y opio.
Es, sin embargo, el ganador del Premio Nobel de la Paz quien continúa con la guerra de Bush y ha decidido, en consecuencia, incrementar el número de muertos y lisiados a través del recrudecimiento de los bombardeos y el incremento de tropas gringas en la región. En Oslo (donde eligen al ganador del premio) seguramente consideraron como excelentes estas credenciales, pero por si alguien osaba cuestionar la legitimidad de la elección, incluyeron en el currículo de Obama la elección fraudulenta de un presidente cipayo en ese pobre país… ¡Viva el Premio Nobel de la Paz¡
Es completamente cierto que mientras Obama disfrutaba de los beneficios de una ascendente carrera profesional y política; mientras levantaba el brazo en el congreso norteamericano para apoyar la mayoría de las acciones del gobierno de Bush o mientras se devana los sesos buscando justificaciones para mantener en vigencia una ley violadora de los derechos humanos como la Ley Patriota; miles de hombres y mujeres dedicaron y dedican su vida a la lucha por la paz, la igualdad y la justicia.
Todos estos últimos compitieron con Obama por el premio, pero lamentablemente ninguno de ellos ha hecho por la paz de Irak, lo que ha hecho el gringo.
Obama no inició la Guerra de Irak, ni inventó las mentiras de las armas de destrucción masiva, ni asesinó al Presidente de ese país, pero mantiene la guerra con la esperanza de que cuando se dobleguen o mueran todos los Iraquíes seguramente se alcanzará la Paz… ¡Qué viva el premio Nobel de la Paz!
Obviamente no es Obama el responsable de la creación del Estado de Israel y mucho menos de armarlo hasta los dientes. Tampoco es responsable de los crímenes cometidos contra el pueblo palestino.
Ahora, de lo que si es responsable, y eso le sumó puntos a la hora de seleccionar al ganador del Premio Nobel, es de apoyar el derecho que tiene el gobierno de Israel a defenderse con metralla, misiles y tanques, de las piedras que le lanzan los palestinos hambrientos de Gaza.
No puede nadie negar que apoyar a los rubios israelíes, que hablen inglés, a exterminar a esos “violentos y atrasados árabes” es una enorme contribución a la paz mundial.
¿Quién mejor para ganar el Premio Nobel, que el hombre que en su lucha por la paz bloquea y acorrala a Irán por el uso de la energía atómica, pero se hace el loco con las armas nucleares en poder de Israel? ¡Viva el Premio Nobel de la Paz!.
Obama, a la calladita, venía sumando puntos en su aspiración de lograr el Premio Nobel de la Paz. Se equivocan quienes piensan que se trata de una estrategia para proyectarlo como el líder (o el gringo) que el mundo necesita.
El mantener operando la cárcel de Guantánamo es una contribución invalorable a la paz del planeta y seguramente tuvo su peso al momento de decidir por el ganador. Que se torture, que se asesine, que se mantenga presos a seres humanos sin juicio y sin derecho a la defensa son nimiedades al lado de los beneficios de mantener encerrados a hombres y mujeres que según los gringos son terroristas.
Como si todo lo anterior no fuese suficiente, Obama tenía reservada su mejor jugada para los meses previos a la elección del ganador. Siete nuevas bases militares gringas se anunciaron para Colombia. ¿Quién puede dudar que esas bases serán un impulso a la paz de la región y que los gobiernos y los pueblos de Venezuela, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Argentina están felices con el anuncio?
En definitiva ¡Viva el Premio Nobel de la Paz!
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