Otra vez la revolución se tragará los perniles de Maduro

¡Qué buena vaina: perniles no hay!

Conté los días desde que el presidente Maduro dijo, que los perniles estaban por llegar y que los Claps los repartirían, que por lo que veo a Freddy Bernal, le entró la patulequera de jodernos la paciencia, y se le enfriaron las bolas navideñas de la democracia y no encontró puerco que matar que por él sin sabor quedamos después, que acabó con todos los conejos de Venezuela.

Otro engaño que nos meten por la boca, y menos mal que no fue por otra parte. En verdad consideración no tienen por nosotros y, cuando quieren nos tiran por el barranco del capitalismo, que el que quiere pernil que los compre al precio de Fedecámaras que en eso son muy hábiles los escuálidos y, más en este laberinto de precios que al -dolartoday- están acabando con nuestras vidas.

A mi pernil lo metí en el horno de mis esperanzas comenzado el mes de diciembre, que bien apretujadito de adobo caro, bañado de jugo de naranja lo hundí en una bandeja bien tapadito con papel de aluminio como pensé, hoy lo horneo después de haberlo bañado con limón antes y, lo destapó cuando se desprenda del hueso. Pero quien quedó desprendido de una tortura agotadora, reconozco que fui yo, entre los miles que comieron primero que yo por sus ojos de hambre, y hasta llegué a soñar que después de fileteado cada vez que abriera la nevera me acordaría de Maduro y, cuando quisiera a lo mejor cubierto de cebolla y tomate lo devoraría con un buen vino blanco de esos que producimos de contrabando de otros países, pero mayor maltrato a mi consideración y respeto, no puede ser, pues con lo que cobro por la pensión del gobierno no me da para tantas pretensiones juntas de lo imposible de caro que están tanto la cebolla como el tomate, y el vino, vino y se fue -¡pobre de mí! ¿Y cómo puedo ser feliz en estas Navidades? Si nada de lo que quiero comer puedo. ¡Ah, Maduro! Ni que fuera, Rafael Ramírez Carreño.

A veces o por veces a uno lo pescan por pendejo con sebo barato, y no quiero creer que Maduro por segundo año nos tomé el pelo que si lo hiciera un 28 de diciembre sería lo de menos. Pero después que calienta los ánimos del pueblo chavista con poner perniles al alcance de los que hoy más que ayer tienen la necesidad aglutinante que le acerquen a la boca lo que se pueda comer a precios asequibles, que populacho de esta revolución nos lo merecemos por la escasez contagiosa a diaria en el país, y no vengan a decir ahora que es por culpa de Julio Borges que salió fuera de Venezuela a matar los cochinos del mundo, para complacer a Trump en su desvarío de jerarca infernal o, que a los cochinos del mundo les dio mal de rabia agresiva contra los venezolanos de pelarle el rabo.

¿Y, ahora que me queda? Tragarme los dos perniles que tiene la vecina pudiera ser la primera opción. Aunque descartable al no comer carne humana, y eso me hundiría en un homicida: desleal-vecinal- perverso. Nada revolucionario que a ella bajo esta crisis le ha costado mantener su figura de mujer entera, y la otra opción más peligrosa sería robarle la cochina al dominó de la MUD trancada como está de ganas contenidas.

Ahora bien: esta calentera turtuosa no es mía sola, que adonde voy la gente está engrinchada en contra de Maduro de su conjuro de mentiras como sino tuviera oficio de qué ocuparse en vez de repartir perniles a diestro y siniestro, y otros más osados nos gritan que se coman sus perniles ellos mismos como hicieron el año pasado o, sino que se lo metan ... por los ojos a los gringos, para que se den cuenta que aquí somos felices con guerra o sin guerra, y en Navidad mucho más, y lo peor que me pasa es que cuando oigo un puerco gruñir, la sangre se me enciende de tristeza, la boca balbucea frases oscuras cuando las tripas chocan de inmisericordes y, un aire de desesperanza me atrapa y juro que nunca más veré a Maduro por tv y bailando salsa con Cilia menos, que como castigo al dejarnos nuevamente sin pernil es más que suficiente de mi alejamiento pernilero.

Razón tiene el cardenal Urosa Savino que al decir que con lo caro que está todo y más la comida: mejor es meterse a cura y cosa que, para mayor vaina no puedo hacer, que como viejo apelmazado con una tonelada de años encima me gusta quedarme con la limosna, y a decir del Gabo, que a los viejos nos gusta echarnos años encima, para que nos vean más joven. Pero yo lo hago con la sana intención que Maduro sepa que los dientes de mi paciencia comienzan a caerse de rabia sin poder obtener mi pernil que me arranca las ganas

¿Entonces, Maduro, te volviste a salir con la tuya? ¡Qué lo disfrutes! Que a lo mejor el año que viene el pernil no se te resbale, ni te queden ganas de jurungarle el rabo a animal que no conozcas.

Con pernil o sin pernil de cara o sello -paso.



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Esteban Rojas


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