La crisis económica y humanitaria en la que está instalada Venezuela desde hace años ha llevado al Fondo Monetario Internacional (FMI) a recortar, más aún, sus previsiones económicas sobre el país. En sus últimas perspectivas trimestrales, la institución dirigida por Christine Lagarde destaca que Venezuela ha destruido la mitad de su producto interior bruto (PIB) real desde 2013 debido al hundimiento de la producción de petróleo y al empeoramiento de las condiciones de los sectores no ligados a la energía. Sin duda, la aparición del cuerpo castrense, FANB, en las actividades de mercadeo de la nación venezolana ocasionó un degaste a su propia creación, donde siempre ha reinado la corrupción vertiginosa de sus cuerpos élites.
Ya en octubre, el Fondo apuntaba que la caída de la economía venezolana se habría contraído en un 14% en 2017, y que esperaba que a cierre del año pasado la caída fuera de otro 18%, más un 5% adicional para este ejercicio. Hay que remontarse hasta 2013 para encontrar un año en el que la economía del país creciera, un 1,3%. Desde entonces, el PIB venezolano se ha contraído un 49,6%. Es de destacar que el FMI posee un perfil estadístico propio acorde con las normas internacionales del mundo financiero.
El FMI ya había incluido a Venezuela en octubre del pasado año entre las grandes crisis económicas del siglo XXI, un listado dominado por países que han sufrido conflictos bélicos. Entonces, el Fondo calculaba una caída del PIB por habitante del 37% desde 2013 hasta 2017, pero aún no había tenido en cuenta en el cómputo el desplome de la economía del pasado año y las malas perspectivas para este. Usando estimaciones de la base de datos del propio FMI, se prevé que la caída del PIB por habitante en dólares del 47% desde 2012 a 2019. Sí lo que se mide es en términos corrientes, el desplome es aún mayor. El PIB por habitante de Venezuela ha pasado de los 11.287 dólares de 2012 a los 3.100 estimados para este año, un hundimiento del 73%, siempre según las previsiones del FMI.
El incapaz líder socialista venezolano Nicolás Maduro está atrapado en un movimiento de pinza que en gran medida es obra suya. Los manifestantes en las calles exigen su expulsión y el líder de la oposición, Juan Guaidó, se ha declarado presidente interino. La herida autoinfligida de hundir la producción de petróleo, sin embargo, es lo que provocará su final.
Maduro comenzó un nuevo mandato de seis años a principios de enero, tras unas elecciones celebradas el año pasado que fueron boicoteadas por la oposición y condenadas como profundamente irregulares por Estados Unidos, la Unión Europea y muchos vecinos latinoamericanos.
Desde que Maduro tomó el relevo de su difunto mentor Hugo Chávez en 2013, el Producto Interior Bruto de Venezuela se ha reducido a la mitad, la desnutrición se ha disparado y millones de venezolanos han huido del país.
La inflación podría llegar a 10 millones por ciento este año, según el Fondo Monetario Internacional. La mayor parte de la culpa de la debacle económica reside en el incompetente estatalismo del Gobierno de Maduro.
Una parte clave de esta película de terror ha sido la compañía petrolera estatal PDVSA (Petróleos de Venezuela). Después de años de ser tratados como una herramienta de política social, privada de inversiones básicas en mantenimiento y manejada por lealistas ideológicos en lugar de profesionales del petróleo, la fuente de prácticamente todas las ganancias en divisas de Venezuela está en serios problemas.
Una encuesta de Reuters sobre la producción de crudo de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo situó la producción de Venezuela en 1,2 millones de barriles diarios en diciembre, 600.000 barriles por debajo de los 1,8 millones del año anterior.
las presiones financieras no harán más que empeorar.
El fin de semana, Maracaibo, era un pueblo fantasma. La semana comenzó igual. Negocios cerrados, calles oscuras con la huella de las protestas nocturnas y la gente resistiendo las altas temperaturas que superan los 30 grados centígrados en una región donde el aire acondicionado es casi un artículo de primera necesidad.
“El lunes los niños no tuvieron clases y este martes las maestras nos avisaron a media mañana que podíamos llevar a los niños porque había llegado la luz”, cuenta Andreina Parra, de 36 años de edad, mientras hacía una fila por más de dos horas para cargar combustible en una de las pocas estaciones que estaba prestando servicio porque tenía luz.
Es tiempo de planificar en grande, de despilfarro, de endeudamiento sin tasa y múltiples ocasiones para la corrupción.
La nacionalización infundió un sueño que Pérez llamó Gran Venezuela, cuyo programa insignia fue el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho. Miles de jóvenes marcharon como becarios a Estados Unidos y a Europa. Estudiaban disciplinas tan dispares como ingeniería de yacimientos, economía, medicina, lingüística transformacional, cine y astrofísica. La prensa los llamó “hijos de la nacionalización”.
Nacido en 1949, Carlos había sido ya, él también, becario en Europa, primero de sus papás y, luego, del Partido Comunista de la Unión Soviética. Fue en Moscú donde los movimientos palestinos lo captaron hacia 1970. Desde sus primeras andanzas como terrorista y sicario compartió veladas y lecho con bellas hijas de la nacionalización mientras sembraba la muerte por toda Europa con grotesca y sanguinaria chambonería.
Un torcido orgullo patriotero hizo que muchos becarios hallasen halagüeño que un compatriota hubiese comandado el brutal asalto en Viena. La coincidencia OPEP-Carlos quizá simbolizaba para ellos que Venezuela, ahora acorazada con petrodólares, podría llegar a ser un insoslayable jugador geopolítico, incluso en Oriente Próximo. Hasta el embajador venezolano ante la OPEP se ufanó de ser compatriota de Carlos, su homicida captor.
Meses antes, Carlos había asesinado en París a dos agentes del contraespionaje francés y a un soplón argelino, justamente en el curso de una fiesta de becarios venezolanos. La infructuosa cacería humana desatada en su contra en toda Europa y los sucesos de Viena dieron forma al mito de El Chacal, donjuán criollo, transgresor de reglas universales que invariablemente se sale con la suya confundiendo a los gringos.
La escena del crimen fue un minúsculo apartamento de 35 metros cuadrados. Sin embargo, yo calculo en varias centenas los exbecarios que he conocido que aún afirman vehementemente haber presenciado allí la balacera.
Los rehenes de Viena fueron liberados en Argel. Para iracunda decepción del Frente Popular palestino, Argelia entregó a Carlos una suma que pudo llegar a los 50.000 dólares, a cambio de las vidas de Yamani y Amouzegar. Entonces, Carlos desapareció con el dinero.
Cuando volvió a vérsele, había roto con el Frente Popular y privatizado a su favor la empresa de ataques terroristas por encargo. Durante más de una década, Carlos la ofreció en outsourcing desde sedes dispersas en Europa del Este y el Cercano Oriente. Según sus cálculos y propia admisión, durante esos años causó la muerte de al menos 1.500 personas. Aunque llegó a convertirse al islam, no logró vencer nunca su adicción al whisky.
La nacionalización no cumplía aún veinticuatro meses cuando la Gran Venezuela se vio en aprietos con su deuda exterior. Dos nuevos booms sucesivos, la revolución iraní en 1980 y la guerra entre Irán e Irak en 1981, alteraron la dinámica del negocio petrolero global y por largo tiempo no hubo sino precios bajos. Desde entonces se manifestó en Venezuela un perverso y sostenido ciclo inflacionario que el socialismo del siglo XXI elevó a niveles catastróficos.
Hugo Chávez presidió el boom de precios más prolongado de la historia. A su turno privatizó PDVSA para sus propios demenciales fines de revolución hemisférica, volatilizando en tres lustros más de 800.000 millones de dólares. La deuda exterior supera hoy los 170.000 millones: el 152% del PIB. Sus extravíos totalitarios lo llevaron en 2003 a desmantelar la estatal PDVSA con el despido masivo de 19.000 gerentes y técnicos, la mitad de su nómina. El socialismo del siglo XXI procedió al saqueo masivo y sostenido de los ingresos petroleros y redujo la petrolera a un disfuncional y corrupto ministerio de ineficaces programas sociales.
La caída del muro de Berlín clausuró en 1989 las bases de Carlos en Europa Oriental. El terrorista, ya cuarentón, contempló brevemente mudar su operación y hasta llegó a sondear a las FARC colombianas. Al cabo, se decidió por Damasco solo para verse opacado por la marea yihadista. Cuando Siria entró en coalición con EE UU, poco antes de la primera guerra del Golfo, Carlos debió abandonar el país. Finalmente, en 1993 se refugió en Sudán. Sus rumbosos guateques y su modo de bailar lambada cobraron justificada fama en Jartum.
En 1994, Carlos fue entregado ignominiosamente por sus propios anfitriones a las autoridades francesas. En 2017, la industria petrolera venezolana entró en una espiral de muerte hecha de improductividad, desinversión y saqueo multibillonario. A ella ha contribuido decididamente la fracción chavista de gerentes exbecarios.
A finales de marzo pasado, Carlos, quien se describe a sí mismo como un “revolucionario internacional”, escuchó de un juez francés la tercera de una serie de sentencias a cadena perpetua mientras la industria petrolera venezolana languidece esperando el momento de declararse definitivamente en default.
Ahora a PDVSA se le suma la FANB, nunca preparó un ejército idóneo, siendo un país petrolero. Se dedico a comercializar hortalizas y nunca se cristalizó el mantenimiento del submarino envejecido sábalo que tiene un tiempo aproximado de ocho, 8, años en rada para mantenimiento con un presupuesto exiguo y materiales de segunda, con un personal dedicado para su mantenimiento totalmente extranjero.
De repente, el tiempo político se desbocó en Venezuela. En el mismo país en el que hasta hace pocas jornadas lo más probable era que no pasara nada, ahora cualquier cosa es posible. Muchas cancillerías americanas habían marcado en rojo el 10 de enero, inicio del segundo mandato de Nicolás Maduro, considerado ilegítimo por buena parte de la comunidad internacional y la oposición interna. Pese a esperarse protestas, las expectativas de que ocurriera algo excepcional eran bajas y la creencia extendida era que el chavismo se aferraría a sus sillones. Pero, en el momento más inesperado, ocurrió un hecho excepcional que cambió todo. El nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, alzó su voz y la puso, junto con su cargo, al servicio de la causa democrática, con el principal objetivo de sacar a Maduro oposición y a buena parte de la sociedad venezolana, sumidas en un período de división y letargo. Voluntad Popular, su partido y el de Leopoldo López, decidió condicionar la agenda a partir de sus propias expectativas, con un importante éxito momentáneo.
La última palabra la tiene Trump y Lagarde. China y Rusia solo llaman a un respeto de no intervención y sacan los verdaderos compromisos de duda de Maduro con ellos a costa de nuestro oro, sin olvidar a Turquía, esa es la verdadera razón por la cual el Sr. Maduro no puede seguir en la presidencia, El CNE dio unos resultados con unos votos asistidos que sobrepaso los niveles de la democracia venezolana y esto es una razón de fraude electoral.
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