Por lo general pensamos que la naturaleza es perfecta y que nunca se equivoca, en caso tal, si lo hiciese, esta misma busca y aplica sus correctivos. Nunca se sabrá la razón de la desaparición de los dinosauros y de otras especies. Existen diversas teorías para explicarlo, pero como aquello sucedió hace millones de años es casi imposible encontrar la verdadera causa. Se podría pensar que tal suceso ocurrió por una equivocación de la madre natura que consintió la evolución de una especie que no pudo sobrevivir debido a los cambios climáticos o por otro motivo. Así como lo anterior, ocurrieron diversos fenómenos que se podría pensar que acontecieron, por un error de la naturaleza, como consecuencia del proceso evolutivo.
La teoría evolucionista confirma que los seres humanos son producto de la evolución de las especies. Nuestro origen está en algún animal, que podría ser un mono, un chimpancé o algún gorila que se desarrolló y se transformó en un homínido, hasta llegar al homo sapiens que derivó, transcurrido millones de años, en lo que hoy se conoce como "animal racional".
Los estudiosos del tema suelen afirmar que con la llegada del ser humano la naturaleza logró la perfección, dado que estaríamos en presencia de un ser racional que lo coloca en la cumbre de la escala, por encima de los otros animales considerados irracionales o no racionales. En este caso, el nuevo ser abandona los instintos que le permitió a los irracionales sobrevivir por miles de años hasta comenzar a usar la razón, capacidad del cual los seres humanos se sienten orgullosos. Pareciera que con esta los racionales se propusieron a dominar la naturaleza. Es a partir de aquel período cuando la mente humana comienza a establecer relaciones entre ideas y conceptos, así mismo logra obtener conclusiones o formar juicios.
Cuando los animales cuadrúpedos evolucionan y se hacen bípedos se da inicio a la gran tragedia de la naturaleza. Comienzan agruparse para cazar y dominar a otras especies de la naturaleza, más fuerte que ellos, para así saciar las necesidades básicas, como son la vivienda, la alimentación y el vestido. Hasta aquí no hubo problema. Los seres racionales no tenían necesidad de almacenar productos sino solo para sobrevivir durante los periodos fríos y tampoco, tenían interés en apropiarse de lo ajeno, es decir la propiedad privada no existía.
Las ciencias especializadas en el tema, una vez que apareció el ser racional pensaron que la evolución se había detenido. La naturaleza había llegado a la perfección y los doctos no se ocuparon de clasificar esta nueva especie en otras subespecies. Pero las ciencias sociales tomaron otro rumbo y prefirió separarla, no en subespecies sino en grupos que llamaron "clases sociales", que las más conocidas son los pobres y los ricos, o mejor dicho, los explotados y los explotadores. Dentro de la primera, hay varias escalas o subclases que van desde los indigentes o los "sin nada", incluyendo los asalariados que sobreviven con sueldos de hambre, hasta los obreros de todo tipo. También se agrupan en esta a la mal llamada clase media, donde se destacan los profesionales que ocupan cargos en la administración pública y privada. En la otra clase, los explotadores, descuella una clase social, que para seguir las reglas antiguas la denominaré en latín "capitalist hominem", es decir la "persona capitalista", o simplemente "el capitalista".
El capitalista es un ser humano que se desenvuelve dentro de un sistema socioeconómico llamado capitalismo, en este los medios de producción y distribución son de propiedad privada con fines de lucro. Podemos afirmar que los capitalistas poseen y controlan los medios de producir riqueza.
Está claro, el objetivo del capitalista es producir fortuna y para el logro de tal objetivo, basado en la competencia, no les importa la forma como lograr su propósito. Y tal como se hizo en la antigüedad, cuando los burgueses se aliaban con los reyes, los capitalistas buscan alianzas con gobiernos que los ayuden a acrecentar sus cuentas bancarias.
Para el logro de sus objetivos, aumentar sus riquezas, el capitalista no se detiene ante nada. Por tal razón, para esta clase social la naturaleza es un proveedor de beneficios económicos y no un hábitat donde coexistían, en una especie de armonía desde hace millones de años, animales, vegetales y minerales. Los capitalistas acabaron con tal concordia y se convirtieron en los peores depredadores ambientales que contaminan el aire, las aguas y la tierra en su afán de obtener riquezas inconmensurables. El proceso de deterioro de la naturaleza es tal, producto de la explotación incontrolados de los recursos naturales por parte de los capitalistas, que existen expertos que le ponen una fecha no muy lejana, la muerte del planeta.
Para los capitalistas los seres humanos no son más que un instrumento de trabajo que sirven para obtener y acrecentar riquezas y por tal razón los somete una vil explotación, sin importarles la calidad de vida y mucho menos las condiciones de trabajo.
El capitalista busca cualquier forma para aumentar sus riquezas y por eso la inquieren en cualquier sitio del planeta y por cualquier método. En caso de no obtenerla por las buenas, utiliza el más cruento método para apoderarse de los recursos naturales de las otras naciones: la guerra. Este procedimiento ha sido el más utilizado por ciertos seres humanos, sobre todo los capitalistas, para apoderarse de los bienes ajenos, sin importarle, en lo más mínimo, los destrozos que dichas conflagraciones puedan ocasionar, las muertes, los heridos y las culturas arrasadas.
Por lo anterior, si existe una especie que atenta contra el desarrollo normal de naturaleza quiere decir que los capitalist hominem, es decir, los capitalistas, son una equivocación, mejor dicho una aberración de la naturaleza, dispuesto a acabar con millones y millones de años de evolución. Son estos malévolos los responsables del fin de la existencia de planeta en su afán de acumular riquezas.
La prueba más evidente de lo que son capaces los capitalistas depredadores la tenemos en Venezuela. Actualmente nuestro país está sometido a un criminal asedio propiciado por grandes corporaciones económicas y financieras globalizadas, en alianza con un grupo de traidores abanderado por el títere Juan Guaidó, un perro faldero del colorado Donald. Este impío rubicundo está sometiendo a los venezolanos a sanguinarias pruebas, que van de la imposición de sanciones y bloqueos económicos que nos impide obtener medicinas y alimentos, hasta la más temeraria y criminal como es el saboteo eléctrico que afecta a más de 30 millones de personas, tantos venezolanas como extranjeros, tantos chavista como opositores, simplemente por el interés de un grupo de malvados adinerados extranjeros de apropiarse de nuestra riquezas. La injerencia del gobierno de EEUU en la política venezolana ya no es subrepticia, es declarada y nos condena a sufrimientos de forma descarada, simplemente porque el gobierno del presidente MM decidió, tal como lo hizo mi comandante Chávez, a utilizar nuestra riqueza en el desarrollo del país y no que ingresen en los bolsillos de los capitalistas globalizados.
No permitamos que aquellos aberrados de la naturaleza se apoderen del país, es imprescindible que los venezolanos enfrentemos a la marioneta de Donald, el traidor Juan Guidó y a sus mesnadas sedientas de dinero. Todos ellos en su empeño de subastar el país a las empresas globalizadas y quedarse con suculentas comisiones. Es bueno recordar las palabras del titán y el forjador de repúblicas, el general Simón, quien siempre tenía una palabra de aliciente, tal como lo muestra el párrafo de la misiva dirigida a Miguel de la Torre en 1821: "No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan". Lee que algo queda.