No solamente es el rey del Mundo, porque Dios Dinero también gobierna tu vida, gobierna cada paso de tu camino, gobierna la razón de tu cerebro, gobierna cada latido de tu corazón, y gobierna tu efímera existencia en el planeta Tierra.
Bíblicamente, podemos leer en 1 Juan 4:8 que el apóstol escribió lo siguiente:
"El que no ama el dinero, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor al dinero"
No busques el versículo en la corona de Reina Valera, no busques el versículo en la corona de King James, no busques el versículo en la nariz de Pinocho.
Yo tengo la auténtica Santa Biblia, firmada y autografiada por el famoso apóstol Juan, quien fue estrella de los Yankees de Nueva York en la temporada previa al Apocalipsis, cuando tuvo que cambiar el éxito en las grandes ligas de béisbol, por la pluma y la letra de una tenebrosa leyenda de Halloween.
Si quieres te vendo mi Santa Biblia, pero no te voy a vender el autógrafo de Juan.
Todos fuimos bautizados por Dios Dinero, porque desde nuestro nacimiento y hasta nuestro fallecimiento, necesitamos su apoyo, su misericordia, su piedad.
Dios Dinero es el alfa y la omega, es el principio y el fin, es el primero y el último.
El eterno amor que demostramos sentir hacia Dios Dinero, es el cáncer capitalista que carcome todos los años del consumista siglo XXI.
No es que yo sea un hombre entrometido, pero quisiera saber:
¿Cuánto tiempo vives en comunión con tu teléfono inteligente?
¿Cuánto tiempo vives en comunión con tu automóvil?
¿Cuánto tiempo vives en comunión con el televisor de tu casa?
¿Cuánto tiempo vives en comunión con la pantalla de tu computadora?
¿Cuánto tiempo vives en comunión con toda la comida que te comes a diario?
¿Cuánto tiempo vives en comunión con el narcisismo del espejo?
¿Cuánto tiempo vives en comunión con la almohada de tu cama?
¿Cuánto tiempo vives en santa comunión con Jehová de los Ejércitos?
Yo percibo que el pueblo supuestamente cristiano, que dice ser fiel adorador de Nuestro Señor Jesucristo, realmente pone en primer lugar a los objetos materiales y a los placeres mundanos, que terminan poniendo en último lugar a la figura de un dios de pacotilla, con quien nadie se comunica, con quien nadie convive, y con quien nadie medita en santa comunión.
Todo lo queremos comprar, todo lo queremos comer, todo lo queremos tener.
Pagamos el matrimonio con billetes en efectivo, procreamos hijos biológicos con la tarjeta de crédito, y construimos una familia con una mísera criptomoneda.
Pagar el agua, pagar la electricidad, pagar el gas. Comprar las velas para encender la magia del milagroso santo, comprar el escapulario para matar las supersticiones, comprar la cruz barnizada para proteger el futuro familiar.
Con una relajante y gratuita masturbación se acabarían nuestros problemas, pero Dios Dinero exige comprar un título universitario, comprar un trabajo de buen salario, comprar la suerte de la lotería, comprar el destino sin destino.
Todas las sectas cristianas comparten la adoración a Dios Dinero. Adventistas, mormones, católicos, sadomasoquistas, luteranos, jalapeños, nazis, pendejos, socialistas, vagabundos, satánicos, ladrones, fariseos, laicos y protestantes.
Todas las sectas cristianas adoran el dinero que reciben por la ofrenda, por el diezmo, por las donaciones, por las dádivas, por las limosnas, por los aguinaldos, por los sicarios, por la anarquía, por el culo, y por la prostitución de la fe en Jesús.
Todas las sectas cristianas son homofóbicas, pero si una lesbiana quiere donar miles de dólares a la iglesia trinitaria, y si un gay quiere donar miles de euros a la iglesia del Pentecostés, seguro que el pastor de la iglesia hablará la misma lengua de los homosexuales, y expiará con alegría los peores pecados de los travestis.
Si queremos que el evangelio sea predicado a toda nación, lengua, tribu y pueblo, primero hay que pedirle mucho dinero a Dios Dinero, para que el evangelio rompa las fronteras y sea predicado a todo pueblo, tribu, lengua y nación.
Todos adoramos al mismo Dios Dinero. Negros, blancos y amarillos. Enanos y gigantes. Jóvenes y adultos. Chinos y cochinos. Narcotraficantes y musulmanes. Gordos y flacos. Ricos y pobres. Ratas y ranas. Extraterrestres y terratenientes. Violinistas y reguetoneros. Todos adoramos la plata del mismísimo Dios Dinero.
Nadie rechaza tener más dinero, porque el dinero nunca es suficiente para vivir.
Por amor al dinero, podemos mentir, podemos traicionar, podemos robar, podemos fornicar, podemos herir, podemos esclavizar, podemos rivalizar, podemos soñar, podemos payasear, podemos drogar, podemos olvidar a Jesús.
Dicen que la adicción al dinero es la causa de todos los males, y aunque el Dios de Abraham puede curar cualquier mal que agobie la fe del cristiano, los dioses de la WWE pueden curarse el organismo con esteroides, para luchar en el cuadrilátero de un fantasioso espectáculo, que despierta la euforia de sus devotos.
Somos capaces de escalar el Everest para conquistar un miserable centavo, pero somos incapaces de arrodillarnos por tan solo cinco minutos del día, para santificar el sagrado regalo de la vida cristiana, estando en sincera comunión con la santa palabra de Jehová.
Vivimos 24 horas en santísima comunión con el dinero, porque mientras vomitamos la carne de las sabrosas hamburguesas, y hasta cuando dormimos la borrachera con eructos de madrugada, siempre estamos pensando y soñando con enriquecer nuestra inmunda espiritualidad, mediante las clásicas y ecuménicas ambiciones económicas que rinden tributo al egoísmo, a la envidia, a la corrupción y a la gula.
Oh querido hermano, hoy yo deseo preguntarte:
¿Con quién vives en santa comunión?
¿Vives en santa comunión con Jehová, o vives en santa comunión con las redes sociales, con el comercio electrónico, y con las aplicaciones del androide?
¿Vives en santa comunión con Jehová, o vives en santa comunión con el famoso deportista de moda, con la bellísima cantante de moda, con el líder político del gobierno, y con el guapísimo actor de moda?
¿Quién es realmente tu Dios y a quién realmente adoras en la vida?
Francamente, yo estoy seguro que usted adora a Dios Dinero, porque eres otro diablito asalariado y esclavizado en la Tierra, por culpa de las píldoras capitalistas y de los venenos pornográficos, que destruyen la salud mental y que perjudican el sano discernimiento de los ciudadanos, quienes se sienten obligados a desear y a poseer hasta la basura, que venden en cualquier mercado del Mundo.
No importa el precio a pagar para comer la eterna basura, porque solo importa mi satisfacción personal, mi autorrealización, y mi bienestar financiero.
En el pasado, yo tuve que convivir con unos vecinos invasores e infernales, que simbolizaban los siete pecados capitales. Sinceramente, odiaba a mis vecinos. Esa inolvidable gentuza era babilónica, gritona, hedionda, grosera, tracalera y orgullosa.
Un domingo de resurrección, mis vecinos hicieron una barbacoa familiar, y recuerdo que entre el enfermizo olor a carne asada, entre la algarabía por los asquerosos chistes sucios, entre el calor por tanto humo y fuego zuliano, y entre los tragos y más tragos de cervezas, se escuchaba el coro de una canción que sonaba con estruendo, y retumbaba los oídos de cualquier persona del vecindario.
Recuerdo que el coro de la canción decía: "Amor con hambre no dura, ni que el amor sea sincero"
La primera vez que escuché la letra del coro, me molestó bastante la elocuencia de aquellas satíricas palabras, no sé si fue por el escandaloso alto volumen, o porque la canción decía una incómoda verdad, que resultaba difícil de asimilar.
Sin embargo, el tiempo esfumó la fiesta brava y se fue el domingo de resurrección, se fue la borrachera de fin de semana, se fue la policía por la alteración del orden público, y llegó otro lunes con sabor a resaca.
Pero yo seguía recordando el coro de aquella incómoda canción.
"Amor con hambre no dura, ni que el amor sea sincero"
Fueron varios días de reflexión, y aunque mi cabeza suplicaba olvidar el maldito coro, yo empezaba a simpatizar con la lírica de esa canción.
Le preguntaba a mi conciencia: ¿Será cierto que el amor con hambre no dura, ni que el amor sea sincero?
Finalmente, tuve que reconocer la verdad que escondía el maldito coro, y aunque yo no soy fanático de la música tropical bailable, que tanto gusta en Venezuela y en las islas caribeñas, pues no tuve más remedio que aceptar aquella profética revelación, y me convencí de que el amor con hambre no dura, ni que el amor sea sincero.
Tan solo mira a tu alrededor, y dime cuán mentiroso soy. Esas cuatro paredes de bloques y cemento, encierran la fortuna y la presencia de Dios Dinero. Esa bella naturaleza de árboles y pajarillos, encierra la fortuna y la presencia de Dios.
Todo es obra y gracia de Dios Dinero, y en tu hogar no puede faltar la nevera llena de alimentos, la licuadora, la batidora, la lavadora, la secadora, el microondas, la estufa, la videoconsola, la cámara fotográfica, el reloj, la cama, el sucio retrete sin lavar, el sucio papel higiénico, las sucias velas encendidas, el sucio escapulario, y la sucia cruz barnizada para proteger el futuro familiar.
Si algo me falta, pienso en el divorcio. Si algo me sobra, pienso en el adulterio.
Pero Dios Dinero puede calmar la ansiedad, puede pagar los impuestos, puede vender indulgencias para asegurarnos una mansión celestial, puede traficar los mejores órganos en la puerta del hospital, puede comprar la abstinencia de los alcohólicos anónimos, y hasta puede equilibrar los chakras, a cambio de una perfecta monetización espiritual por parte del feligrés, del crédulo y del estafado.
Con la ayuda de Dios Dinero se consigue financiar la construcción de la iglesia, que servirá como un templo para rezar y pedirle a Dios, que nos ayude a conseguir el financiamiento, para la construcción de una nueva iglesia cristiana.
Mientras se construye un nuevo templo cristiano, Dios Dinero financia una nueva guerra con toda la artillería pesada de sus ametralladoras, tanques blindados, aviones de combate, granadas, submarinos, torpedos y huesos pulverizados.
Cuando Dios Dinero se cansa de matar a los animales, y los cadáveres mutilados brillan en los campos de batalla, siempre llega la hipocresía y la firma del famoso armisticio de paz, esperando que durante la tregua militar, Dios Dinero se lave las manos llenas de sangre, y financie una nueva guerra sin cuartel y sin fin.
Dios Dinero es un círculo vicioso, es un amén con los dedos cruzados, es Satán.
Parece que sin la ayuda de Dios Dinero, es imposible alabar a Dios, porque sin dinero no hay fe, sin dinero no hay un Cristo Vive, sin dinero no hay esperanza.
El amor al dinero crea la presencia de un Dios, que nos ayuda a descargar la culpa por nuestra egolatría, y que dependiendo a cuánto gane y a cuánto pierda, seré un poco más creyente, un poco más agnóstico, un poco más ateo.
La canción dice: "Amor con hambre no dura, ni que el amor sea sincero"
Pero yo digo: "Dios con hambre no dura, ni que la fe sea sincera"
Ahora todos los cristianos vamos a exclamar: ¡Dios con hambre no dura ni que la fe sea sincera!
No hay duda que Dios con hambre no dura, ni que la fe sea sincera, porque Dios ya no multiplica los panes por amor al prójimo, porque Dios ya no convierte el agua en vino por amor al prójimo, porque Dios ya no derrama leche y miel por amor al prójimo, porque Dios ya no pesca trillones de peces por amor al prójimo, porque Dios ya se olvidó del amor al prójimo, y porque en época de crisis en los bolsillos del pantalón, Dios termina siendo otro personaje del universo Marvel.
Es doloroso meter el dedo en la llaga, pero es más doloroso mordernos la lengua.
Ustedes no comprenden cuán amargas son las palabras que hoy escribo, y ustedes no comprenden el dolor que siento al concebirlas, pero antes que me parta un rayo, tengo que ser sincero, y expresar el sufrimiento que deviene de la realidad.
Podemos arrepentirnos por tanta osadía literaria, podemos pasar la vida enclaustrados en un frío convento y en un frío seminario, podemos desafiar a la macarena y transformarnos en los mejores Padres del Desierto, podemos ser cualquier cosa que podamos y queramos ser, pero sin la santísima ayuda del santísimo Dios Dinero, será imposible brindar por un nuevo amanecer en la vida.
Detrás del aleluya que cantamos en la misa dominical, detrás de los aplausos que glorifican a la eucaristía, detrás de la gran campaña evangélica que bautizó millares de pies hispanos, detrás de los misterios rezados con el poder del rosario, detrás del pesebre de diciembre y debajo del árbol de Navidad, hay un soberanísimo Dios Dinero que llamamos San Nicolás, Papá Noel, Santa Claus.
Dios Dinero es la consecuencia de la americanización del Israel Moderno, donde se lavan los dólares para que usted pare de sufrir con una linda garota, y donde se promete curar el cáncer con el agua turbia de todos los dólares lavados, porque siempre hay una dinastía que cruza el lodo del charco, y porque siempre hay un emperador que se enloda en su propio charco.
Para que la comida del supermercado aparezca en la mesa de nuestro hogar, para que los litros de gasolina nos conviertan en el empleado del mes, para que las sacrificadas neuronas disfruten leer las páginas de la Biblia, y para que nuestra voluntad no cambie el aburrido versículo por el pasional orgasmo, primero hay que postrarse y pedirle dinero a Dios Dinero, para que el oprobio de nuestra vida sea de color rosa, y para que pueda existir un Dios que otorgue sentido a la vida.
Toda mi vida he sido fatalmente humillado por mi grey. No esperes que el huérfano violado, se quede llorando y callado. Primero tengo que abrir mis ojos, para que luego usted pueda abrir sus ojos. Estamos ciegos, y aunque quisiera olvidar las pesadillas de ayer, aquí estoy perdiéndome en mis locuras.
Aquí estoy, escuchando los truenos, escuchando la sangrienta oscuridad de la lluviosa noche, escuchando cada gota cargada de amargura, desde mi ventana sigo escuchando la furiosa tormenta, escuchando todo lo que no quiero escuchar.
Supongo que debo darle gracias a Dios Dinero, porque tengo un techo para resistir la insaciable lluvia. Un techo que se construyó gastando dinero, porque si no hubiera gastado dinero para construir el techo de mi fortaleza, pues estuviera mojándome como un perro sucio en la lluviosa calle, viéndome empapado, engañado, embrujado, y preguntándome dónde está el Dios de Job.
Supongo que yo soy bueno y merezco tener un techo, porque el que no ama el dinero, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor al dinero.
Supongo que los perros de las calles no merecen tener un techo, porque los que no aman el dinero, no han conocido a Dios, porque Dios es amor al dinero.
Supongo que tengo que suponer la existencia de un dogma para seguir vivo.
Quisiera salir ileso de la tormenta, quisiera romper la soledad, quisiera empezar desde cero, quisiera vivir lo que no aprendí a vivir, quisiera ver la luz del sol que nunca me atreví a contemplar, quisiera perdonar la indiferencia de mis padres, quisiera maldecir todos mis lamentos.
¿Suicidarme? Todos los días lo pienso, pero yo sigo sirviéndole al Señor, tocando su trompeta en el campanario, matando con delicadeza a su pobre cordero, comiéndome su cuerpo, bebiéndome su sangre, santificando su hostia.
No tengo sotana de sacerdote para ministrar los sacramentos, pero puedo ver las manchas de semen en las sotanas de los sacerdotes.
Yo sé que la lluvia otorga la reflexión, y la nieve otorga la irreflexión.
Y no me digas que estoy equivocado, porque estoy cansado de estar equivocado, simplemente estoy cansado.
Hoy quiero saber que tengo la razón, hoy quiero sentir que estoy vivo, hoy quiero olvidarme de mis problemas.
Hoy no habrá una frase bonita para endulzar el final de la historia, hoy no habrá una frase bonita para que no te sientas mal, y hoy no habrá una frase bonita para que te duermas libre de pecado.
Jehová le ofreció dos caminos a la Humanidad. Por el camino difícil se iban a construir bombas atómicas. Por el camino fácil se iba a compartir el pan.
La Humanidad eligió construir bombas atómicas.
Por eso, hoy reina y señorea Dios Dinero. Reinan sus guerras, reinan sus injusticias, reinan sus leyes, reinan sus testimonios, reinan sus imperios.
Dios Dinero es el deseado de todas las gentes, es el conflicto de los siglos, es la fe por la cual vivo, es el camino a Cristo, es el ministerio de curación, es la educación.
Pídele a él que te consuele con dos tachuelas y un zapato, pídele a él que te diga una frase bonita, pídele a él que te lea el cantar de los cantares, pídele a él que te lleve al campamento Krusty, pídele a él que te venda un dólar de paz.
No te canses de comprar, no te canses de codiciar, no te canses de adorar a Dios Dinero, que es el único y supremo rey que gobierna el Mundo.
Yo me despido, otra vez besando a Judas y diciéndole adiós a Dios.