“La cuestión universitaria se ha convertido en parte de la rutina del día. El tema es de tal vigencia que aflora obligatoriamente en toda conversación de actualidad. Este hecho no debería extrañarnos en absoluto, pues la universidad es una entidad de extraordinaria importancia social. No podría ser menos: se trata de la cúspide educativa y del magno recinto de la cultura del pueblo.
Sin embargo, la imagen de la universidad no llega hasta nosotros con la tónica que esperamos. Es triste, pero del alma mater solo están surgiendo noticias alarmantes: irregularidad, desenfreno, desacato, irrespeto, subversión, violencia.
La contradicción entre lo que es Universidad y lo que ocurre en ella, lanza nuestra preocupación hacia extremos desesperantes. Precisamente donde se reúnen lo más elevado de nuestra juventud para recibir formación superior, donde se forja la clase dirigente del mañana, pululan actitudes poco esperanzadoras o estrepitosamente negativas.
¿Qué está ocurriendo en las universidades?
Corrientemente se atribuyen causas diversas a sus males; para unos, el subdesarrollo; para otros, la intromisión de la política; según terceros, se trata de la problemática general de la juventud. Pero no resulta tarea fácil diagnosticar el problema, y hacerlo de manera simplista nos conduciría a conclusiones erradas.
¿Subdesarrollo?
Se ha dicho que nuestra Universidad es una institución más viciada y conflictiva, como es propio de un país subdesarrollado. De allí se infiere que la crisis es sencillamente una expresión de atraso, tal vez no más que un residuo de “salvajismo de pueblo recién civilizado”.
Pero la aparición de tales signos en prestigiosos centros como Stanford, Berkeley, Nanterre y la Sorbona, obligan a pensar que la enfermedad académica, si bien influida por el grado de desarrollo sociocultural, no depende exclusivamente de él.
¿Causa política?
La tesis de que los conflictos universitarios son reflejo de un malestar propio de los países en vías de desarrollo, no tiene ya vigencia. Pero, por contraste, con facilidad tiende a aceptarse, en virtud del innegable matiz político que ofrecen las facetas más resonantes del proceso, que se trata de una suerte de conspiración internacional contra el sistema capitalista, la que están conjurados catedráticos in fluyentes de todo el mundo y a la cual se han incorporado por adhesión emotiva, vastos contingentes estudiantiles.
Es cierto que la situación universitaria se convierte en problema político en muchas oportunidades; pero, según nuestro parecer, el matiz político es más una consecuencia que una causa de su convulsión dinámica. Hay luchas universitarias en países totalitarios y en países democráticos. Universidades bajo régimen de fuerza como Haití y Paraguay, aparentemente están ajenas a estos problemas, pese al evidente malestar político de esas naciones; en cambio, gobiernos comunistas, como el de Polonia, se enfrentan a un creciente descontento estudiantil originado por problemas académicos. Estos hechos permiten interpretar que la crisis universitaria no tiene relación con el tipo de régimen, al menos en lo esencial. El fenómeno es supracapitalista y supracomunista. No se trata, pues, de un problema político; aunque pueda adquirir, circunstancialmente, ciertas modalidades especificas en este sentido.
¿Crisis de Juventud?
Descartadas las características anteriores, quedaría aún por pensar que el problema universitario de nuestro tiempo es producto de una especie de psicopatía colectiva, de un “enloquecimiento” de masas juveniles, por causa de “algo” no del todo diagnosticado. Tal afirmación, resulta, al menos como generalización simple, una acusación gratuita e injusta para con las nuevas generaciones.
Es cierto que la Universidad es uno de los centros de repercusión de la angustia de la juventud contemporánea y que el problema universitario está estrechamente ligado al problema de las nuevas generaciones. Pero, ni la inconformidad de la juventud se circunscribe únicamente a la Universidad, ni los numerosos problemas universitarios pueden ser atribuidos exclusivamente a la crisis juvenil.
Nuestra opinión.
Los anteriores apuntados son elementos importantes; pero ninguno de ellos debe ser considerado como la causa única. El problema universitario es institucional en su naturaleza y complejo en su estructura. La Universidad, como otras instituciones, ha sufrido el impacto del desarrollo vertiginoso de nuestro tiempo. Ella no es la única institución en crisis; es apenas una de tantas. La resonancia de su mal se debe a la confluencia de fallas de distintas estructuras, ya que el, Alma Mater es trinchera donde vienen a pugnar factores contrapuestos que se generan en otros planos. Por eso, cuando se analizan los problemas universitarios, no se puede evitar que nuestra reflexión profundice y se extienda hacia otros desajustes que la sociedad debe corregir.
La situación es complicada y preocupante, pero no se trata de una crisis irremediable, que pone en tela de juicio la vigencia de la Universidad. Por el contrario, la reivindica. Las manifestaciones de malestar que surgen de los sectores universitarios, aún cuando formalmente sean expresión de relativa confusión e inmadurez, constituye un asidero para nuestra fe en el mañana: hay preocupaciones y se intenta buscar un camino. Si la Universidad se escucha es porque tiene vida.
Trataremos de caracterizar acertadamente el panorama y, con una esperanza objetivamente justificable, laboraremos por la solución hoy más que nunca perfectamente conceptuada como posible”.
Como habrán observado, semejante vocabulario tan fino y distinguido amen de la impoluta coherencia en la escritura y en el planteamiento del problema, no es de mi autoría, el texto total y absoluto le pertenece a una organización o institución de nombre OFICINA DE ESTUDIOS SOCIOECONOMICOS, y sus exponentes son los siguientes profesionales:
Carlos Acedo Mendoza (economista), Marino Pérez Duran (abogado), Valentín Arenas (abogado), Clemy M, de Acevedo (sociólogo), Alberto Micheo S.J (sociólogo), Xiomara Márquez (periodista), Lorenzo Eduardo Fernández Escobar (abogado), Gertrudis Toledo (periodista), Antonio Olivieri (periodismo UCAB), Henrique Fernández Escobar (economista) y Dalia Bianchi C. (secretaria)
Como podrán haber notado ninguno de ellos son CHAVISTAS y ninguno de ellos pertenece al tren ejecutivo del gobierno de HUGO RAFAEL Chávez FRIAS, y si por alguna casualidad, alguno de ellos formara parte de algún ministerio en la actualidad, la razón es por forman parte de los empleados antiquísimos de la administración pública ya que el texto citado fue elaborado en los años 60 e impreso en caracas en el año de1969.
Quise referir este texto en su totalidad para significarles a los MANITAS BLANCAS de la actual UCV que el problema universitario no vino con la llegada de HUGO RAFAEL Chávez FRIAS a la primera magistratura, sino que los problemas universitarios es una plaga de vieja data y nuestro comandante HUGO RFAEL Chávez FRIAS, solo pretende darle algún tipo de solución a esos problemas que arrastra el sector universitario desde hace años atrás.