Nuestro lema debe ser, pues: la reforma de
la conciencia, no por medio de dogmas, sino
mediante el análisis de la conciencia que
no se ve con claridad a sí misma.
Karl Marx, carta a su amigo Arnold Ruge
(Septiembre 1843)
La discusión sobre la LEU es una discusión trascendente, a lo interno de la Revolución Bolivariana, dentro de la izquierda y con relación a la construcción del socialismo que queremos. Lo que diga la oposición nos parece irrelevante, ellos obviamente defenderán sus esquemas capitalistas. No es en esa dirección hacia donde debemos centrar nuestra atención, sino, por el contrario, a lo interno del proceso revolucionario. Las propuestas que contiene el actual texto de la LEU pueden ser muy loables, pero su falta de consistencia teórica echa por tierra sus buenos propósitos. La LEU es, en nuestra opinión, conceptualmente, muy contradictoria, lo cual la hace también, como señaló acertadamente el Presidente Chávez, “inaplicable”. Es muy “dogmática”… Plantea, directa o indirectamente, pero de manera contradictoria, la necesaria superación de elementos propios y perversos de la educación capitalista, como son:
* La fragmentación del saber.
* La educación para la formación de especialistas
* La división social del trabajo, trabajo físico – trabajo intelectual
* La división teoría - práctica
* El pensamiento único que promueve la ideología capitalista
* La desvinculación universidad – comunidad y universidad – país.
* La desvinculación investigación – planes de desarrollo
Propone, pero termina haciendo lo contrario, privilegiar los conceptos de totalidad y dialéctica, y el desarrollo de un pensamiento crítico. Lo que hace es cambiar una educación “ideologizante”, por otra educación “ideologizante”. Termina haciendo lo mismo que crítica. Una educación “liberadora” debe buscar abrir horizontes, subvertir la cotidianeidad y prevenir todo utilitarismo, desmontar las mentiras colectivas, permitir que la imaginación de los y las estudiantes se expanda para que ellos y ellas logren tener la más amplia libertad de espíritu. Marx, en la misma carta citada en el epígrafe que antecede, pide “no anticipar dogmáticamente al mundo”, sino “encontrar el nuevo mundo a través de la crítica del viejo”. Señala: “Si construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto, es más claro aún lo que, al presente, debemos llevar a cabo: me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente… No estoy a favor de levantar ninguna pancarta dogmática”. El capitalismo es el dominio de lo estático, de lo que no cambia, no debería ser así el socialismo…
No creemos que como el Presidente Chávez vetó la ley, la única respuesta sea señalar, entonces, que la “decisión es absurda”, que “se le hace el juego a la oposición”, que es un “triunfo del sector conservador de la revolución”, que “el veto implica un retroceso de las luchas populares y sólo beneficia a la derecha” o que “Chávez arrugó y cedió ante la presión de la oposición”. Admitamos que todo esto pudiera ser verdad, pero también admitamos, en aras del espíritu crítico revolucionario, lo contrario, que una LEU, poco coherente y contradictoria, aunque sus propósitos hayan sido loables, pudiera terminar beneficiando a la oposición y consolidando las prácticas capitalistas. No basta con salir de la vieja ley capitalista de la IV República, la nueva ley debe ser, conceptualmente, sólida y auténticamente “liberadora”. Empecemos a entrar en materia…
Una disgregación inicial. Pienso que si Ludovico Silva estuviera vivo, pudiera decir que el texto actual de la ley, por su dogmatismo, es propio de los "manuales" soviéticos del socialismo real. Después de leer la LEU, uno recuerda las críticas “manualescas” que hace Ludovico, en su excelente libro, “Anti – manual para uso de marxistas, marxólogos y marcianos”…
Los aspectos POSITIVOS del actual texto de la LEU: la revisión del alcance del principio de autonomía, la participación paritaria de todos los integrantes de la comunidad educativa, sin excepciones, en los procesos electorales internos y la democratización del ingreso a las universidades.
Los aspectos NEGATIVOS de la LEU: fundamentalmente, su concepción general. Es una ley extremadamente “rígida” y “dogmática”. Efectivamente, como se desprende del texto actual de la LEU, una de las principales características de la educación capitalista es la fragmentación del saber y la formación del especialista. La formación de profesionales y de especialistas es una inmensa aberración y lleva al estudiante a la “obsesión por obtener un título”. “¡Al fin me gradué!”, celebran los estudiantes, porque se les ha enseñado, que la graduación en sí misma, es la meta. Lo que debe prevalecer, como meta, es el amor al estudio y al conocimiento, que nunca termina, y no el estudio y el conocimiento en sí mismo. ¡No estudiar, sino ser lo que se estudia!, parafraseando una frase de Thomas Mann. La superación de esas taras requiere de una educación “liberadora”. Y el problema con el texto de la LEU radica en lo que ella establece, qué es necesario hacer, para superar esas “taras”. Ni la educación, ni el arte, ni la cultura pueden “ideologizarse” que es, de hecho, lo que hace el capitalismo. Mal podemos superar la práctica capitalista haciendo lo mismo. El mismo concepto de “totalidad” contradice cualquier intento “ideologizante” y el método dialéctico, desde la comprensión que se tenga de la evolución histórica de las sociedades, busca crear CONCIENCIA y propicia, como respuesta antagónica, la lucha de clases, lucha que hoy pudiéramos calificar, también, como lucha entre niveles de conciencia. ¡Por cierto, la palabra “conciencia” está casi totalmente ausente de todo el extenso texto de la LEU! La educación “liberadora” debe tender a crear una nueva realidad, más allá de la realidad capitalista, debe ser motivación y estímulos permanentes, pasión y efervescencia constantes para el estudiante, invención y creación que es lo que puede permitir formar, paulatinamente, la conciencia de hombres y mujeres. Esa educación no puede estar condicionada, orientada intencionalmente o sesgada, que es lo que hace la LEU. Uno no puede decirle al estudiante, “el socialismo es el mejor camino”, uno debe mostrarle las contradicciones del capitalismo, debe “desandar”, o intentar “desmontar”, el proceso de “alienación” al cual somete el capitalismo al individuo. La educación debe permitir ver “lo que hay detrás”. Si la educación capitalista sólo muestra “fachadas”, la auténtica educación debe mostrar lo que hay más allá de esas “fachadas”. No se puede DECRETAR o IMPONER una orientación ideológica. El socialismo si ha de surgir, debe ir fluyendo, como fluye el agua de un río bajo un puente… Siempre, habrá personas que optarán por no ver lo que hay detrás. No ver ni el puente, ni el agua, ni entender lo que es un río. Eso es inevitable. No, en balde, un filósofo alemán decía que “el ser humano es infinitas posibilidades de ser”. ¡Y qué hermoso que así sea! ¡La fascinante diversidad humana que el capitalismo quiere eliminar y con lo cual el socialismo, por torpeza, a veces contribuye!
Una educación sesgada, no es una educación crítica, ni tampoco “liberadora”. El socialismo es y debe ser “libertad de espíritu”, nunca imposición. Recordemos las profundas palabras del maestro Próspero, a sus jóvenes alumnos, en la obra “Ariel” de José Enrique Rodó: “Por encima de los afectos que hayan de vincularos individualmente a distintas aplicaciones y distintos modos de vida, debe velar, en lo íntimo de vuestra alma, la conciencia de la unidad fundamental de nuestra naturaleza, que exige que cada individuo humano sea, ante todo y sobre toda otra cosa, un ejemplar no mutilado de la humanidad, en el que ninguna noble facultad del espíritu quede obliterada y ningún alto interés de todos pierda su virtud comunicativa…Aspirad, pues, a desarrollar, en lo posible, no un solo aspecto sino la plenitud de vuestro ser. No os encojáis de hombros delante de ninguna noble y fecunda manifestación de la naturaleza humana, a pretexto de que vuestra organización individual os liga con preferencia a manifestaciones diferentes. Sed espectadores atenciosos allí donde no podáis ser actores. Cuando cierto falsísimo y vulgarizado concepto de la educación, que la imagina subordinada exclusivamente al fin utilitario, se empeña en mutilar por medio de ese utilitarismo y de especialización prematura, la integridad natural de los espíritus, y anhela proscribir de la enseñanza todo elemento desinteresado e ideal, no repara suficientemente en el peligro de preparar para el porvenir espíritus estrechos que, incapaces de considerar más que el único aspecto de la realidad con que estén inmediatamente en contacto, vivirán separados por helados desiertos de los espíritus que, dentro de la misma sociedad, se hayan adheridos a otras manifestaciones de la vida” (resaltados nuestros). Esa “conciencia de la unidad fundamental de nuestra naturaleza” y esa meta que el estudiante sea “un ejemplar no mutilado de la humanidad”, entiéndase un ser humano “no alienado” o no “separado de sí mismo”, es lo único que debe proponerse la educación y lo que debe desprenderse como objetivo de una nueva LEU…
Algunos ejemplos de las contradicciones teóricas del texto de la LEU:
“Artículo 3 - Definición de la educación universitaria” donde se dicen cosas como:
La educación universitaria se define como:
2. Un bien irrevocablemente público, al servicio de la transformación de la sociedad, en función de la consolidación de la soberanía, defensa integral e independencia nacional; el fortalecimiento del Poder Popular y del diálogo de saberes; el desarrollo territorial integral; el modelo productivo endógeno y sustentable; la unión e integración de los pueblos de América Latina y El Caribe; la solidaridad y la cooperación con los pueblos del Sur y del mundo; la preservación de los equilibrios ecológicos y de todas las formas de vida en el planeta, en el marco de la construcción de una sociedad socialista.
3. Un proceso de formación integral e integrado para la creación intelectual y la interacción con las comunidades, en tanto totalidad que permite la producción, distribución, circulación y apropiación de conocimientos, saberes, valores y prácticas, expresados en el compromiso social, ético y político de las instituciones de educación universitaria, con la consolidación de una cultura democrática, participativa, protagónica, socialmente justa e igualitaria.
¡Esto no se puede establecer "a priori"! No se puede establecer en una "definición" lo que pudieran ser "fines", que tampoco son pertinentes, porque los fines de la educación deben ser “generales” y no "específicos", ni dictados por las "ideas de lo que uno tenga del mundo, de la vida o del ser humano" y propios solamente para un momento histórico en particular. La educación propicia un proceso de formación que debe ser integral, crítico, comprometido con el desarrollo del país, etc. pero no puede estar comprometido con un desarrollo "específico" del país o con la idea que uno tenga de ese desarrollo, o con un "modelo de producción" específico, etc. La concepción de la educación puede diseñarse en función de esa idea que uno tenga, que bien puede ser, entonces, la construcción de un modelo socialista o el fortalecimiento del poder popular, pero no lo puede establecer "de antemano", debe ser la "consecuencia" de lo que el legislador diseñó con ese objetivo de fondo o en perspectiva... La "interacción con las comunidades" tampoco puede decretarse. En pocas palabras, la educación puede ser el "punto de partida" de algo, pero no puede establecer a priori el "punto de llegada", aunque se tenga ese "punto de llegada" en mente... La educación debe "abrirse" o "expandirse" pero no "cerrarse a ideas preconcebidas", aunque uno considere que éstas son justas y uno las comparta... Una Ley de educación también puede señalar o denunciar que el modelo actual está basado en una concepción capitalista, clasista y excluyente de la educación pero no puede reemplazarlo por otro que también excluya, aunque de signo ideológico distinto. La superación de la "educación capitalista" debe ser precisamente la expansión y la apertura que es propia de una auténtica "educación liberadora", fuera de todo dogmatismo...
Iguales contradicciones suceden con los "fines" y "propósitos" que establece la LEU y, además, mezcla propósitos de índole distinta, unos que pudiéramos calificar como "estructurales" (ejemplo: 1. Establecer mecanismos de articulación, coordinación, cooperación solidaria y complementación entre las instituciones que lo constituyen, y de éstas con los otros niveles del Sistema Educativo), con otros de carácter propiamente "finalistas", de nuevo "a priori" (ejemplo: 6. Consolidar el vínculo entre la educación emancipadora y el trabajo creador y liberador, como fundamento de los programas de formación, que contribuyan a superar el modelo alienante del capitalismo, sus modos de dirección autoritaria, las relaciones sociales de explotación, la división social del trabajo y la distribución desigual de la riqueza). Y, de nuevo, la misma confusión, la LEU puede señalar la necesidad de "Consolidar el vínculo entre la educación emancipadora y el trabajo creador, como fundamento de los programas de formación" pero hasta allí, lo demás "sobra"...
Además, consideramos, que existen en la propuesta de la LEU un número excesivo de instancias administrativas, procedimientos burocráticos, normas de disciplina y normas sancionatorias que terminan haciendo de la LEU, “una camisa de fuerza” y que terminaría haciendo de la educación “algo muy aburrido”: Consejos Territoriales de Transformación Universitaria, Comités Territoriales de Educación Universitaria, Centros de Estudios Territoriales, Asamblea de Transformación Universitaria, Consejo Ejecutivo Universitario, Defensoría Universitaria, Consejo Disciplinario, Consejo de Apelaciones, etc. Y con un Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria que tiene un rosario de competencias, atribuciones y responsabilidades tan grande que tendría que ser casi “omnisciente” y “omnipresente”. La composición del llamado “Consejo Nacional de Transformación Universitaria” tiene una conformación ciclópea y, al igual que las “Asambleas de Transformación Universitaria”, que las harían totalmente inoperantes. Estos son sólo algunos elementos contradictorios o cuestionables del actual texto de la LEU… Cuando afirmamos, en el anterior artículo, donde celebramos la decisión del veto, que la LEU es una “ley delirante”, nos referíamos a que todo lo quiere definir, especificar, caracterizar, establecer, dictar, enmarcar, normar, regular, reglamentar, conceptualizar, clasificar, formular, planificar, orientar, sistematizar, coordinar, privilegiar, favorecer, controlar, garantizar, prevenir, salvaguardar, supervisar, reivindicar, revocar, sancionar, casi hasta el detalle más nimio, y hasta el cansancio, la asfixia o el aburrimiento. Todos estos verbos son utilizados, con reiteración, a lo largo del texto de la LEU. ¡Incluso, la LEU pretende caracterizar y enmarcar la creación intelectual! Y cambia el apelativo “profesor y profesora”, sin que se entiendan las razones para ello, por “trabajadores académicos y trabajadoras académicas”. ¡No sorprende, entonces, que esta ley sea tan larga y tenga tantos artículos, 111! Una “ley liberadora” debería, en cualquier caso, “desmontar”, “desvirtuar”, “desmitificar”, “desenmascarar”, “expandir”, “abrir”, “crear”, “inventar”. Siempre propender a mostrar y destruir lo que hay “detrás”, lo que ha sido “establecido” y condena al hombre, como diría el escritor francés André Breton, a “un destino sin perspectivas”, a “unas acciones sin amplitud” y a “unas ideas sin envergadura”. Una “educación liberadora” nunca podrá darse desde el “dogma”, sino desde una “conciencia que sea capaz de reconocerse a sí misma”…
Clase Media Revolucionaria
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