Aquí sí sobran los bichos. Gente lastimosamente ladina, sin delicadeza, sin consideración ni capacidad para el trato ni el respeto humano. Tienen un título y deambulan por sus nichos como eso, digo. Como saben sacar cuentas, o saben dar recetas, o saben relacionar cuentos, morcillas o chuletas, hasta allí llegan y se conforman. Van a Congresos, encuentros y seminarios y vuelven peores. Rumiando habladurías, comadrejas, preguntando siempre cuándo pagarán y cuándo llegara el bono extra. Y los memoranda con lo del ascenso, el título o la jubilación (la gloria). No se enteran en absoluto del mundo que cruje afuera, ni les interesa.
Eso sí, listos para recibir órdenes de los sátrapas de FAPUV cuando declaran huelgas o paros de cerebros caídos y entonces volar para la playa o sus casas de campo, o dormir indolentementes hasta el mediodía.
Pero en esas casas (inferiores) del saber no hay lealtad, no hay valores, no hay coraje para cambiar positivamente nada. Los profesores saben lo poco que saben y de ahí en adelante, retroceden. Pequeños soberanos de sus taifas. Morisqueteros cuando traicionan. Eso: academía (según Bierce) una escuela donde enseñan el fútbol.
Claro que nadie les inculcó que la sabiduría está más en la bondad y en el procurar ser justos que en cultivar una habilidad. Hábiles en sobar fórmulas, en caracolear combas, recetear pompas y cuadricular gambas. La universidad nuestra es un archipiélago de pequeñas y taimadas mafias (sobre todo la que arma equipos y cuadros para las elecciones). Porque heredamos el concepto de la supervivencia en el cargo no a través del valor propio sino mediante la transferencia de lo que decide e impone el jefe.
Como en las mafias, digo.
Por ello se vive temblando ante fantasmas y por eso proliferan los grupos o partidos.
Como en las manadas.
Borregos.
En las que se escudan para sudar planes y proyectos personales, y echar a andar privilegios y “logros”. Son las manadas que acaban por llevar a lo más alto del poder a esos rectores y decanos incultos, la madre de todos los logreros.
Métete en una manada y estarás protegido cuando cometas cualquier infamia, robo o miseria contra los de tu misma especie; y así podrás ir tirando con viento favorable hasta que te jubiles.
La gloria.
¿Cómo estas hordas podrían realizar una Constituyente?
¿Cómo podrían provocar el milagro de desintegrarse en beneficio de una reforma humana y seria?
Bicho no cambia a bicho.
Bicho no come bicho.
Tendrían armarse a una especie de cascos azules de una ONU verdaderamente decente que entrara a saco en esas guaridas de caníbales, y ni así.
Se dicen o se llaman defensores de la maldita autonomía autonómica y son menos que cacofónicas lacras.
Hasta con nombres de filósofos griegos que aplastan con sus dones (pequeñas habilidades) los doctorables honoris con o sin causa(Guasa)...
Y por favor no los señaléis, no los denunciéis y os digáis en público lo que verdaderamente son, porque a los ojos de sus congéneres prosperaran.
(Después de este artículo el número de imbéciles universitarios se multiplicará por mil).
Se proyectarán inaccesible en el cielo de las encuestas.
Nada prospera más en nuestro medio que un ladrón y un bellaco cogidos con las manos en la masa.
“Déjate coger con las manos en la masa y llegarás lejos”.
La consigna.
Conjuntamente con el sagrado mandato de la autonomía.
Bellacos inflados de autonomía.
Arrebujados en sus negras sábanas, coronadas sus testas de negras tiaras cuadradas. Pontificando sin cesar sobre la academia, la libertad, bonos, sueldos y… la autonomía.
Lo que les queda.
Eso.
Elevándose cada vez más altos en sus bajezas, porque como no hay quien tenga ojos para ver...
Jefes de Departamento, decanos, rectores y vicerrectores, directores y gorda manada de profesores mentalmente indolentes. Capaces de desarrollar sus mecánicas labores, insisto, pero sin cultura, sin honestidad alguna para el trato humano.
Claro, si ganan millones por formalizar operaciones, por hablar en interminables reuniones y convenir la manera para eternizarse siempre en sus cargos con poder y dinero, entonces qué motivaciones pueden tener para ejercitar el entendimiento humano, el respeto y la consideración hacia los demás y mucho menos para realizar una constituyente.
Porque en ellos sólo prima es el propósito es ir ascendiendo (hasta perderse en el firmamento de la total inutilidad como seres pensantes; es decir, hasta llegar a la eternidad suprema de todos los círculos viciosos de cuantos vicios existen que es la redundante vaguedad en torno de la noria de los cargos burocráticos).
Por toda esa mierda siempre tendrán a un rector como al miserable mimético de Bonucci.
Como al tragaldabas de Anderez.
Por eso vibran en la total indolencia del más absoluto cretinismo.
Al doble o clon de ellos mismos que se encuentran a cada paso en pasillos y reuniones.
Con esos odios resecos y rancios que los impulsa a descargar sus memeces contra los mejores.
Eficaces sobre todo para hacer daño.
Para coserse las bocas o los anos.
Reinando sobre la serena necedad y el desatino.
Universidad o vulgar máquina de producir homos cretinus, gente que por creerse super-especializada resulta super-imbécil.
Claro, aunque sobren allí los cretinos inteligentísimos, sobre todo los que investigan minucias ultra-inhumanas.
Sin ley de compensación alguna, en el sentido que a cada estúpido corresponda un hombre decente, culto y serio.
Los estúpidos copan el 95 por ciento de esa nave sin rumbo, sin programas ni proyectos que no sean la de los personalísimos.
Por arriba cretinos togados y por abajo los idiotas que votan; los idiotas que buscan chequecitos compensatorios, que merodean por oficinas cual ilotas. Con la mente en algún babiecas dirigente como el Loiza, al cual votar (y no pierden oportunidad para hacérselos saber para que los tomen en cuenta).
Si Gino Patroni hubiese aplicado su gran invento para medir el nivel de cretinismo, el CRETINÓMETRO, éste habría estallado apenas sin usarlo, por ejemplo, en el actual equipo recto-ral.
Cretinos en estado puro, marmotas (perdón) jubilados, gremialistas pedigüeños, parásitos dirigentes estudiantiles subdotados; reformistas o reformulados, necios recontra-condecorados, simpáticos científicos subdesarrollados.
Y claro, si lo supieran, se suicidarían en masa como los de la secta aquella en Guyana (que es la única constituyente posible para ellos), pero, lástima, están muertos. ¿Cómo podrían (¿podrían?) los muertos suicidarse?
En nuestras universidades es casi un conjunto vacío el que contenga a los que unen al esfuerzo por estudio, las cualidades de la bondad, de dignidad y trabajo sin buscar personalismos de alguna especie.
Según una antigua leyenda, sobre la distribución de los imbéciles, al parecer a nuestras universidades les tocó la lotería. Al ángel aquel que por ponerse a ejecutar dos tareas a la vez, llevando en un jarro almas inteligentes y en otro idiotas (colocándole a cada pueblo su bobo y su sabio), vino y se dio de bruces entre nosotros y derramó en la UCV, ULA, UC, LUZ, UDO y SB, etc., el jarro de los estúpidos, ... y nos jodimos.
Porque a cada vaca le llega un cheque (con su sábado). Toma.
jsantroz@gmail.com