Se requiere de profesores que laboren con gusto. Que transmitan su pasión al estudiante, que le induzca a ver los problemas con los ojos de visionarios. Que sus energías, esfuerzos y sudores sean dirigidos a esos auditorios llenos de almas sedientas de conocimientos y valores universales que la humanidad ha transmitido a través de las generaciones. Que encuentren juntos, tutor y tutoreados, respuestas para las enfermedades que aquejan a la humanidad, respuestas para mejorar construcciones que no sean derrumbadas por el primer temblor, respuestas para que sean más asertivos los medios de comunicación y/o sus comunicadores y no falsificadores de la verdad. Respuestas para la paz y no para la guerra. No podemos seguir colmando pasillos con armarios repletos de tesis, cuyos lectores son los arácnidos, y no los estudiantes. No podemos seguir llenando a la universidad de profesores frustrados, sin sueños ni pasiones, acomodaticios, esperando su sueldo cada quincena. No podemos seguir formando a futuros profesionales como copias fieles de estos seres.
Se requiere de estudiantes entusiastas, con ansias de aprender y de enseñar, sin egoísmos, con los ideales que le dan fortaleza y luz para sus destinos. Estudiantes enamorados de la vida, de la ciencia y de las artes, de su país. Estudiantes que nazcan del seno del pueblo, que crean que todo es posible, que tomen el esfuerzo y la disciplina como herramientas para encontrar sus caminos. Que respeten su universidad, que no permitan que la sigan convirtiendo en un bar, en un ambiente frívolo de fin de semana. Que no dejen que muera por las cosas banales que le ofrecen sectores mezquinos. Que no cojan desvíos, que sigan los caminos largos y tortuosos que dirigen con seguridad al logro de sus metas. La universidad espera mucho de sus hijos. Ellos son la sal y luz del Alma Mater.
Se requiere de empleados y obreros que sientan que esa universidad es su Universidad, la que le da el pan de cada día por su trabajo, no por el día de ausencia voluntaria. Que ese trabajador, consciente de sus derechos y sus deberes, contribuya al crecimiento de su comunidad universitaria. Que exija respeto, no solamente de sus autoridades o jefes inmediatos, sino también de sí mismo. Que defienda sus intereses, respetando su trabajo, la dignidad del trabajo. Que supere el afán de pedir, pedir, pedir y no dar. La fortaleza que requiere la universidad va a provenir de este trabajador, leal y firme ante las adversidades internas y externas. Porque sabe que al defender esta Universidad necesaria, defiende al pueblo, defiende a los suyos, a su país.
Finalmente, no se requiere de un pueblo sediento de compartir saberes y conocimientos, porque ese pueblo existe y ya despertó. Ese pueblo espera que su universidad también despierte, que saque a los mediocres y falsos de su seno. Ese pueblo no sólo quiere ayuda, también quiere ayudar. Está esperando que los hombres y mujeres que laboran y estudian en esa comunidad universitaria, salgan para encontrarse y descubrir que la universidad depende del pueblo y el pueblo depende de la universidad.
¿Esto será mucho pedir?
Profesor. Miembro del Colectivo PROYECTO SOCIALISTA UCV
miguelacho1998@hotmail.com