Las cosas que tiene una Revolución, cuando es verdadera, pareciese que el último bastión del pasado se quedaría inmóvil con sus estructuras aún intactas, con rezagos de la época colonial. Los últimos días de este mes de mayo, mes de la clase trabajadora, hemos sido testigos de tremendos movimientos telúricos a su interior. El epicentro de las ondas sísmicas, sin duda, emanan desde las entrañas de nuestro máximo Tribunal de Justicia, el TSJ, hacia lo interno de las vetustas estructuras que, hasta no hace pocos días, nos parecían inamovibles. A lo interno de esas viejas estructuras institucionales, han sido la clase trabajadora universitaria, aliada a grupos estudiantiles revolucionarios y profesorales, quienes han asumido la vanguardia del movimiento emancipador universitario. En contraposición, quienes a lo externo de nuestras universidades, se autoproclaman como los paladines de la democracia y acusan al Presidente Chávez de ser un autócrata, un dictador; en la realidad universitaria, son quienes les niegan a profesores/profesoras, estudiantes, obreros/obreras, empleados/empleadas y egresados/egresadas, su participación en la elección de sus autoridades, lo que, en fin de cuentas, no es otra cosa que negarles el acceso a la DEMOCRACIA, la verdadera DEMOCRACIA. Así actúa la MUD. Una cosa dicen de la boca para fuera y otra cosa hacen. Por sus hechos los conoceréis!
Bien lo decía el camarada Presidente de Ecuador, Rafael Correa: "Estamos viviendo no en una época de cambios sino en un Cambio de Época". Las universidades que forman parte del Estado no podían permanecer inmutables en un Estado que viene luchando contra sus viejas estructuras burguesas. “Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y —lo que es peor aún— el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil (…) Nuestro régimen universitario —aún el más reciente— es anacrónico. Está fundado sobre una especie de derecho divino; el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere…” (Manifiesto de Córdoba, 21 de junio de 1918).
El paralelismo entre la Revolución Cubana y la Bolivariana es evidente: “Al triunfo de la Revolución Cubana ésta tenía un gran reto: transformar las Universidades para adecuarlas al cambio de época. La Reforma de la Educación Superior, proclamada el 10 de enero de 1962, fue precisa, en su preámbulo, al destacar la situación que caracterizaba a este nivel educacional y apuntar que, al iniciar la Revolución su etapa transformadora el 10 de enero de 1959, este sistema estaba tocado por la corrupción y, sobre todo, era inservible a los altos fines de la renovación y el desarrollo económico, político y moral de nuestra patria, pues a pesar de la lucha de los estudiantes universitarios y una minoría de los profesores al lado del pueblo, derrochando heroísmo, coraje, dignidad, las estructuras universitarias se mantuvieron intactas y en un inmovilismo durante décadas. Era una contradicción patente con la historia gloriosa que habían jalonado generaciones de estudiantes como los fusilados en 1871, los incorporados a las guerras de independencia, hasta Mella, Trejo y José Antonio Echeverría…” (La revolución cubana y la transformación de las universidades, los profesores y los estudiantes, Rebelión, Wilkie Delgado Correa). El diagnóstico, es el mismo para nuestras universidades. En su discurso, al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Las Villas, el 28 de Diciembre de 1959, el Comandante Ernesto Guevara, había definido magistralmente el pedido que el Gobierno Revolucionario hacía a las Universidades cubanas y que debía concretarse con urgencia y como un mandato irrenunciable para el futuro, citémoslo: “Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba, y si este pueblo que hoy está aquí y cuyos representantes están en todos los puestos del Gobierno, se alzó en armas y rompió el dique de la reacción, no fue porque esos diques no fueron elásticos, no tuvieron la inteligencia primordial de ser elásticos para poder frenar con esta elasticidad el impulso del pueblo, y el pueblo que ha triunfado, que está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su fuerza y se sabe arrollador, está hoy a las puertas de la Universidad, y la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca. Ese es el mensaje primero, es el mensaje que hubiera querido decir los primeros días después de la victoria en las tres Universidades del país, pero que solamente pude hacer en la Universidad de Santiago, y si me pidieran un consejo a (sic) de pueblo, de Ejército Rebelde y de profesor de Pedagogía, diría yo que para llegar al pueblo hay que sentirse pueblo, hay que saber qué es lo que quiere, qué es lo que necesita y qué es lo que siente el pueblo.” (Discurso de Ernesto Guevara el 28 de diciembre de 1959 en la Universidad Central de Las Villas). Palabras más, palabras menos, que hoy por hoy toman una actualidad ineludible, si de transformar nuestra universidades se trata.
La nueva Universidad refundada por la Revolución Cubana sería, a partir de entonces, una universidad de nuevo tipo, desarrolladora y trascendente. Como dijera Fidel: “la universidad, libre ya de los problemas políticos que la embargaban, libre ya del eterno conflicto con los gobernantes, porque el sentimiento universitario público, y el sentimiento del pueblo, y el sentimiento de los gobernantes, serán en lo adelante una sola cosa, libre ya de las batallas que antes libraba, porque ya no tendrá que librarlas, porque ya no habrá injusticia, porque ya no habrá tiranía, porque ya no habrá inmoralidades, la universidad podrá invertir su extraordinario caudal de energía y entusiasmo en preparar a los hombres, en preparar a la generación de hombres capacitados que la patria necesita, porque allí donde campeaba antes la politiquería, el oportunismo y el vicio, ha de campear en el futuro la virtud y la capacidad.”
El proceso de cambios en nuestras universidades ha optado iniciarse por la Democratización de sus estructuras de poder interno, la nueva Ley Orgánica de Educación, aprobada en agosto de 2009, ha dado el mandato que sus autoridades deben ser electas por la comunidad universitaria, integrada ésta por: profesores y profesoras, estudiantes, personal administrativo, personal obrero y, los egresados y egresadas, de acuerdo al Reglamento, (LOE, Artículo 34, Numeral 3). Las fuerzas retrogradas que mantienen el poder interno se han venido resistiendo a la más mínima posibilidad de compartir la toma de decisiones en nuestras universidades. Presupuestos, con montos superiores, en muchos casos, a los de una Gobernación o Municipio, como ocurre con la ULA y el Estado Mérida, evidencian lo que está en juego. Al interior de nuestras universidades, sus autoridades disponen de esos recursos presupuestarios a su mejor conveniencia, las unidades de control interno incapaces de hacerles su labor de contraloría, dada su relación de dependencia con quienes los designan, permiten que esto ocurra. Situación, que ha sobrevenido en la formación de una nueva aristocracia universitaria: la oligarquía profesoral, como la hemos denominado. Una vez, que dejan su reinado, hasta banqueros pasan a ser, quienes, hasta no hace mucho tiempo, ejercían posiciones de autoridades universitarias. En otras palabras, el presupuesto universitario, por demás, el presupuesto público universitario, como les molesta se le llame, se ha convertido en fuente de enriquecimiento ilícito a los ojos de todas/todos los venezolanos, de manera legal, sin obstrucción.
Nuestras autoridades universitarias, que se autocalifican como “académicos”, a la hora de lanzar su postulación al cargo de autoridades universitarias, los primeros requisitos que siquitrillan para justificar sus candidaturas, son precisamente los requisitos académicos de la Ley. No por casualidad, la UCV, a manera de ejemplo, entre sus autoridades rectorales es la que más ha violentado el requisito académico del doctorado para poder optar a ser rector/rectora, vicerrector/vicerrectora o secretario/secretaria.
Justifican, su postura sectaria y excluyente, de no permitirles el voto a obreros/obreras, empleados/empleadas y profesores instructores, sobre la base del falso “academicismo”. No son académicos, por lo tanto, no deben participar en elecciones. Considerándolos como seres inferiores, incapaces de poder discernir la realidad universitaria. Tal, como pensaba la élite burguesa gringa a comienzos del siglo pasado, discurso sobre el cual justificaban su postura de negarles el voto a los norteamericanos afrodescendientes, justificar su discriminación. Sí, discriminación (Discriminar consiste en privarle a un grupo humano de los mismos derechos que disfrutan otros), llamemos las cosas por su nombre; eso es, lo que están haciendo las autoridades universitarias con grupos de sus comunidades. Y esas autoridades, militantes del oposicionismo, de la MUD, engañan a nuestra población cuando en sus Lineamientos para el Programa de Gobierno de Unidad Nacional (2013-2019) o Programa de Gobierno de la MUD, afirman en el punto 40: “La oferta social del programa y del gobierno de la Unidad pertenece al corazón de su ideario. La inclusión social será uno de los grandes desafíos del nuevo gobierno, porque los abismos estructurales para el acceso al disfrute de los derechos sociales básicos son numerosos…” Mienten descaradamente al país, ya que en las universidades promueven la exclusión, discriminación, de sectores importantes de las comunidades universitarias: obreros/obreras, empleados/empleadas y profesores instructores, negándoles su derecho al voto. Mientras Chávez incluye, la oposición (MUD) excluye; toda una gran verdad!
Hoy, ese sueño que tuviera el Dr. Martin Luther King para su Nación, los EEUU, “Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas…” (Tengo un Sueño, Washington, DC. 28 de agosto de 1963). Aspiramos sea una realidad en nuestras universidades públicas autónomas. Para ello trabaja el Tiempo Histórico. Los hechos en la ULA y LUZ, cuyos Consejos Universitarios han decidido dar un paso adelante para su Democratización, acatando las Sentencias del TSJ sobre la materia, reafirman nuestro optimismo de que la Revolución comienza a tocar las puertas de nuestras universidades, de que la universidad tradicional se está extinguiendo; que las condiciones de la educación universitaria, serán inestables y, por lo tanto, transitorias, que su reemplazo es eventual y, ya comienza, la nueva Universidad, a vislumbrarse en el horizonte…
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