Recientemente en una reunión de maestros escolares se estaba discutiendo sobre diversos temas relativos a la problemática de la enseñanza integral. Uno de los temas en discusión se refería a si hay diferencia entre instrucción y educación, aquí muchos maestros sostenían que esos términos significaban lo mismo y que era igual decir educar, instruir y formar a un alumno, en cambio otros decían que no era lo mismo educar e instruir y algunos exponían que educar viene del alma, viene de la parte espiritual, viene del despertar de los buenos sentimientos que cada se ser humano posee, en cambio instruir es enseñar el conocimiento y el aprendizaje de las cosas, algo que no tiene nada que ver con el modo de comportarse de la persona. Daba la impresión de que confundían los términos, pues se referían a la educación cuando debían referirse a la instrucción y viceversa, posiblemente por tratar de abarcar el concepto amplio de formación. La persona se educa en la primera etapa de su vida, ella podrá en el futuro ser alguien bien instruido, pero si no fue educado convenientemente en el hogar y en los primeros años de su aprendizaje, es muy probable se escuche entre universitarios próximo a graduarse, fulano pasó por la universidad pero definitivamente la universidad no pasó por él, esto, dando a entender que uno de sus compañeros de curso va a obtener su título universitario y sin embargo continuará siendo un mal educado. Cuando se dice que en un determinado instituto de educación superior se obtuvo un grado en algún área profesional, allí hay un error de orden semántico, puesto que ese instituto no imparte educación superior, sino que suministra la instrucción considerada de nivel superior, y dependiendo del aprovechamiento del alumno le es entregado un título aunque éste no haya sido suficientemente educado.
Un maestro, ya entrado en años, toma la palabra y dice que va a contar lo que a él le pasó hace varios años atrás y cree que con esa historia que va a contar se aclare cual es la diferencia entre lo que es educación y lo que es instrucción. Dice el maestro que un buen día va por la calle del pueblo en donde enseñaba y se encontró con un alumno de su grado y que al verlo se puso a conversar con él.
-Y bien, -dije al niño que se paseaba muy ufano frente a la casa paterna, -¿Qué hay de nuevo Pedrito que pareces tan contento?
-Maestro ¿Usted no lo sabe? -mostrando con el dedo un pequeño broche en el lado izquierdo de la camisa- hemos sido condecorados.
Condecorados -grité- condecorado a tu edad. Eso es maravilloso, es sencillamente admirable. Pero ¿dime quien te condecoró?
-No soy yo, maestro, es papá.
-Y entonces, -dije sorprendido- ¿Por qué…?
Y Pedrito como adivinando mi pensamiento dijo. –Papá soy yo, maestro, es nosotros, es toda la familia.
Al primer momento estuve a punto de reír, me reprimí prontamente al caer en cuenta de lo que se trataba y con el alma vibrante de emoción abracé fuertemente al niño y con él en los brazos entré a la casa para felicitar al padre. Y me decía para mis adentros: Tiene razón Pedrito. Cuando un padre es honrado, ese honor se esparce entre todos los suyos, de la misma manera que si se hace el mal, porque entonces es la vergüenza la que recae sobre ellos. He aquí lo que es una verdadera familia y el vínculo estrecho que une a sus miembros se llama solidaridad, ella significa sencillamente que en la familia todos los miembros son uno. De manera, pues, que en la historia recién narrada se puede observar que Pedrito ha recibido una formidable educación, aunque todavía no tenga la edad suficiente para haber adquirido una amplia instrucción.
En su reflexión el maestro concluye: Tenemos que reconocer que en la actualidad la buena educación está de capa caída debido a que los padres viven tan atareados que no tienen el suficiente tiempo para preguntarle al niño ¿dónde conseguiste esa golosina? ¿De donde sacaste eso?; y menos se preocupan de confirmar lo que el hijo les dice. Y nosotros los maestros, en los primeros años de enseñanza de los niños, no nos ocupamos mucho de los buenos modales, de las buenas costumbres, de la moral de ir haciendo al buen ciudadano. A nosotros los maestros nos toca en gran proporción la responsabilidad de ir formando al hombre nuevo, al hombre que vaya reemplazando a aquellas personas criadas sin guía y sin escrúpulos. En consecuencia nosotros, los maestros de los primeros grados escolares, tenemos el extraordinario deber para con la patria de educar a los niños, tal como si fuera un Pedrito, aunque al mismo tiempo lo estemos impartiéndole conocimientos en las artes y oficios del saber.
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