Siempre he creído que, ni la educación ni la salud, pueden paralizarse, sin embargo, juzgué inevitable el paro de los profesores universitarios, pues, se estaba dejando que ocurriera para subir tan inaceptables salarios. ¿Qué lo explica? Sólo el desaprensivo proverbio: si no lloras, no mamas, que habla de madres fatalmente irresponsables o muy ocupadas.
El paro que forzó las ubres gubernamentales sirvió, vea usted, para alardear con la multitudinaria mamada que acallaría la lloradera, algo así como 6.560 millones de bolívares. Y miren que cosa, en vez del guateque esperado, se impuso la guasa. El paro continúa, dijeron, porque: te metiste con el gremio… les estás dando más becas a los estudiantes de provincia que a los del Cafetal… no quieres reconocer que eres el patrón… te la pasas amenazándonos con socialismo… Y ultimadamente, porque nos vamos para la playa.
Yo también me voy. Lo puedo hacer cuando se me antoje, soy un jubilado por años de servicio no por sinvergüenza. Eso si, no pasaré por playa El Agua para evitar que, los “la Simón” y de “la Uuu…” en su abrazo con sus colegas andinos y maracuchos, me salpiquen con la piña colada de sus vasos plásticos. No quiero ver las franelas de cocoteros, guacamayas y banderas gringas que sustituyeron las blancas de los “agremiados” y las rojas de los “sindicalizados”. Evitaré tropezarme con un estudiante del Cafetal (con beca homologada) que se cree héroe del semestre perdido.
En el Sambil Margarita nadie hablará de pérdidas. Serán muchas las tarjetas respaldadas por la bonificación extraordinaria. Y la MUD se consolará confiando que, el solazo que traerán de regreso, calentará las frigideces electoreras.
Sin embargo, nada quitará la desazón de muchos profesores (de seguro los hay) que se sienten maltratados por la desidia de unos y el oportunismo de otros. Tampoco recuperarán fácilmente sus sueños y alegrías aquellos estudiantes que entendieron que el paro los volvió participio pasivo.