Estos Reptantes rectores, mafiosos por naturaleza, que violan la Ley de Universidades porque no son doctores, disponen de la Autonomía para conspirar. Fueron los que se pusieron del lado del golpismo lacayo y terrorista durante el paro que duró tres meses contra la economía, contra la soberanía del país. No tienen sentido de patria y allí está el protuberante ejemplo del equipo REPTORAL DE LA ULA que quiso montar su propia Plaza de Altamira en el estacionamiento del Edificio Administrativo y mantener así otro foco de perturbación plegándose degeneradamente a los meritócratas de Pdvsa. Cuando los lacayos de Pdvsa fueron echados por traidores a la patria, los EQUIPOS REPTORALES de casi todas las llamadas universidades autónomas los acogieron para que continuasen sus carreras de perfidias y sabotajes contra la estabilidad de la Nación. En 40 años estas universidades no fueron capaces de crear una sola empresa decente (nos hicieron más dependientes de las viles transnacionales) porque todas quebraron escandalosamente. La Librería Universitaria de la ULA, por ejemplo, quebró más de tres veces por deudas que superaban los cien millones de bolívares, pero como la ULA es autónoma, pues al carajo con los delincuentes que las saqueaban. Ahora andan indignados porque estaban acostumbrados a abultar artificialmente los presupuestos para robar a diestra y siniestra, pero el ministro Moncada les ha parado el trote. Señor ministro Moncada no crea el lloros de viejas académicas ni en cojera de perros y continúe su proceso de adecentamiento de la administración de las universidades porque a usted le falta mucho por corregir, y no le tiemble el pulso para poner en su lugar a toda esta camada de cretinos togados y de birrete.
La tal Rita Áñez, presidenta de la Asociación de Rectores de Venezuela, dice que el ministro posee un profundo desconocimiento del sector universitario como si aquí todo el mundo no supiera el rosario de robos que la Contraloría General de la República viene reportando desde hace décadas sobre estos barriles sin fondo. Como si no se supiera cómo tuvimos REPTORES que se llegaron a jubilar dos veces de la manera más descarada y alegre y frente al mundillo cobarde y raquítico de nuestro Consejos Universitarios. Ese mundo gris de esos clubes autónomos cuyo fin es tragar a cuatro carrillos y dilapidar ciento de millones de bolívares, extrayéndole con ganzúa al presupuesto universitario, viáticos y pasajes sólo para el recreo y la diversión personal: con esos docentes sin atributos ni carácter, incapacitados para estremecerse por las injusticias ni de tener remordimiento alguno por los dislates que hacen ellos o ven hacer a sus colegas o cómplices. Incultos, adocenados, eludiendo asumir compromisos con su entorno social. Envueltos en una atmósfera de tedio y tristeza, y que resume lo peor del espíritu pequeño-burgués; de los que no pierden la esperanza de verse un día orlados con las supremas preseas que imponen esos capos togados de nuestros cuerpos REPTORALES. Respirando siempre un profundo recelo hacia quien tenga el valor de expresar pensamientos propios. Nuestros PROFESORES UNIVERSITARIOS tienden a solidarizarse con el hombre vulgar, simpático (chistoso), manipulador, que carece de espíritu creador; por lo que estas Almas Máter Muertas están compuestas por un 5% de seres razonables, un 10% de incontrolables ladrones y un 85% de esclavos.
Hoy en día está definitivamente probado lo que hace dos décadas denuncié en muchos de mis escritos: que profesor universitario es un ser reaccionario por naturaleza, que le tiene horror a cualquier cambio. Piensa que los cambios pueden afectarle peligrosamente su status, y sobre todo el bolsillo. El típico profesor universitario es un hombre cuya inteligencia tiende a deteriorarse rápidamente (pues uno de sus deseos es jubilarse y dedicarse a otra cosa que nada tenga que ver con pensar y estudiar). Un ser sin esencia ni destino. Apagado, imbuido en los pequeños quehaceres de sus clases docentes y de sus reducidos espacios laborales, con la mente puesta en algún bono extra que sin duda le llegará, por vía de los paros y “huelgas de cerebros caídos” que promueve FAPUV. Por excelencia un ser egoísta pero de pequeñas miserias, y sin capacidad para la generosidad o para prestar servicio social alguno. Temeroso y apocado, permanentemente con el rabo entre las piernas suspirando por una casita en la playa y hacer un crucero cada dos años... Estudiando para que lo sepan los demás, no para entender el mundo ni ayudar a sus semejantes, ni cultivar su talento.
Ahora bien, ¿QUÉ educación puede trasmitir un hombre así, superficial, que teme asumir compromisos consigo mismo y con sus semejantes? No hay absolutamente nada humanista en estos seres: ábralos, auscúltelos, penétrelos hasta más allá de los tuétanos y no encontrará nada. Éstos, en verdad que no tienen alma. Sin una voz propia, sin un destino, nada del verbo encarnado. Como dice Fernando Savater, que se contagia. “Y mal pueden contagiar la enfermedad divina quienes no la padecen”. Y por ello, unos pocos ladrones, entre veinte mil profesores, lo controlan todo. Nacen estos bellacos con el arte de saber tomar las debidas precauciones para transgredir las normas que exigen la Contraloría, la Ley de Universidades y el ejercicio de la autonomía. Uno no puede encontrar en ese mundo de lánguidas almas un ser solidario para avanzar hacia algún cambio positivamente humano. Se buscará inútilmente, por lo que los maulas cada vez se sienten más seguros en sus sitiales, incólumes, inamovibles. Qué estado de asfixia; falta el aire, no se puede pensar. Casi todos los profesores y estudiantes ven cada día disminuidas sus dotes particulares por las relaciones que imponen los partidos y los grupos de poder. No existe la crítica sino la solidaridad ciega a los mandones. Por lo que la única reforma posible y verdadera es aquella que pueda romper con los exclusivos privilegios de quienes detentan los equipos rectorales y decanales. Despójeseles de carros de lujo, de choferes, de las jugosas primas que reciben por sus cargos (y que se prolongan más allá de la jubilación); de sus espléndidos despachos, amanuenses, pajes y besamanos; e impídaseles que sigan administrando presupuestos a sus arbitrios y antojos, para complacer caprichos y apetencias de sus amigazos de turno. Despójeles de estos poderes y quedará el terreno despejado para que actúen quienes de veras desean entregarse patrióticamente, por amor y por vocación de servicio, a la universidad venezolana. A los buscadores de votos que han parido esa caterva de rectores de nuestra democracia no les interesa una reforma seria, porque los primeros en desaparecer serían ellos; en una reforma quedarían como los Pinochets o Milosevics de la universidad. Resplandecerían como el ludibrio y la vergüenza del conocimiento, del saber y de la cultura; como los Al Capones de cuarenta años de infamias, robos, crímenes, fraudes, extorsiones y de mentiras sostenidas.
La plaga que dispone como le viene en gana el 80% del presupuesto está apenas conformada por un 3,5% del profesorado: son los que representan el tren ejecutivo, administrativo y directivo de nuestra universidad, siempre enroscados, enlodándose, rotándose, embadurnados en negocios y prebendas. ¿Valdrá la pena acaso reformar un cáncer? ¿Podrá un cuerpo con metástasis recibir alivio de unos mafiosos que llevan 20 o 25 años engangrenando su autonomía y su misión primordial que es enseñar y formar? En nuestro país sobran universidades porque abundan los brutos que las dirigen; sobran profesores y sobran estudiantes, porque las han cogido como grandes redentoras de males de todo tipo, las han empantanado. Hoy, cualquier doctor es un patán, un inocuo, un petimetre. Un 69% de nuestros profesionales no sabe escribir una carta, y 92% jamás ha leído una novela clásica completa. A un 85% le importa un comino la historia, la música o la literatura. No saben la mayoría de estos profesores pensar, criticar ni valorar sus propias funciones. He allí la gran tragedia con la que el ministro Moncada se ha topado y por lo que los REPTORES ahora andan furiosos ya que le están tocando donde más le duele.