La calidad educativa nos hace a todos corresponsables, y al César lo que a este le pertenezca

De entrada: Todo nuevo modo de vida que revolucione al saliente albergará irrefragablemente algunas de sus experiencias trascendentales, que son parte del desarrollo alcanzado ya por las fuerzas productivas, y  que serviránde inevitables pivotes para el arranque del aquel.

Contrariamente, el deterioro de la excelente calidad de nuestra educación arrancó con la caída de Pérez Jiménez. En este aspecto, la izquierda de marras colaboró, consciente o inconscientemente[1]. De este hecho fui testigo presencial.

Recordemos que los partidos AD y Copey conquistaron sus amplios mercados electorales promocionando banderas y contrayendo promisiones muy democráticas y hasta revolucionarias, que luego y en lo concreto derivaron en demagogia de suprema calidad electorera.

Ya hemos citado casos emblemáticos de transformaciones del reglamento de notas, como ocurrió en la flamante Universidad de Carabobo, cuando un representante, cabeza caliente, propuso reformas para que en esta universidad se sembrara de los posteriormente connotados estudiantes crónicos. Para avanzar en su carrera, por ejemplo, propuso con aplaudido éxito que en el caso de 7 materias contempladas en el programa de un año cualquiera, al alumno le bastaría con aprobar 3 materias de aquellas 7, con lo cual saltaba al año superior inmediato y arrastraría la bicoca de las 4 materias pendientes. Este dañino proceso deseducativo se iría acumulando explosivamente hasta que se consolidaba un alumno que podría estar cursando años superiores con pasivos de créditos superiores montantes a más de la mitad del pensum correspondiente y con inclusión de materias pertenecientes a los años incipientes de su carrera.

Otro aspecto eficaz y atentatorio contra la calidad de la edición recibida del gobierno de Pérez Jiménez fue la eliminación de las reprobaciones individuales y excluyentes para cada una de las evaluaciones periódicas e intranuales. Por ejemplo, si una materia obligatoriamente requería pruebas escritas, orales y prácticas, bastaba una reprobación en alguna de ellas para que automáticamente el alumno del caso perdiera la materia en juego.

A raíz de esta reforma descalificadora de la educación, misma desclasificación que se ha mantenido y hasta perfeccionado hasta ahora, hoy tenemos como normativa convencional que el egresado salga con media formación técnica, que el grueso de los egresados de bachillerato y de las universidades lo hace con conocimiento de apenas casi la mitad del pensum. Que un alumno con 1 punto en una de las pruebas puede avanzar a condición de que saque 19 ptos., en otra prueba de diferente contenido programático, cosas así. Esto nos dice que en nuestros  liceos y universidades se ha venido irrespetando o se desconoce las más elementales características de la suma aritmética la que rige sólo para sumandos homogéneos. 
 
Eso indica que se trata de egresados profesionales a quienes la Universidad o los liceos, en un número casi = la mitad del pensum, les impide y cercenó su carrera, o la casi la mitad de la encomienda educativa prevista en leyes, porque estas  siguen contemplando que los alumnos deben aprobar tantas y cuáles materias, y que ha sido sólo ese acomodaticio, politizado y electorero reglamento el que dio cuenta de la presente y cuestionable calidad de la Educción nacional.

De allí que la llegada de esta iniciativa tomada por la presente Administración Pública debemos mirarla como algo objetivamente positivo, abstracción hecha de todo prejuicio político, habida cuenta de que, si a ver vamos, de lo que se trata es de la educación de nuestros amados hijos ya que indudablemente, árbol que nace torcido, dizque jamás su tronco endereza, con las raras excepciones.

Además-inferimos-siempre quedará abierta o al libre albedrio familiar todas las posibles y sobrevinientes observaciones y ajustes caseros que padres y representantes podrán ir añadiendo o ajustando in situ, en sus hogares, porque, según la nueva Ley, estos padres y representantes son corresponsables o docentes paralelos de la educación de todos los alumnos de la nación.

 


[1] Hoy sabemos que han sido muchos los infiltrados en los movimientos revolucionarios antiburgueses, de gente quintacolumnista de esos que hasta hoy seguimos albergando en funciones burocráticas de notoria conducta rezagada con el cambio bolivariano.

Hay casos concretos de traición a la voluntad popular inclinada a cambios, su escogencia de determinados líderes que han terminado saltando la talanquera de la izquierda hacia la derecha lo que evidencia pobreza en su firmeza de criterios, y ha habido también casos de importantes autorrevisiones; se ha concretado el proverbio, según el cual, el buen hijo vuelve a la casa.

 



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Manuel C. Martínez


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