Las voces “aldea” y sus derivadas están harto connotadas. Cuando decimos u oímos “aldeano”, nos viene a la mente una persona con cultura deficiente. A mí, pongamos por caso, ese prejuicio me acompañó durante varios años a partir del momento cuando empezó a hablarse de "aldeas universitarias", de la “gran aldea”, cosas así.
Fue el manejo recurrente de la comuna[1] , tan en boga en nuestro país a partir de la llegada del Presidente Chávez y del Chavismo, lo que va dejando bien clara la importancia social que para todas y todos tiene vivir en una aldea bolivariana. Pasemos a ver sus características más relevantes y notorias:
Una aldea agruparía muchas comunas en razón de sus distancias geográficas; pasaría a ser lo que en la vieja arquitectura geográfica se conoce como Alcaldías contentivas de determinado y hasta variable número de parroquias. Varias aldeas constituirían los estados que conocemos. Cuando desaparezca la necesidad de ser dirigidos de desde arriba, mandados y controlados por una burocracia mandona, alejada de las bases, se habría erigido una suerte de aldea suprema que reemplazaría administrativa y políticamente al actual Estado Burgués. Estoy presentando sólo un desarrollo en líneas gruesas.
En una aldea socialista actual se están instalando instituciones como la Universidad local, con sus liceos y escuelas, “simoncitos”, determinados centros de trabajo, en principio de carácter artesanal y luego industrial y donde operarían de preferencia los propios comuneros de la aldea correspondiente o de comunas vecinas. Ya no se dará los improductivos casos de trabajadores que actualmente viven en un estado y prestan servicios en otro estado situado a muchos km. Las aldeas darán cuenta de esa pésima distribución espacial de la mano de obra que responde a la visión divisionista y geoeconómica burguesa.
Las aldeas dispondrán-ya lo hacen-de Internet, de juzgados, notarías y oficinas de seguridad ciudadana; de centros hospitalarios, de iglesias acordes con las convicciones religiosas de sus comuneros, por lo menos, hasta que con el desarrollo y la dinámica social vayamos uniformando todas nuestras convicciones espirituales sin que eso suponga limitaciones al pensamiento libre del que actualmente se carece.
Las aldeas dispondrán de centros deportivos y culturales. En fin, que en ellas ya no será necesario ni siquiera los autobusetes y taxis que hoy resultan imprescindibles para cubrir las desmedidas e inconvenientes distancias del trabajo al hogar. Para entonces, ya viajaremos en funciones de divertimento, como turistas domésticos de aldeas en aldeas.
02/11/2014
[1] Pocos diccionarios occidentales traen la voz “comuna”; no lo hace la ultraderechista y afamada Enciclopedia Británica ni la mayoría de los diccionarios “marxistas” populares hechos en Occidente. Para su acepción gramatical, véase: La Gran Enciclopedia Larousse y Ediciones Estudio, Breve Diccionario Político, Buenos Aires, 1974.