Con todo respeto me dirijo a la opinión pública para confesarle mis vivencias como educador, a propósito de la inminente discusión del Contrato Colectivo de los Educadores, que debe darse en cualquier momento. Particularmente, soporté los retrasos de quincenas en la llamada cuarta república. Hoy, por esa parte no se sufre. Sin embargo, se repite la historia en cuanto a pasar vergüenza, porque se debe hablar con los taxistas o choferes de turno para que abran un crédito que te permita llegar al sitio de trabajo. Está muy caro el pasaje, que aumentan los transportistas con decretos o sin decretos; o porque los repuestos están por las nubes, por lo del Dólar. Respecto a mi alimentación, ingiero, como cuando estudiaba en la universidad, una “Bala fría” mientras llego a casa. Sin embargo, no es la regla. Por lo que sucede actualmente con la guerra económica, puede ser que repita una “Bala fría” pero hecha en casa.
Cuando pienso, que soy victima de los bachaqueros, y no me alcanza para comprar algún producto que necesite, uno se siente como un limosnero, que sentado a la puerta de una iglesia y con lentes oscuros solicita una limosna para sobrevivir. ¡Una limosnita por el amor de Dios!, podría ser mi canto de anti guerra económica.
Ciertamente, en algún momento, el educador pierde la autoestima por alguna razón, pero se vale de cualquier recurso para sobrevivir. Fíjese, yo conocí a Carmen, ella es educadora. Recuerdo que tenía tres dientes de oro en su boca, pero me extrañé cuando la vi en estos días, desdentada. Le pregunté si había tenido algún accidente o si el marido la había golpeado, su respuesta con mucha firmeza, sin titubeos fue que los había empeñado. ¿Qué crees tú? ¡No me alcanza lo que gano para nada! Me dijo.
Bueno, fíjese el caso de Teresa. Ella también es educadora y tiene todos los títulos habidos y por haber. Recuerdo que parecía una quincalla ambulante, por la cantidad de prendas que llevaba al cuerpo. Eso la hacia ver coqueta y buenamoza. Todas esas prendas, las obtuvo a crédito y estuvo pagándolas por meses hasta que por fin le dieron su titulo de propiedad. Sin embargo, al igual que Carmen, las empeñó por poca cosa. Hoy Teresa, ya no usa zarcillos y, para que no se le tapen los orificios de las orejas se colocó un hilo en las mismas, mientras, “se discute el próximo contrato colectivo de los educadores”, dice ella.
También está el caso del profesor García, quien acostumbraba a llevar una “Esclava” de oro 18k, en su muñeca; pero igualmente la empeñó. Hoy en su afán de lucir cualquier cosa solo lleva en su muñeca, algo parecido a las gomitas que traían las tapas de las compotas, pintadas de color dorado, dizque para “meter coba”. Fíjese que hasta Rodríguez, tuvo que empeñar su anillo de graduación, pero el se conforma con exhibir su anillo de casco de burro negro, que le sirve para las hemorroides, según le han dicho.
Realmente, conozco a muchos docentes que tratan de ser feliz con lo que ganan hoy, pero por las circunstancias políticas en las que estamos envueltos, se requiere de un sueldo acorde con las eventualidades derivadas del saboteo económico para hacer frente a tal situación. Fíjese que conozco a muchas y muchos docentes que han optado por los cursos sobre energía positiva, los horóscopos, los talismanes, los amuletos, y hasta el tabaco como una forma de buscar ayuda espiritual y así poder sobrellevar la situación. Pero después de todo, dicen que la única energía positiva que les llega es la consumida por electricidad, donde CORPOELEC les da en el centro del bolsillo. Igualmente, me consta, otros docentes quisieran ser como Don Simón Rodríguez (Con el perdón de este gran hombre), dedicados de lleno a la educación del prójimo, pero cuando recapacitan y comparan fechas, destacan que en la época de Don Simón Rodríguez, no existían los taxis, los teléfonos, la luz eléctrica, la gasolina, él no tenia obligaciones con hijos ni esposa, no había dólar today, no había bachaqueros, por lo que se deduce que trabajar por amor en estos tiempos de cólera(No por la enfermedad, sino por las tantas colas que se deben hacer para adquirir un producto básico), es cosa del pasado.
Para finalizar, debo apuntar que estos casos aunque ficticios y exagerados, pudieran estarse dando en nuestra población de educadores, que a diario ven mermar el poder adquisitivo de lo que ganan. Por tal razón, urge la discusión del contrato colectivo de los educadores.