Señor Ministro de Educación Universitaria: ¿Quién le pone, al fin, el cascabel al gato a los "negocios" en los centros universitarios?
Nunca imaginé que mi decisión de integrar un equipo de intervención educativa para transformar la dinámica de unos cursos introductorios para los aspirantes a cursar estudios de postgrado en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico de Miranda "José Manuel Siso Martínez" pudiera proporcionarme una medida dolorosa, no sólo de las actuales condiciones de la educación universitaria en Venezuela, sino del estado de descomposición ética de gran parte de sus actores sociales.
Primero, debo comenzar diciendo que ignoro si el Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología otorga permisos a las instituciones universitarias públicas para que cobren a los aspirantes a estudios de postgrado por suministrarle cursos introductorios condicionales de ingreso, hecho que me parece muy grave porque no sólo reconoce la inoperancia de los estudios universitarios en distintas instituciones universitarias públicas y privadas, sino que da ocasión para que ocurran situaciones como las que pude vivir en este núcleo de la UPEL.
Lo cierto es que no es un secreto para nadie el grave problema lingüístico y comunicacional que viven los venezolanos, incluso la población profesionalizada, y que este tipo de cursos, lejos de convertirse en un mecanismo de inclusión, termina constituyendo un negocio suculento para ciertos personajes grises que proliferan en los centros universitarios y quienes han encontrado en las necesidades de formación de sus colegas, una "oportunidad de oro" para obtener ganancias groseras sin inversión alguna y abusando del trabajo de sus colegas. De igual manera, "la torre de babel" en el área de "metodología de la investigación", es también una ocasión perfecta para que algunos inescrupulosos medren de la ignorancia general en el área, y sean víctimas de los mecanismos de exclusión diseñados por unos ciudadanos que se perpetúan en las directivas dentro de los centros universitarios, incluso hasta después de jubilados, porque saben que a través de esas instituciones pueden costearse viajes y placeres que nada tienen de académicos.
Unido a lo antes expresado, pesa enormemente el factor comunicacional a través del cual se ofertan este tipo de "servicios universitarios". Según versiones de los mismos profesores aspirantes a estudios de postgrado, la obligatoriedad de los cursos no se formula en forma explícita en la página de la institución. Mucho menos su costo. Sólo cuando ellos van a formalizar la inscripción, se les suministra la información completa: deben cancelar 2500 bolívares, y si no aprueban dos cursos sabatinos de diez semanas: Competencias formales para la investigación y Competencias para la escritura académica, no pueden inscribirse.
La institución preinscribió a casi cien estudiantes, y contrató, según estimo, a no más de cuatro profesionales especialistas en las áreas de lenguaje e investigación, a quienes canceló el diseño e implementación de cursos elaborados por ellos mismos, así como de su material instruccional, por una suma inferior y aproximada a los diez mil bolívares para cada profesional.
Cada curso suponía la asistencia durante diez sábados consecutivos (con la "honrosa" excepción del sábado que dejaron libre para asistir a la marcha convocada desde la cárcel por su líder Leopoldo López, y que excusaron alegando una supuesta fumigación). Y en lo atinente a la puesta de ejecución del curso, ésta se caracterizó por la falta total de organización y respeto. El Coordinador de Investigación y Postgrado jamás hizo acto de presencia durante ninguno de esos días, sino que en su lugar delegó funciones en una subordinada, quien también estaba incorporada como profesora para dictar cursos y llevaba a duras penas la doble función educativa y las actividades de abrir puertas, arreglar sillas y mesas destrozadas, facilitar equipos audiovisuales, enfrentar los reclamos airados de muchos participantes, etc., etc.
Cambios inesperados de salón, horarios, suspensiones no informadas a los instructores, y por supuesto, cálculos de pagos de honorarios según una fulana tabla de categoría universitaria, como si la actividad fuese financiada y auspiciada por el Ministerio de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, y no por el bolsillo de casi cien estudiantes a estudios de postgrado. La lógica cruel del burócrata. Lo legal por encima de lo justo y lo adecuado
No sin razón el Dr José Padrón escribió en su texto: "Los siete pecados capitales de la educación universitaria tercermundista", las siguientes afirmaciones:
"En nuestras universidades tercermundistas, el Burócrata casi invariablemente pertenece al rango de la perversión. El Académico es todavía mucho menso contaminado, pero en todo caso tiende a ser víctima del Burócrata y, con el tiempo, tiende a pervertirse. El Burócrata así entendido, es un individuo que trabaja en la sombra y en la oscuridad de los ataques por sorpresa, de los arreglos inesperados y de los chantajes, que dedica sus días y sus noches a planificar cómo hacer caer o subir a alguien dentro del sistema organizacional, siempre en función de sus intereses de poder. No le interesa la universidad, sino su propio ascenso dentro de la misma, pero no por méritos académicos, para los cuales suele ser totalmente incapaz, sino por mecanismos burocráticos perversos, en los cuales desarrolla sus experticias. En efecto, en buena parte de los casos el Burócrata es prácticamente un analfabeta en investigación. Muchos de ellos suelen ser universitarios que nunca leen, porque no entienden los contenidos científicos. Pero con sus progresivos incrementos de poder a través del tiempo, van escalando posiciones y desarrollando cada vez mejores técnicas de chantaje y control.
En general, apartando las muchas y honorables excepciones, el Burócrata llega a ser rector, vice-rector, decano, director de escuela… y coordinadores de investigación, con las muchas excepciones ya consideradas, son básicamente Burócratas y controlan la producción investigativa en las universidades, lo cual explica en parte la ineficiencia y subdesarrollo de la misma en los países del tercer mundo".
Ante esta debacle ética que tiene lugar en los centros universitarios públicos de Venezuela, uno se pregunta alarmada dónde se encuentran los representantes del Ministerio de Educación en esas instituciones. ¿Son parte ellos del negociado, ignoran que todo esto ocurre o lo avalan por amiguismos? Y lo que nos resulta aún más doloroso a quienes hemos venido luchando por una verdadera transformación universitaria: ¿Será este también el destino de las Universidades Politécnicas Territoriales?
Del silencio cómplice de algunos colegas, de la pasividad o lucha de los estudiantes universitarios, y de la responsabilidad gerencial del Estado en materia de educación universitaria, dependerá la respuesta a esta y a muchas otras interrogantes. Yo, por lo pronto, espero por el pronunciamiento de los responsables de supervisar el funcionamiento de las universidades públicas en Venezuela, y en particular, el del Instituto Universitario de Miranda "José Manuel Siso Martínez".