La Universidad debe ser apoyada por todos

En las elecciones universitarias, el ciudadano tiene que ponerse a pensar sobre los candidatos aspirantes a rector, vicerrectores, secretario y decanos en las diferentes universidades públicas venezolanas, de las llamadas autónomas, y entonces cualquiera se da cuenta que desde hace un tiempo para acá se ha ido perdiendo calificación en la escogencia de esas autoridades, ello, debido al desgano y desencanto de los grandes hombres y mujeres del claustro universitario que prefieren la comodidad del hogar y del trabajo rutinario que enfrentarse al irrespeto con que se hace ahora las campañas electorales en esas casas de estudios; en estos días se difama de manera profusa de cualquier ser humano así éste sea la persona más admirada en el ámbito universitario por sus dotes de conocimiento y decoro. En la actualidad hay un libertinaje exacerbado, confundido con libertad, por lo que cualquier “profesor o estudiante” universitario cree tener el derecho de poder ofender de la manera más infame posible a un integrante del personal docente sin que nadie sea capaz de ponerle coto a esa acción perversa; siendo por eso mismo que los profesores destacados, de espíritu sereno y decentes se inhiben de participar en actividades electorales que pudieran conducirlos al ejercicio de cargos electivos.

Sin embargo, veamos ahora que nos dice la Constitución de la República Bolivariana en su artículo Nº 60, allí se establece: Toda persona tiene derecho a la protección de su honor, vida privada, intimidad, propia imagen, confidencialidad y reputación… y el artículo Nº 26 señala: Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos; a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente. El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas…

Toda esa maravilla constitucional sigue siendo un sueño, porque en Venezuela no se respeta a nadie, aquí se injuria a diestra y siniestra y si el ofendido se atreve a entablar un juicio, éste se convierte en el calvario más angustioso que ser humano puede sufrir, ya que tendrá que estar pendiente de cómo va el proceso un año, dos, tres, cuatro años y así hasta que la sentencia salga. De manera que si quien demanda por habérsele ofendido su honor no tiene tiempo disponible para dedicarlo a visitar constantemente el tribunal que lleva la causa, si no tiene un montón grande de billetes, si no tiene apoyo en algunos de los poderes del Estado, si no consigue un abogado honesto, leal y dedicado a defender su causa, lo más probable es que pierda el juicio y entonces ser contra demandado y tener que pagar una fortuna a quien lo ofendió y a los jurisconsultos litigantes, de ambas partes, perdiendo los pocos bienes materiales que pueda tener y hasta perder también su bien mental; en conclusión, ¿qué profesor universitario que se precie de tener como único tesoro su buena reputación se atrevería actualmente a exponer esa riqueza moral por una posible elección como autoridad universitaria?

Ahora bien, si ese ciudadano o cualquier otro pudiera presentar una denuncia en un organismo del Estado venezolano que garantice la protección señalada en el artículo 60 de la Constitución y que sea esa institución la que se dedique a investigar aquella acusación y llevarla al tribunal respetivo, si fuere necesario, entonces si se podría creer en lo enunciado en el artículo 26: justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, etc., etc.; de lo contrario esos dos artículos seguirán siendo letras muertas estampadas en nuestra Carta Magna. Sin duda alguna que estamos en tiempo revolucionario, época propicia para instrumentar un sistema jurídico que evite hoy la angustia que padeció el Libertador Simón Bolívar; evidente en el escrito al universitario Cristóbal Mendoza el 27 de marzo de 1.827: SI LOS HOMBRES COMO USTED SACAN EL CUERPO AL PESO DE LA PATRIA, ELLA SE HUNDIRÁ EN LO MÁS PROFUNDO Y NOSOTROS SEREMOS EXECRADOS.


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José M. Ameliach N.


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