A los cuatro años de haberse iniciado la Revolución Bolivariana, una deuda social con el pueblo se hacía realidad, la creación de una universidad dirigida a los cientos de miles de excluidos de la Educación Superior en Venezuela. Las universidades nacionales, creadas por el Estado, que tanto se ufanaban por contribuir a la movilidad social del venezolano, habían invertido su pirámide. Antes el 80% de sus estudiantes provenían de los sectores populares, ahora sólo el 20%. Entonces empezaron a surgir los movimientos estudiantiles denominados los “Sin Cupo”, quienes con sus persistencia y combatividad, penetraron en la conciencia del venezolano, mostrándole una realidad que los gobernantes y los medios de comunicación de la cuarta república les fue imposible ocultar.
Luego de las elecciones de 1999, habían pasado cuatro años de haberse comenzado a despertar las esperanzas de redención y aunque ya se estaban fortaleciendo algunos institutos de educación superior, hoy en día universidades, el clamor de crear una nueva universidad, no sólo en número sino en contenido crecía. Entonces se comenzó a hablar de la Universidad Popular Bolivariana y luego, quien sabe por qué pruritos ideológicos, se cambia su nombre por la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV), la cual comenzó con fuerza, tres Programas de Formación de Grado y un documento rector.
Errores de concepción
A finales de junio del 2003 se arranca con el Piuni, Programa de Iniciación Universitaria, luego de que miles de estudiantes solicitaran su ingreso en esta naciente casa de estudios, que pretendía renovar la concepción tradicional de la enseñanza donde el conocimiento teórico se separa de la práctica, de la comunidad y de la sociedad donde se vive.
Un centenar de profesores pusieron su dedicación y su esfuerzo para hacer realidad este nuevo reto de la Revolución Bolivariana en la educación. Pero cuál no sería la sorpresa de estos consagrados docentes que al finalizar este programa de iniciación, especie de propedéutico de otras universidades, fueron informados de que sus funciones habían cesado porque la mayoría de ellos estaban por encima de las cuatro décadas de vida. Es decir, los cálculos matemáticos de posibles influencias neoliberales empezaron a jugar. Quizás la idea que en menos de una década ya se comenzaría a hablar de jubilaciones se convirtió en tema tabú para una universidad que comenzaba a nacer.
Otro error de concepción lamentable estuvo en la elaboración del documento rector. A pesar de que este fue producto de una rica discusión donde participaron diversos sectores, en el producto final no se desarrolló de manera explícita el pensamiento de nuestros grandes maestros como Simón Rodríguez, Andrés Bello o el mismo Simón Bolívar y en cambio se reproducía a través de casi todas sus páginas citas de un intelectual francés, Edgar Morin, colaborador de la Unesco, al cual algunos calificaron como posmodernista.
Podríamos agregar a estos talones de Aquiles originarios, el hecho de que aunque prácticamente la Misión Sucre y la UBV nacieron juntas, no caminaron juntas. A tal punto de que los primeros cambios rectorales vinieron dados por esta situación porque incidía en el proyecto de municipalización de la enseñanza, una de las banderas principales y estratégicas de la Educación Superior en Venezuela.
La UBV comienza a crecer
El año de estar fundada, la universidad ya contaba con varias sedes: Maracaibo, Ciudad Bolívar, Punto Fijo, Maturín en proceso y con 7 programas de formación en ciernes. En poco tiempo, la institución estaba dando un salto en números pero no en organización, laboratorios, biblioteca y base tecnológica. Era una universidad que crecía físicamente pero no se consolidaba orgánicamente. El hecho mismo de que la Misión Sucre no se desarrollara simultáneamente, hizo que algunos viéramos el peligro de crear nuevas universidades como la Universidad Simón Bolívar, que aparentan una gran excelencia pero que conducen al estudiante a una formación elitista, aislada de la problemática social, y que sirven de puente para ascender socialmente o para mudarse a otro país.
Podríamos decir que esta crisis de crecimiento de una universidad que pretendía innovar en sus sistemas de enseñanza, hizo que los cambios de gestión ocurridos se percibieran más en la forma que en el contenido. Que la ineficiencia y los malos manejos administrativos continúen y que algunos problemas acumulados se mantengan y surjan nuevos. Digamos que uno de los logros que se ha mantenido, con sus altas y sus bajas, en el aspecto académico es el trabajo en la comunidad con Proyecto.
Los peligros que acechan
A las puertas de una graduación de 2.788 técnicos superiores provenientes de los tres primeros Programas de Formación de Grado que empezaron hace dos años, Comunicación Social, Gestión Social para el Desarrollo Local y Gestión Ambiental, la UBV se debate entre la participación y la apatía, entre el miedo a la crítica y la valentía, entre el autoritarismo y la democracia, entre la intolerancia y la verdad. Los recientes problemas ocurridos en la UBV-Zulia nos muestran la punta del iceberg que puede comenzar a crecer si no los atajamos a tiempo.
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