En 1957, el lanzamiento del primer satélite artificial por parte de la Unión Soviética tuvo enormes repercusiones en la geopolítica internacional. Fue tal la preocupación que despertó ese gran avance tecnológico en los países occidentales, especialmente en los Estados Unidos, que llevó a acelerar cambios en sus sistemas educativos. Se preguntaban los políticos occidentales, ¿cómo era posible que un país atrasado como la Unión Soviética lograra en tan poco tiempo tal proeza tecnológica? Después de dedicar cuantiosos recursos humanos y económicos en descifrar el misterio, llegaron a la conclusión que este logro fue posible a un sistema educativo de altísima calidad, en particular en ciencias y matemáticas. Aunque parezca una conclusión simplista, los políticos occidentales se tomaron la cuestión en serio y decidieron que deberían iniciar una reforma de sus sistemas educativos.
A finales de los años cincuenta del siglo pasado, la comunidad científica matemática comenzaba a manifestar su descontento con la manera en que se enseñaban las matemáticas en la educación secundaria. Cada vez el abismo entre las matemáticas universitarias y las matemáticas que aprendían los estudiantes en la secundaria se hacía mayor. A principios de los años sesenta del siglo XX, ya se habían diseñado algunas alternativas a la enseñanza clásica de las matemáticas. La presión de los políticos por reformar la enseñanza de las ciencias y las matemáticas, aceleró el desarrollo de esas propuestas alternativas. El gobierno de los Estados Unidos destinó cuantiosos recursos económicos para financiar esos proyectos de transformación del currículo. En el caso de las matemáticas surgió el movimiento conocido como "matemática moderna" ("new maths" en inglés). Proyectos similares surgieron en los casos de la Física, la Química y la Biología. En los Estados Unidos y en los países europeos se llevaron adelante reformas de la enseñanza de las matemáticas y las ciencias en todos los niveles del sistema educativo. Las colonias siguieron a la Metrópoli y copiaron algunos de esos programas y los implantaron, aunque tardíamente y sin la misma motivación. Tal fue el caso de nuestro país, a comienzos de los setenta implantamos una versión de la matemática moderna y de la enseñanza moderna de las ciencias desde la primaria hasta el bachillerato. Incluso, después que se hacían serias críticas a esas reformas en sus países de origen. Esos esfuerzos eran respuestas a un problema que no era nuestro.
Hace pocos días, China lanzó al espacio el satélite Mozi. Este es el primer satélite con capacidad para comunicación cuántica. A casi sesenta años del lanzamiento del Sputnik, estamos a las puertas de una nueva era de avances tecnológicos. Este evento significa un reto de enorme magnitud de un país socialista, gobernado por un partido comunista, a la ciencia y la tecnología occidental. China se coloca por delante de ellos en una materia muy sensible para su seguridad. Atentos a estos avances, al igual que en tiempos del Sputnik, los países occidentales han estado estudiando la enseñanza de las matemáticas y las ciencias en China, asombrados por sus importantes logros en estudios internacionales. Inglaterra ha adoptado el enfoque de enseñanza de las matemáticas en China, incluso ha contratado decenas de profesores chinos para que vayan a enseñar matemáticas en su país. En esta oportunidad China es uno de nuestros más importantes aliados económicos y políticos. Nuestra relación con China no es de dependencia, no es de sumisión como la que teníamos con Estados Unidos en los años setenta. Sin embargo, se corre el riesgo de que sigamos mirando a los países occidentales en búsqueda de modelos para implantarlos en nuestras escuelas y liceos. Al igual que en 1970, tal vez sigamos mirando a Estados Unidos y a Europa en búsqueda de modelos para nuestra enseñanza de las matemáticas y las ciencias. Lo cierto es que el lanzamiento del satélite Mozi provocará una nueva ola de reformas en las escuelas occidentales. Está por verse cuál será esta vez nuestra opción.