Uno de los caminos para la liberación de nuestros pueblos latinoamericanos es derrotar al pensamiento positivista dominante a lo largo y ancho de las instituciones educativas, desde las escuelas, liceos y universidades.
La educación emancipadora se convierte en el gran apalancador político-ideológico que sustituya toda una cultura dominante basada en la relación centro-periferia para nuestras sociedades, en la mercantilización del ser humano, con una lamentable relación interdialógica que contiene un alto predominio del objeto sobre el sujeto.
Son momentum (movimientos custionadores del pensamiento) para conocernos, escribiendo y reescribiendo nuestra historia, desde nosotras y nosotros y reconocernos desde una educación nuestra americana. La educación emancipadora nos permitirá situarnos en el saber reflexivo y transformador, que qenere las condiciones mínimas adecuadas para que en nuestra praxis educativa sea superado el rol protagónico del saber instrumental, que hasta ahora nos ha conducido a mentes y pensamientos tecnocráticos, al servicio y a la orden de la lógica del capital.
La educación emancipadora presenta algunas luces esclarecedoras sobre la enseñanza: no es suficiente la enseñanza estructurada en el que hacer y el como hacer, debe ir a un estado reflexivo sobre el que hacer con el hacer, para convertir y formar personas encauzadas en un pensamiento, crítico, liberador con una fuerza imponente para impulzar y dibujar la arquitectura de una nueva sociedad basada en la justicia social y en la desneocolonización de nuestros pueblos, que permita sacar de nuestras fronteras a dos vecinos indeseables que hemos tenido en los últimos 500 años: el euro-centrismo y el norte-centrismo.