De perogrullo, en prescolar te preparan para abordar la Educación Primaria, en esta para hacerlo con la Educación Media o bachillerato, y en este para entrar en la amplísima Universidad.
En esa cadena formativa del abecedario oficial y de los avances teconocientíficos mundiales, nacionales, regionales, locales y caseros, terminamos conociendo y llamando por sus nombres a los componentes materiales del mundo exterior desde los de unas adoradas letras escritas y bien dibujadas hasta por qué la luna no nos cae encima o por qué resulta tan fácil soplar y hacer botellas pasando por los nombres de pila de familiares de hoy y de ayer, de amigos, amigas y de toda esa gente que señalan como importantes tanto por sus buenas acciones como por sus malas.
Sin embargo, la universidad[1] debe enseñarnos algo diferente a todo ese cúmulo de informaciones previas a su llegada y dentro de ella misma. Efectivamente, la universidad se encargaría de prepararnos para la solución de problemas in sito, para saber tomar decisiones racionales y oportunas, para saber usar nuestra propia lógica que, por ser común a la de las demás personas, tiende a funcionar de maravillas y de allí la ecumenicidad de sus datos que quedan así como lenguaje común sobre toda la Tierra habitada.
Ahora bien, con tantos conocimientos recibidos de toda esa carreara educativa, de la universidades siguen egresando muchas personas que, aparte de lo poco, mediano o mucho que les quedó en lo técnico, exhiben una notoria deficiencia en la manera de resolver problemas de inmediato y con la mayor exactitud en sus soluciones o con un mínimo de yerros en sus apreciaciones subjetivas. Son los mejores procesados y egresados para labores de servicios incondicionales a favor de los "intereses creados"
Se da así el caso de profesionales que se hacen ricos y hasta riquísimos, pero también los hay que van pasando sin pena ni gloria, que no remontan en esa interminable carrera de ascensos, y, particularmente, parecen dotados de una baja capacidad para hacer dinero, capacidad que por cierto es el indicador que para calificarlos tienen más a la mano sus críticos y hasta sus propios familiares, a pesar de que todos estamos conscientes en que para hacer dinero en las sociedades burguesas solo basta meterse a comerciantes (alfabetizado, inclusive), ser vivo, ser ingenioso en materia de picardías, ser listo, como suelen decirles sus propias madres desde su infancia cuando a punta de llevarse a por delante a sus amiguitos, vive apareciéndose en su casa con cositas "halladas" en la calle o en el colegio.
De manera que las universidades se encargarían de ir reconociendo a aquellos estudiantes que sobre la marcha misma de su carrera, inducida por el Estado[2] o de su entera preferencia, ya van dando plenas demostraciones de valerse por sí mismo con los conocimientos punteros, más sociales que técnicos[3], sumado a desviaciones interesadas que, desafortunadamente, la sociedad les impone a la mayoría de sus egresados ya por razones políticas, ideológicas o clasistas sencillamente.
[1] Los llamados posgrados sólo se ocupan de intensificar y actualizar los datos técnicos de grado.
[2] Sabemos que muchos profesionales terminaron graduándose en escuelas que no habrían sido de su primera elección, sino las que quedaban con cupo, cosas así. "La toma o la deja", parecían decirles tales circunstancias del Puntofijismo.
[3] De la admisión o rechazo de calidad tecnoprofesional de la preparación técnica se encarga el mercado, pero la capacidad resolutoria de problemas poco cuenta hasta en los mejores capacitados técnica y profesionalmente si ese egresado no se aviene a la sumisión que debe guardar ante la burguesía y sus representantes encriptados en las rectorías y en Administración Pública, además de los innegables filtros propios de la empresa privada, para quienes pudieran ser potenciales fuentes de conflictividad, ya que seguimos en una sociedad que prefiere un mal profesional adulón que un excelente profesional objetivo.