Este ataque, tan cruento, tan persistente y violento de los colegios católicos en contra de Gallegos, dejaría de tal manera traumatizado a Rómulo Betancourt que nunca más intentaría, ni por lo más bajito, meterse con la Iglesia. Cuando en 1967, se debata en AD quién podrá ser el candidato presidencial, Betancourt se aterrará ante la posibilidad de que lo sea Prieto Figueroa, por su conocida posición anti-católica, y por ser el artífice de una Ley de Instrucción Pública que pregonaba el Estado docente. Betancourt, en 1967, estaba convencido de que si Prieto resultaba electo, la guerra de los colegios católicos acabaría con el país, pudiéndose incluso entrar en un estado de guerra civil como ocurrió en España, cuando en 1933, la República española presionó por una ley de Congregaciones que completara algunas cláusulas constitucionales prohibiendo a las órdenes religiosas dedicarse al comercio, la industria y la enseñanza. Esta presión fue realmente parte del inicio de la hecatombe porque enfureció a la Iglesia, quien prefirió inundar de sangre a España antes que perder sus privilegios, su poder.
Al Decreto 321, pronto la Iglesia venezolana lo convirtió en la cosa más tenebrosa, demoníaca y maldita que nos podía sobrevenir. Los curas sacaron a marchar por las calles a niños y a adolescentes (que nada sabían del Decreto, ni lo entendían). Los llevaron hasta Miraflores en plan francamente desafiante. Eran todos hijos de papi, bien vestiditos, muy “lindos” y rebosantes de salud, “educados”, de modales y gustos refinados y que se expresaban bien. La Junta Revolucionaria los tuvo que atender, recibir sus peticiones hasta finalmente se tuvieron que retractar y echar para atrás el referido Decreto 321.
Entre los inventos que la Iglesia hizo correr por los medios de comunicación y sobre todo a través de los púlpitos, era que se iba acabar con la religión cristiana, que se iban a sacar de los templos, de las escuelas y hasta de las casas las imágenes de Cristo, las imágenes de la Virgen María, que no se iba a poder rezar más, y que el nuevo dios de Venezuela sería algo así como Satanás y el fin del mundo estaba por llegar. Imagínense todo esto aquella Venezuela casi colonial, abrasada por el analfabetismo y la ignorancia de 450 años de servidumbres y miserias. ¡Horror!: si todavía hoy (ya en el 2007) hasta en esa misma clase alta, estúpida, goda y ridícula, predominan esos temores, ahora bajo los valores supremos del confort, del consumismo y de la vanidad.
Nos cuenta Carlos Capriles Ayala, cómo se fue gestando aquella guerra contra el gobierno de Gallegos[1]: “La base de apoyo popular no era sólida y fue dócilmente influida por esas élites dominantes a la hora del derrocamiento. Los disgustados no eran solamente los estamentos militares y empresarial… habían despertado la suspicacia de otros sectores nacionales influyentes, tales como el clero, los jóvenes educados en colegios privados y muchas amas de casa celosas de la defensa del núcleo familiar, al que veían amenazado por las ideas laicizantes manifestadas por muchos personeros del régimen. No había sido sólo el decreto 321 que arbitrariamente situaba a los colegios privados en situación desventajosa con respecto a los públicos, con algunas acciones tales como hacer retirar las imágenes religiosas de las Escuelas del Estado o el proyecto para eliminar la mención de Dios de la nueva Constitución. Entre mis recuerdos personales de esa época está haber presenciado escenas callejeras de regocijo de encopetadas damas de la sociedad caraqueña manifestando su alegría con frases tales como POR FIN SE ACABÓ LA ALPARGATOCRACIA… Años después, en los posteriores gobiernos adecos (DE LA IV REPÚBLICA[2]) una de ellas a la que admiro por su carácter y simpatía, vinculada a la familia Zuloaga, se convirtió en una apasionada defensora de esos alpargatudos. Enrique Aristiguieta Gramcko, ex Viceministro de Relaciones Interiores, entonces un joven de unos 15 años, me refirió su entusiasmo compartido con otros muchos jóvenes de su edad, cuando trascendió de que habían tumbado a Rómulo Gallegos”.
Hay que tener en cuenta que fue un criminal invento todo ese terror de que los alpargatudos iban a tomar el poder con los adecos. Rómulo Gallegos mostró especial inclinación por la clase alta mientras estuvo en el poder, pero más pudieron los rumores que se encargó de difundir cierto sector de la clase alta, sobre todo la ligada a la Iglesia y a las compañías petroleras, que no acababan por fiarse de un civil como jefe máximo en Miraflores. Mientras gobernó Gallegos, los grandes saraos encabezados por el Presidente se hacían en el Country Club y en los hoteles más distinguidos de la capital. En el Hotel Ávila se le hizo un gran homenaje al Vicepresidente y director de la revista Times y Life, C. D. Jackson, encontrándose en el acto Francis Brown, Redactor Jefe de Times, muy bien atendidos por Rómulo Betancourt, Valmore Rodríguez, Gonzalo Barrios y Raúl Leoni.
Ese mismo 25 de noviembre, al día siguiente del derrocamiento, nos encontramos con que uno de los primeros en llegar a palacio, para dar los parabienes a los nuevos inquilinos de Miraflores, es RAFAEL CALDERA. Refiere una nota de prensa de “El Nacional” con foto y todo, que Caldera ha estado en Miraflores RECOGIENDO LOS PLIEGUES DE SU AMPLIA CAPA[3]. También acuden entre los primeros, el Arzobispo Lucas Guillermo Castillo (tío del Cardenal Rosalio Castillo Lara, o a lo mejor si tomamos en cuenta que los curas llaman “sobrinos” a sus hijos) con varios curas, quienes aparecen en otra fotografía del mismo diario estrechándoles la mano al Comandante Carlos Delgado Chalbaud, Presidente de la Junta Militar de Gobierno.
Igualmente pugnan por ser entre los primeros a ese gran sarao en palacio, la godarria caraqueña representada por Luis Gonzalo Marturet, seguido de don SALVADOR SALVATIERRA. Por la Cámara Agrícola, con el pecho ardiente y en desafiante euforia se encontraba Carlos Fleury Cuello. Había mucha gente colmando los salones, y nadie se estaba preguntando allí qué podía estar pasándole al maestro Rómulo Gallegos. Si estaba muerto, les daba lo mismo. Si lo tenían en un calabozo, se lo merecía. Si lo amarraban y lo sacaban en un avión para Cuba o Costa Rica, nadie le había dicho que dejara los libros para dedicarse a la política, y ponerse a seguir los preceptos del Anticristo.
Los Azpúrua, los Zuloaga, los Pocaterra, Pacanins, ya estaban viendo cómo estaban sus cuentas y de que manera podían adquirir créditos para enriquecer aún más a sus empresas; averiguaban qué contratos iba a solicitar de manera inmediata el gobierno. El espacio se hizo pronto muy pequeño, porque cesaba de llegar a palacio la crema de la crema de la oligarquía; apareció Jesús María Herrera Mendoza (traidor que había sido designado por Medina Angarita Presidente del Banco Central. Llega Julio de Armas, para que lo designen rector de la Universidad Central de Venezuela. Los urredistas y copeyanos corrieron a apoderarse de Últimas Noticias, mientras que COPEI pidió El Gráfico. Cuenta Miguel Ángel Capriles, lo siguiente: “Mi primera reunión fue con Jóvito en la oficina de la editorial Tamanaco, en la esquina de Veroes. Todavía recuerdo una de sus expresiones: “Yo no voy a decirte que nosotros seamos gobierno, pero tenemos estos gobernadores de Estado, estos otros altos funcionarios, el Director de Política del Ministerio del Interior (Alirio Ugarte Pelayo)…” inmediatamente después que yo firmé, Ignacio Luis Arcaya telefoneó a Ugarte Pelayo avisándole que podía permitir la reaparición del diario[4]”. Es decir, los urredecos se habían adueñado de Últimas Noticias, y los copeyanos de El Gráfico, quedando como Jefe de Redacción de este periódico Luis Herrera Campins. Pura gente reaccionaria, pues.
El tren de abogados que la noche anterior habían estado desesperadamente buscando una manera de hacer legítimo el golpe, estaba conformado por René Lepervanche Parpacén, Luis Villalba Villalba y Alberto Arvelo Torrealba, entre otros, y anunciaban: “… No se ha asumido el Poder para atentar contra los principios democráticos sino para obtener su efectiva aplicación y preparar una consulta electoral…[5]”.
Aquella acta constitutiva del nuevo gobierno, además de firmarla la plana mayor de los empresarios, como se dijo la ratificó con su rúbrica Wolfgang Larrazabal[6].
El estatuto electoral ad-hoc, se encargó de elaborarlo Jóvito Villalba, Rafael Caldera, Ignacio Luis Arcaya, Luis Gerónomi Pietri (suegro de Caldera), Alejandro Urbaneja Achepohl y Lorenzo Fernández, entre otros.
Hay que tomar en cuenta que Caldera venía de ejercer la Procuraduría General de la Nación, desde donde refrendó procedimientos vengativos contra los medinistas caídos.
Cual si uno estuviese viendo a un Ramón Escovar Salom o a un Manuel Caballero, encontramos a don Mario Briceño Iragorry (salvando la enorme distancia intelectual y creativa entre éste y aquellos), vociferar lleno de contento por la caída de Gallegos: “era deber cívico en aquellos momentos a la abatida república, y fui en servicio a Bogotá, donde me fue grato exhibirme como el representante de un país sin solución de continuidad…”.
Caldera declaraba, lleno de júbilo: “el régimen se caracterizó por una siembra constante de odios para dividir a la familia venezolana…”.
El pobre Gallegos venía conociendo el Infierno de Dante desde hacía meses: en 1948, un grupo de adecos de la Asamblea Legislativa del Zulia apoyó una moción mediante la cual la figura de Cristo debía quedar suprimida de las oficinas de aquel Estado. Hay que tener en cuenta, que para entonces se asociaba la cruel y larga dictadura de Gómez, y la persistencia de ese pasado gomecista con la funesta influencia de la Iglesia católica en los asuntos de gobierno. Lo menos que podía hacer un gobierno que intentase adecuar sus funciones al progreso, era fortaleciendo el Estado social. Pero la Iglesia vio amenazado su poder y comenzó a gritar a esa temerosa feligresía: “Si el Fundador de la Religión que profesa la mayoría del pueblo venezolano, si el Dios vivo y eterno que preside y orienta un sentido superior de la vida a sus criaturas, es objeto de este trato, ¿cuál será la conducta que les merecerá los templos de ese mismo Cristo, los sacerdotes que le predican, las Congregaciones que le tienen como Eje y Doctor, los Libros que exponen su Doctrina y pensamiento espirituales?... Expulsado el Cristo de las escuelas y de los tribunales, para esa secta impía Cristo está demás en los templos y en el espíritu de los hombres. Y de aquí lucharan incansables por expulsarle también. Y por ello, no limitarán su acción a la expulsión de su imagen de las paredes donde, piadosamente, se cuelga su figura de amor. Mediante una literatura materialista, declarados en campaña sistemática y tenaz, los hombres de “Acción Democrática” trabajan día y noche por lograr la total, la definitiva expulsión de Cristo de las almas.
“NUESTRA ACTITUD, FRENTE A LA IGLESIA
ES DE RESPETO”,
dijo hipócritamente el señor Rómulo Gallegos en su penúltimo discurso del Nuevo Circo de Caracas. Sí, de respeto y se sanciona un Artículo 53 en la Constitución Nacional que niega totalmente la libertad de la enseñanza religiosa dándole, como en los Estados de estructura totalitaria, todo el poder magisterial a los Poderes Públicos; “nuestra política es de respeto”, sí, y se decreta un 321 que coloca en una triste situación de inferioridad ante la ley a los estudiantes de los colegios particulares, la mayoría de los cuales están regidos y son informados de una enseñanza que no es, precisamente la marxista; “nuestra política es de respeto”. Sí, y veladamente se amenaza con expulsar a los Reverendos Padres Jesuitas por el sólo hecho de que éstos abanderados del Catolicismo, valientes y esforzados luchadores, no se callan oportunistamente ante la embestida diabólica del comunismo, que en Venezuela se llama “Acción Democrática”; “nuestra política es de respeto”, sí, y se sanciona un Artículo 77, el “Alfaro Ucero”, que significa un atentado contra los derechos inalienables de la persona humana, que es conquista indisputada del Cristianismo; “nuestra política es de respeto”, sí, y el episcopado Venezolano sufre la pena de un desprecio insólito en la oportunidad en que, reunido en la Capital de la República, esperaba una audiencia de la Junta Revolucionaria de Gobierno para arreglo amistoso de aquel problema provocado expresamente por la aplicación del Decreto 321, audiencia que nunca les fue concedida; “nuestra actitud es de respeto”, sí, y se buscan a un tránsfuga como el Diputado Vera para que, faltando a los principios más elementales del Dogma y de la Fe, haga la defensa acalorada de un Régimen que es, en principio, la más formal negación de la propia misión moral de aquel sacerdote; “nuestra actitud es de respeto”, sí, y los legisladores del Partido “Acción Democrática” de Maracaibo
EXPULSAN EL CRUCIFIJO DE LAS OFICINAS
PUBLICADAS DEL ESTADO ZULIA,
execran con ello su autoridad divina, irrespetan y profanan y vilipendian el Eje y Centro de toda la razón de vida y destino en una Doctrina, de un Concepto, de una Filosofía, de una Religión. ¿Es así como Don Rómulo Gallegos interpreta el respeto a la Iglesia Católica, sus Sacerdotes y su Misión? ¿Es así acaso, como debe tratarse lo que constituye para la mayoría de los venezolanos lo más grande, lo más sublime, lo único divino, Dios? Y cobra los caracteres de una tragedia el hecho de la expulsión del Crucifijo por los Legisladores de Maracaibo cuando se comprueba que quienes eligieron a esos señores y le ungieron con el carácter de Representantes del Pueblo son gente católica, gente que adora a ese Cristo expulsado, gente que reza el Padre Nuestro, la Oración de las oraciones porque la enseñó el propio Dios, porque la enseñó el mismo Cristo. Y cuando advertimos, a la vez, que esos líderes se ganaron aquel apoyo del pueblo, no sabemos cuál mejor calificativo le podríamos atribuir, si el de fariseos o el de Judas, o el de Caínes, pues su conducta no me merece otra sentencia, ni mejor condenación. Han engañado miserablemente al Pueblo. Lo han traicionado. Se han burlado impunemente de sus creencias. Se han burlado de lo que, en el corazón de esa gente humilde, significa su esperanza, su idealidad y su fundamento.
CUANDO, EN LA UCHA ELECTORAL LLEGAMOS A
NOMBRARLES COMO ELLOS ERAN
realmente, cuando le decíamos en las plazas públicas que su Partido era, doctrinariamente, anticatólico, pegaban el grito en el Cielo, se mesaban los cabellos, asistían a las procesiones, hasta llegaban, como los vimos nosotros más de una vez, a sentarse en el altozano de la Iglesia en fiestas patronales, como para que el pueblo les viera, piadosos. ¡Oh hipócritas! ¡Oh sepulcros blanqueados! Hoy expulsan a cristo de las Oficinas Públicas de Maracaibo. Mañana le expulsarán de las Oficinas de toda la República. Perseguirán la Iglesia y por “reaccionarios” condenarán a todos los católicos que, sin vacilaciones y sin cobardías, les gritamos en su cara su propia iniquidad.
¡Oh Santo Cristo que ha sido vejado de nuevo por los escribas y fariseos de los tiempos modernos! Como en la Alemania de Hitler y en la Rusia del Comunismo, en la Venezuela de Acción Democrática se te expulsa y se te ultraja[7]”.
[1] En “Pérez Jiménez y su tiempo”, Consorcio de Ediciones Carriles C.A., Ediciones Bexeller, Caracas, pág. 48.
[2] Añadido del autor.
[3] Véase el diario El Nacional del 21 de enero de 1949.
[4] “Memorias de la Inconformidad”, Miguel ángel Carriles, Caracas, 1973, págs. 298-301.
[5] Diario El Universal, 25 de noviembre.
[6] Firma que también estampara en el Acta que lo colocaría a él, en lugar de Pérez Jiménez, nueva años más tarde.
[7] “Una Revolución que se perdió”, Míster X (Germán Borregales), Editorial Venezuela, Buenos Aires, 1948, págs. 102-105.