Hace pocos días escribí un artículo que, a mi entender, quedó bien
bonito. Hablaba de nuestros niños y cuando se escribe sobre ellos no se
puede ser grosero. Pero les cuento, parece que entre las palabras que
escogí se me coló una palabrota, esa que empieza con P.
No lo había notado hasta que comencé a recibir mensajes de padres
indignados por mi falta imperdonable. Dolidos, como solo un progenitor
puede hacerlo cuando se relaciona a uno de sus retoños con semejante
grosería, me increparon e insultaron, pero eso si, usando palabras muy
cultas. Sacudieron furiosos definiciones enciclopédicas y referencias
bibliográficas de autores reconocidísimos, que solo una mente simple
como la mía, podía desconocer.
Esgrimieron sus conocimientos, intentando apabullarme, usaron frases
impresionantes como ‘’balcanización de la dialéctica’’ y referencias históricas
que me llevaron hasta el mismito corazón de ''Éfeso''. Me regalaron perfiles
psicológicos carísimos y estudios sociológicos muy bien estudiados.
Alguno, cual clarividente, adivinó que tengo y leo El Libro Gordo de
Petete. Otro, desplegando una envidiable familiaridad con las palabras,
me llamó ‘’banderillera’’ y lo hizo con tanta ira que, supongo, trataba
de insultarme. Pero repito, las mentes simples no pueden llegar a tales
limites de comprensión.
Me enriquecieron profesionalmente, explicando con claridad cual es el
papel que jugamos los docentes y las escuelas en la sociedad. La
escuela se encarga de las letras y números-. Dijeron, -y la enseñanza de
conceptos como solidaridad, respeto, ética,
responsabilidad es obligación exclusiva de los padres. Comprendí que
durante los diez años que dediqué a la enseñanza, me excedí y abusé de
la inocencia de mis pequeños alumnos y , cual Ronaldinho, pateé la
confianza que sus padres depositaron en mi. Finalmente, y lo entiendo
porque soy madre, un padre arrebatado por la furia, martilló en su
teclado con dedos iracundos: ‘’ Aquí la única P es usted’’
Anonadada y trastabillante busqué sostenerme y apoyé mi mano sobre un
diccionario que estaba en mi escritorio. Hasta para evitar caídas sirve
ese buen libro. Hojeé sus paginas buscando respuestas o, al menos,
alguna palabra bonita que apaciguara mi angustia. Pero al abrirlo, mi
viejo y sabio amigo, me escupió la palabrota en la pepa ojo.
A modo de castigo para redimir mi culpa, me armé de un coraje que no me
caracteriza y, conteniendo la respiración, leí su significado. Mi
corazón se detuvo, por un breve momento, mi mente cansada, por tanto
vapuleo, hiló las palabras y entonces lo vi todo clarito. Aquí lo
transcribo para verlo mejor:
P
patriota.
(Del gr. , compatriota).
1. com. Persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien.
Me gané una colección de insultos por expresar lo siguiente:
‘’Adoctrinamiento no, simplemente educación para la vida, educación de
la buena. Nuestros niños van aprender a aprender, van a pensar y a
preguntar y les vamos a responder y vamos a debatir y serán adultos
críticos, solidarios, creativos, emprendedores, espontáneos,
responsables y, lo que más les duele señores, patriotas.’’
Lo siento señores si mis palabras duelen; cierren los ojos, tápense las
orejas y lleven a sus niños para Disney World. Yo me reafirmo en cada
palabra que he escrito, porque estoy convencida que de haber tenido
ustedes la educación que hoy se propone, nadie se habría ofendido por
el uso correcto de una palabra cuyo significado implica amor por lo
propio.
Me voy a permitir recomendar a esos padres furibundos, usar el
diccionario ante cualquier duda, y aprovechando que ya están por la
letra P echen un vistazo y busquen las palabras psicosis, paranoia,
psiquiatra, prepotencia, prejuicio, pataleta, prójimo y paz.
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