"nos vemos obligados a sumar, y no restar, a tener en cuenta los diferentes modelos en el momento oportuno, (…) siempre partiendo de la ética del discurso como elemento coordinador pues hunde sus raíces en la acción comunicativa y en la subsiguiente argumentación"
Adela Cortina
"Esta línea se fundamenta en los aportes provenientes de la filosofía, la filosofía del lenguaje y la filosofía práctica. También de la sociología en el estudio de la relación individuo-sociedad, la acción racional y la educación como acción social. "
Silvia Camejo
"La felicidad es el fin último al cual todos los hombres tienden y la ética se propone, en principio, ayudar a conseguirla"
Adela Cortina
Este pequeño artículo está dedicado a la memoria de la socióloga (UCAB) Dra. Silvia Alejandra Camejo. La profesora Camejo fue la líder-fundadora de la Línea de Investigación sobre Ética aplicada a la educación, del Área Educación de la UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA. Grupo de Investigación de Educación-UNA. Silvia será recordada por su bondad, capacidad de trabajo, liderazgo democrático, sentido del humor y sonrisa iluminadora.
En una primera aproximación la noción de "ética aplicada" podría parecer redundante, puesto que la ética misma es una filosofía práctica, una filosofía de la acción; sin embargo, esa filosofía práctica que Sócrates ejerciera en el ágora, vale decir, en el centro de la vida ciudadana de Atenas- con el transcurso del tiempo fue poniendo cada vez más el acento en sus componentes teóricos, hasta casi reducirse en los últimos siglos a una reflexión sobre los fundamentos de las normas. Ahora bien, dicha reflexión es sin duda imprescindible pero dada la transformación de las características de la acción humana debida al actual nivel de desarrollo científico técnico ella resulta hoy insuficiente.
La ética, por la naturaleza de sus objetos (principios, valores, reglas, ideales, fundamentos) no pertenece al saber teórico propio de las ciencias que se rige por la demostración, sino al saber práctico que se rige por la argumentación. Es algo que define ya con precisión Aristóteles cuando delimita por primera vez con precisión el campo de la ética filosófica, y que desde su perspectiva específica asumirá también Kant.
La ética aplicada contemporánea, si se mira la historia de la filosofía, no es más que una continuación de los muchos intentos de la filosofía por orientaciones que ayuden a solucionar problemas prácticos morales. La diferencia radica en que ahora dispone de herramientas intelectuales nuevas que le ofrece la teoría ética. El cambio cualitativo de la ética aplicada actual con respecto a su pasado tiene su origen en el modo en que trata los problemas prácticos, es decir, en el método que utiliza para su estudio.
La elección del término ética aplicada tiene mucho que ver con este cambio metodológico para enfrentarse y reflexionar sobre las cuestiones prácticas. Con este término se quiere sugerir que la teoría está ahora más preparada para ayudar a la práctica porque nace de ella misma, por lo que se apunta que la teoría ética ha llegado a un grado de madurez suficiente como para proporcionar una guía a los problemas prácticos con un nivel de complejidad y de herramientas con las que no contaba anteriormente.
Aun así, siguen existiendo confusiones respecto a la ética aplicada. Por ejemplo, algunas de las preguntas que habitualmente surgen son: ¿qué es lo que está siendo aplicado?, ¿se aplican unos valores éticos compartidos o principios morales a problemas reales o, más bien, se entresacan los principios morales del propio ámbito sobre el que se reflexiona? O, como sugieren algunos autores, la ética aplicada tenga que ver con los dos extremos planteados en la pregunta y todo lo que necesitamos es un marco teórico capaz de mostrarnos qué se considera en cada caso, qué relevancia tiene y de qué modo se puede entender.
Otra posibilidad es que el término de ética aplicada no trate de apuntar ningún modelo o disciplina diferente a la teoría ética, sino que con esta denominación se quiera hacer hincapié en la preocupación que la teoría ética tiene por las cuestiones prácticas. En este sentido, la ética aplicada no requeriría de un estatuto propio.
Tal vez la denominación de ética aplicada es una elección desafortunada, sugiere que su esencia reside en el contraste con la ética pura y que lo que es aplicado es una teoría pura o teoría ética sistemática.
Esta separación de teoría y práctica que se sugiere desde su nomenclatura ha dado lugar a buena parte del estudio de la ética aplicada, a saber: los modelos de aplicación o el sentido de la adecuación, la tarea de la ética aplicada y las características propias de las praxis en las que se fija, el papel del experto ético, los niveles de aplicación y su relación con otras disciplinas.
El auge y la actualidad de la ética aplicada no se debe a que los filósofos morales hayan reclamado y agitado tal necesidad de un modo corporativista. De hecho, la demanda de tales reflexiones proviene, mayoritariamente, de los propios protagonistas de las distintas praxis o distintas esferas de poder que exigen reflexión y orientaciones éticas. Por este motivo, se puede decir, siguiendo a Cortina, que las éticas aplicadas son poliárquicas porque están siendo reclamadas no solo por los filósofos morales, sino también por los gobiernos nacionales e internacionales, por los expertos o profesionales de distintas actividades y por la opinión pública. Podríamos decir que esta poliarquía, junto con los métodos que proponen para su desarrollo, configuran los rasgos más novedosos del pensamiento de las éticas aplicadas.
El problema de la "aplicación" y de la "aplicabilidad" de las normas a las situaciones concretas es un viejo problema de la ética normativa. Hay tener en cuenta que la aplicación, como tal, es algo que sucede de hecho continuamente en el ethos, independientemente de su tematización expresa. La aplicación es parte esencial de la facticidad normativa (sin aplicación, no habría tal facticidad}. La "reflexión moral" es ya una reflexión "aplicadora" de normas. El "problema" de la "ética aplicada", en realidad, sólo se le plantea a la ética normativa. Cuando hablamos de "ética aplicada", en sentido amplio y general, no nos referimos a la aplicación de hecho, sino a la legitimación de la aplicación. La ética normativa no se ocupa en aplicar las normas, sino de determinar cómo y cuándo esa aplicación es "válida". Recordemos que la ética normativa no nos dice "qué" debemos hacer, sino "por qué" debemos hacerlo
¿Qué quiere decir, entonces, "ética aplicada"? Creo que no puede entenderse de otro modo que como la tarea que realiza la reflexión moral cuando ha sido adecuadamente ilustrada por la ética normativa. En la "ética aplicada" nos encontramos con la confluencia de ambos niveles de reflexión: por ser "ética", participa de la ética normativa: por ser "aplicada", participa de la reflexión moral.También puede pensarse que la aplicación tiene aquí dos pasos "Aplicar", del latín applico (arrimar una cosa a otra, apoyar algo en algún lugar: por ejemplo, apoyar una escalera en una pared), es un verbo que alude a un contacto. En este caso, quizá, es lícito interpretar que se refiere, en primer lugar, al contacto (posibilitado, una vez más, porque no se trata de "compartimientos estancos") entre el nivel ético-normativo y el nivel moral. Ese sería el primer paso de la "aplicación": la sugerencia que la ética normativa puede hacer a la reflexión moral. Allí hay un "apoyo": pero es un apoyo que aquélla ofrece a ésta: es la reflexión moral la que se apoya en la ética. El segundo paso tiene que darlo la reflexión moral: es la aplicación de la norma a la situación concreta. La ética sólo opera, por así decir, indirectamente, a través de la reflexión moral. La "ética aplicada" podrá entenderse entonces como una forma de mediación entre la razón y la acción lo cual tiene que ver, a su vez, con la antigua cuestión de la phrónesis
La ética como filosofía moral, siguiendo a autores como Karl-Otto Apel y Adela Cortina, tiene tres tareas a cumplir: la primera, la explicitación del ámbito moral; la segunda, su fundamentación o justificación filosófica; y la tercera consiste en aplicar a los distintos ámbitos de la vida social los resultados de las dos primeras funciones.
La ética aplicada se ocupa principalmente de aplicar los principios ético-teóricos, descubiertos o extraídos en el proceso de fundamentación de los principios morales, a los diferentes ámbitos de la praxis humana. Pero no es su tarea aplicarlos de forma inmediata, al menos esa es la propuesta que se está manteniendo en esta obra. Más bien, tendrá que ayudar a la reflexión sobre la toma de decisiones en casos concretos. En definitiva, se puede establecer que la ética aplicada, como disciplina, no ofrece de inmediato las respuestas tipo a los problemas tipo, porque esto sería, sin duda alguna, de poca ayuda.
La ética aplicada, al proponerse como una disciplina (disciplinas) autónoma, pero relacionada con la ética, está afirmando que posee herramientas y métodos filosófico-éticos propios, que la capacitan para, en segundo lugar, interpretar el momento de incondicionalidad, propio del hecho moral, que también reside en las diferentes ciencias prácticas como la economía, la empresa, las nuevas tecnologías, la educación, los medios de comunicación, etc.
En este sentido dos rasgos básicos. En primer lugar, un carácter interdisciplinar que necesita y requiere de la discusión y complementariedad con otras disciplinas académicas. Por poner un ejemplo, en el caso de la ética empresarial, serán, al menos, la teoría económica, la teoría de las organizaciones, la psicología y la sociología organizacional industrial. En segundo lugar, una función propia, la de interpretar la incondicionalidad que se encuentra en cada uno de los ámbitos prácticos, es decir, de explicitar los principios y normas que son exigibles, porque hacen referencia a cuestiones de justicia y solidaridad, en definitiva, a lo que todas las personas querrían para sí y para los demás porque humanizan. Este objetivo de interpretación no está exento de obstáculos:
1. No hay una propuesta de fundamentación de la moral aceptada por todos, más bien existen diferentes teorías éticas que propugnan y defienden diferentes criterios o principios éticos.
2. Toda ética aplicada tiene que hacer frente en su configuración a dos polos que tiran de ella: exigencias morales universales (desde las concepciones éticas deontológicas) y exigencias de lo prudencial, lo saludable y lo provechoso (desde las concepciones éticas aristotélicas y utilitaristas).
3. Cada ámbito de aplicación posee sus propias características específicas que, en muchas ocasiones, no están suficientemente explicitadas.
4. Dentro de cada forma de vida, se presentan una variedad de roles, ámbitos de acción y códigos que son distintos entre ellos y que se enfrentan continuamente a juegos de intereses extramorales que ejercen su influencia y poder a través de diferentes medios en el comportamiento de los individuos.
Frente a estas dificultades la tarea de la ética aplicada no consiste en estudiar los casos particulares y elevarlos momentáneamente a imperativos que deben ser cumplidos. Es decir, no es su función ofrecer un procedimiento inductivo y pragmático válido para cualquier situación y lugar. Más bien su tarea es «reflexionar y explicitar las normas, valores, principios y procedimientos que en los diferentes casos deberían tener en cuenta los afectados.
El estudio del caso concreto y la aplicación concreta quedará, por tanto, en manos de los individuos como tarea propia a ellos, pero sin considerar esta decisión de modo individual, sino teniendo en cuenta que también necesitará comunicarse con los otros afectados por las decisiones para adoptar una vía u otra, unos valores u otros y unos principios u otros.
La tarea de la ética aplicada consiste en reflexionar y ofrecer un marco desde el cual se puedan aplicar las normas, valores, principios y procedimientos que se han explicitado como válidos para la actividad concreta de las personas.
La función de la ética aplicada será tanto práctica como teórica. Por una parte, tiene que cooperar en la resolución de conflictos sociales que están reclamando de su ayuda, pero es su función resolverlos, porque la ética en este nivel de aplicación únicamente puede orientar las acciones de forma mediata, ofreciendo un marco de reflexión para la toma concreta de decisiones. Y, por otra parte, ha de colaborar en la configuración de una autocrítica de la filosofía moral, proporcionando tanto técnicas de argumentación y análisis que pueden ayudar a responder frente a los conflictos de valores, como justificación de prescripciones morales probando la aceptabilidad de los principios morales presupuestos o aplicados
Cualquier interacción humana pretende validez moral y, desde este punto de vista, el ámbito de aplicación se extiende a toda la praxis. Sin embargo, el ámbito de la ética aplicada viene definido por aquellas situaciones no normales de aplicación, cuando la moral no puede cumplir inmediatamente su función de coordinación de la acción. Tendremos así dos criterios para definir estos ámbitos de aplicación: su relevancia social y la falta de claridad moral. El ámbito de la política, el ámbito de la relación entre el ser humano y la naturaleza y el ámbito del desarrollo científico-tecnológico son los ámbitos que con mayor prontitud reclamaron una reflexión moral. Ámbitos que se han visto ampliados en los últimos años a las praxis: politica, económico-empresarial, educativa, informativa y comunicativa, desarrollo, paz, profesional, bioética y biotecnología.
El elemento común a estos ámbitos de aplicación, con temas y realidades tan dispares, es el conflicto de valores y de normas al que se tienen que enfrentar los sujetos en el día a día. Las sociedades actuales viven en un conflicto de valores permanente ante el que necesitan guías o prescripciones que les ayuden en la toma de decisiones en entornos cuya complejidad se ha visto aumentada en las últimas décadas por los procesos de globalización.
Conflicto de valores que necesita de una reflexión y un marco común desde el que poder interpretar y aportar razones convincentes, cuantas más mejor, para ir configurando espacios bien informados y con argumentos pragmáticos, éticos y morales bien elaborados.
No es la ética aplicada la que se enfrenta a la realidad en general para recortar en ella ámbitos que reclamen su atención. Son los estudiosos de las diversas áreas y las distintas instancias que requieren la reflexión ética quienes circunscriben en ocasiones lo problemático de esa realidad y formulan la pregunta filosófica. Y esto es así porque, desde la propia teoría, no se puede dar razón del problema, esto es, no se encuentran recursos para comprender valorativamente y juzgar el problema como tal.