Me asomo al balcón de mi casa y veo un carro en cuyo vidrio de atrás escribieron con letras blancas ¡Libertad S.O.S!. Enciendo el televisor y observo a un grupo de jóvenes gritando ¡libertad! y trazando con sus cuerpos las letras de este vocablo en el pavimento de la Cota Mil.
Bien temprano compro el periódico y leo con preocupación que en la reunión de la Organización de Estados Americanos, OEA, se va discutir el caso de la libertad de expresión en nuestro país y el caso de la no renovación de la concesión a RCTV. Entro a mi casa y me siento a pensar sobre la Venezuela de angustia que intentan crear a través de los medios de comunicación y la Venezuela real en la cual me desenvuelvo sin observar el panorama desalentador que pinta la oposición diariamente.
Quién afirme que en este país no existe libertad vive obnubilado y de inmediato debe ser sometido a tratamiento psicológico para sacarlo del error. Por qué en nuestro país están garantizados los derechos humanos y las libertades contempladas en la Carta Magna tanto para los opositores como para quienes simpatizan con el gobierno.
Lo que está a la vista no necesita anteojos. Hablan de tiranía y las protestas están a la orden del día. Son tantas que ya cansan y hasta asombran a quienes conocimos las luchas estudiantiles de la década de los 70 y 80, cuando las marchas de protesta organizadas por la Federación de Centros Universitarios, eran reprimidas en forma brutal y los cuerpos policiales ni siquiera las dejaban llegar a la Plaza Venezuela.
Por si la represión fuera poca, los estudiantes que participaban en las marchas eran estigmatizados por los medios de comunicación como “revoltosos” y “encapuchados”, razón por la cual nunca le daban cabida ni en las páginas de los periódicos, ni en los programas de radio y mucho menos en la pantalla de la televisión, a no ser para denigrar de los estudiantes y para subestimar las protestas, que en esos años eran por mayor presupuesto, libertad de cátedra, pasaje estudiantil, cupo para los bachilleres y la no privatización de las universidades, entre otros argumentos de peso para una lucha sistemática y continuada.
Sin embargo ahora la protesta tiene visos elitescos. No es por el pasaje estudiantil, pues la mayoría de quienes protestan tienen carro para llegar a sus sitios de estudio. No es en contra de la privatización de las universidades, pues el gobierno ha democratizado la educación superior con la creación de universidades en la mayoría de las regiones del país, con lo cual de paso se ha subsanado el problema del cupo. No es por estudiantes desaparecidos, pues hasta ahora ninguno lo está. Tampoco es por falta de libertad de expresión en el recinto universitario, porque existe que muchos profesores utilizan las aulas de clases para arengar contra el presidente Chávez y su régimen totalitario.
Entonces, vale preguntarse ¿qué es lo que quieren estos niños bien vestidos, mejor alimentados y consentidos por sus padres, que no representan a la mayoría del estudiantado venezolano?. Indudablemente quieren con sus acciones minoritarias, pero magnificadas por los medios de comunicación, ofrecer al mundo una imagen distorsionada del país para generar internacionalmente malestar y dudas sobre la realidad del proceso venezolano.
Ante éste panorama la mayoría de los venezolanos debemos unirnos para cerrar el paso a los intentos de desestabilización puestos en marcha por estos grupos de estudiantes porque detrás de ellos trabajan solapadamente grupos organizados dentro y fuera del país cuyo principal objetivo es salir del presidente Hugo Chávez Frías, de cualquier forma sin importar los medios que se utilicen para este fin.