¿Autonomía neoliberal?

El tema sobre autonomía universitaria siempre ha estado en las discusiones de la gente ocupada de tales problemas así como la mayoría de la sociedad. Pero el término a secas de autonomía es un concepto que da para todo y que beneficia a pequeños grupos de personas con intereses muy variados, donde la verdadera educación y la esencia de la autonomía tiene poca importancia, solo interesa los grandes espacios que permite la “ autonomía” para hacer negocios y acumular grandes cuotas de poder, donde se observa las más extrañas alianzas de sectores supuestamente contrarios en el terreno ideológico pero que coinciden plenamente en la forma de hacerse del poder universitario a cualquier nivel para repartirse el gran presupuesto universitario además de los cargos de la misma, lo cual permite preservar privilegios en contra del desarrollo de la universidad.

El concepto de autonomía y toda la acción que se desprende del mismo debe ser ampliamente revisado, ya que la autonomía no es un concepto estático predestinado a la inmovilidad sometida a presiones infalibles. Esa misma concepción de la autonomía hace que la universidad de cara al siglo XXI siga siendo fundamentalmente científicista, tecnocrática , donde se investiga lo ya investigado, sin realizar mayor innovación.

Es precisamente ese concepto herrado de autonomía, que permite que en la universidad las capas más pobres de la sociedad financian los estudios de las clases medias altas, y donde los sectores populares se encuentran en ínfima minoría, siendo obligados a abandonar sus estudios.

Al revisar históricamente el origen de la autonomía siempre nos han referido a la Universidad de Córdova, cosa que no es del todo cierto.

La autonomía funcional existente hoy día permite tener autoridades rectorales completamente sometidas a servir de instrumento y obedecer al grupo que utiliza a la institución como fuente de empleo y obtención de prebendas para sus allegados, provocando el desgaste institucional, desestabilizando administrativamente a la universidad al desviar sus recursos económicos hacia fines foráneos, lo cual viene siendo una completa distorsión de la misma en contraposición de la soberanía que es un poder originario.

La autonomía y la educación deben de resaltar el ideario político del pueblo y el Estado que lo representa, evitando que la universidad siga enclaustrada y ausente del proceso de transformación, sin aportes decisivos que beneficien al país ante los variados temas y problemas del país como la política económica, sector industrial, salud y educación.

En el caso concreto de la universidad, la autonomía debe estar plenamente en función no solamente de elevar las manifestaciones espirituales y culturales sino que debe de permitir el espacio como formadora de hombres y mujeres pensantes, capaces de tomar decisiones sobre los diferentes problemas de la sociedad, evitar que la universidad siga siendo una especie de teatro político cuyas acciones se encierran dentro de la misma sin tener ninguna afinidad con su entorno social.

En estos momentos cuando en el país todo esta en discusión, pues como lo manifiesta ese gran paladín que es Simón Rodriguez al decirnos que lo único constante en el mundo es la variación, debemos aprovechar los espacios para revisar lo que se ha venido haciendo en nombre de la " autonomía", donde tenemos docentes sin actualización no de títulos pero si de conocimientos, donde se forman individuos para servir de empleados y no como agentes empleadores obteniendo como resultado seres sin iniciativas para el cambio o la transformación social, víctima y producto del esquema intelectualista, y un modelo educativo que no propicia la participación del estudiante en la solución de los problemas, con una autonomía que ha sido secuestrada y puesta al servicio del gran capital, incentivando una formación dentro de los antivalores DEL TENER Y NO PARA EL SER ,donde de manera deliberada se castra al estudiante haciendo del mismo un sujeto pasivo, de escasas palabras y sin sentido, con dificultades para comunicarse y profundamente conformista.

Hoy observamos como la fulana autonomía a secas se continua utilizando como simple herramienta política para exigir mayor presupuesto sin rendir cuentas al Estado, utilizando para sus fines al grueso de la población estudiantil que ignora en que se invierten los recursos, pero no escuchamos planteamientos serios, no hay debates para contrastar opiniones científicas y académicas sobre el papel de la universidad y su autonomía.

El concepto abstracto de autonomía debe desaparecer para dar paso a una autonomía humanista, responsable que sea portavoz de la solución de los problemas del común de la gente que se identifique con el pueblo, ser protagonista de la formación del ciudadano para el ejercicio pleno de la democracia. No puede ni debe seguir graduando gente como “doctores” que mira por encima del hombro al hombre y mujer de la calle, pues la educación universitaria debe ser para fijar el compromiso de sus egresados con ese ciudadano que sin saberlo sufraga los onerosos gastos de su pesada carga burocrática e ir mucho más allá de la ciencia sin humanidad, de la política sin principios, de la riqueza sin trabajo, de las discusiones abstractas desvinculadas de la participación de la gente.

hriverat1@hotmail.com


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Heriberto Rivera


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