El odio de Betancourt contra la educación privada

Estoy metido de lleno en la investigación histórica y en este momento me encuentro releyendo el voluminoso libro de Rómulo Betancourt “Venezuela, Política y Petróleo”, de casi mil páginas en letra menudita. Betancourt fue de joven antiimperialista y anti-capitalista y en cierto modo, algunas de sus posiciones políticas originales aún las conservaba en la segunda edición de ésta, su obra más importante, publicada Editorial Seix Barral, Barcelona-Caracas-México, segunda edición, 1979. Betancourt planteaba tajantemente las razones de la bancarrota de los estudios universitarios en los siguientes puntos[1]:

1- Que los gobiernos no le abriesen las puertas a los estratos pobres del país: clase media y obreros.

2- Que en contraposición a la dictadura de Pérez Jiménez, con recursos del 1% al 2% en su gobierno, de los gastos públicos, la matrícula que en la UCV en 1945 había sido de 2940, en 1947 pasó a 4586, un crecimiento de un 63%. Para el 48-49, llegó a los 6.000. en la ULA y LUZ se triplicó.

3- “Desde los inicios de la dictadura, esa mentalidad oligárquica afloró en la gestión del ministro de Educación de la dictadura, señor Augusto Mijares. Anunció una orientación educacional rectificadora de la cultura de masas propugnada y aplicada por AD. Esta supuesta nueva orientación, que en realidad era el regreso a las jerarquizadoras y obsoletas teorías de los oligarcas de la Colonia, culminó con la promulgación del Estatuto Provisorio de la Educación. El Estado hacia renuncia en él a su control sobre la educación privada, control abonado por la tradición educativa y legislativa venezolana… Coetáneamente con la publicación de ese adefesio jurídico, que tenía el propósito definido de reservar para las clases adineradas el acceso a las aulas superiores, fue derogado el Estatuto Orgánico de Universidades. Se le sustituyó por la Ley de Universidades, complementada por un reglamento de Aranceles y Matrículas.”

4- Mediante las disposiciones de este último, la educación universitaria venezolana comenzó a ser pagada y no gratuita (ES ASÍ COMO SE HA PRODUCIDO UNA ENORME migración DE JÓVENES, Y LA MAYORIA DE GENTE POBRE, HACIA LAS UNIVERSIDADES PRIVADAS). Se rompió así, infiriéndosele grave daño al avance cultural del país, una tradición de gratuidad de la enseñanza, en todos sus escalones, que se inició con el Decreto de Guzmán Blanco del 27 de julio de 1870. Tradición que aún el propio régimen despótico de Juan Vicente Gómez acató y respetó, y en cierto modo amplió con la Ley Guevara Rojas, de 1921, y la Ley Rubén González, de 1924.

5- Después de la clausura de la UCV por cerca de dos años, se reabrió en septiembre de 1952. en la cartelera universitaria aparecieron las tasas a pagar. Inscripción: 115 bolívares, y el pago por año docente: Ingeniería: 810 bolívares; Medicina: 780 bolívares; Odontología: 1.050 bolívares; Derecho: 650 bolívares; Agricultura: 600 bolívares; Economía: 540 bolívares; Veterinaria: 600 bolívares; Arquitectura: 510 bolívares; Laboratorio: 300 bolívares. A esto había que agregar el pago obligatorio de los exámenes, a razón de Bs. 24 por prueba.

6- Doctorarse en la Venezuela de aquellos días, en una nación con 2.700 millones de bolívares de gastos públicos para una población de 5 millones de habitantes, era instancia tan costosa que sólo estaba al alcance de capas minoritarias de la población.

7- La novedad retrógrada de la educación universitaria pagada perseguía dos finalidades fáciles de descubrir. La primera, impedir el acceso de jóvenes de extracción popular a la formación profesional, reservándola para las capas privilegiadas de la población, y con ello, la eliminación de los elementos más revolucionarios dentro de las aulas. La segunda, crear élites profesionales sin ímpetu reformador, ganables por la tesis tan generalizada en algunos sectores capitalistas.

8- Pascual Chalbaud Cardona (Presidente del Colegio de Ingenieros): “Treinta años después de establecida la industria petrolera y cuando la producción diaria alcanzaba a 2 millones de barriles, Venezuela sólo cuenta con 26 ingenieros petroleros”.

Hoy nos encontramos con la tétrica realidad de que en nuestras universidades autónomas, por ejemplo, ni siquiera jamás enseñamos a hacer un tornillo ni a producir un lápiz, aunque hemos tenido y tenemos, eso sí, y a mucha honra, expertos en todos los niveles que publican en prestigiosas revistas “indexadas”, gringas y europeas. En verdad, pura bazofia.



[1] [1] “Venezuela, Política y Petróleo”, Rómulo Betancourt, Editorial Seix Barral, Barcelona-Caracas-México, segunda edición, 1979, pág. 734-737

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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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