Ingresar a la universidad

Aunque parece que es inevitable que existan diferencias, hay casos en que éstas son producto de la repetición de ciclos, que, a veces, tienen causas que pasan desapercibidas. Sin embargo, en otras ocasiones, no ocurre de esa manera. Tal es el caso de los que no tienen acceso a las universidades públicas. En contraste, de forma automática, otros sí pueden ingresar, como los hijos de profesores y de empleados o quienes pueden comprar el cupo, porque son muchas las piedras que suenan cuando el río corre sobre estos asuntos de ingresos no transparentes.

Con base en lo anterior, sin lugar a discusiones, algunas universidades públicas, como la UCV, se han convertido en sitios de exclusión, porque quienes ingresan no son necesariamente los más aptos sino los más favorecidos por el sistema. A pesar de eso, la solución tampoco es la prueba interna que es otra de las opciones para ingresar. A menos, por supuesto, que los estudiantes hayan pasado por un curso de preingreso que habiendo compensado en algo las deficiencias académicas, como los problemas relativos a la escritura y a la desmotivación hacia la lectura, les permita un mejor desenvolvimiento en las aulas, ya que lo difícil no es sólo entrar sino mantenerse hasta egresar.

Asimismo, no sólo los recintos universitarios del Estado son sitios de exclusión en relación al ingreso de los alumnos sino también a la admisión de los docentes, puesto que, en muchas circunstancias, más que aptitud, el favoritismo impera de modo descarado en los concursos de oposición. Ahí, con frecuencia, se simula un resultado que está sujeto más intereses personales que de tipo académico.

Son muchas las vivencias de los que se han atrevido a concursar cuando en los cargos existe personal contratado y por más que han hecho un trabajo de alto nivel, aún tratándose de ofertas públicas, no han podido ingresar. Del mismo modo, quien se revele al sistema imperante se expone a ser blanco de una guerra sucia en que la descalificación con base en la mentira es el arma letal de los que llevan años siguiendo ese comportamiento y no permiten que alguien se atreva a luchar por condiciones justas.

Entonces, ya sea por el cupo heredado o comprado, como también por el profesional que entra a la universidad para impartir clases por gozar de los favores del jurado, que después él o ella compensará con creces, las universidades públicas se han convertido en lugares en los que sólo unos privilegiados tienen acceso, y ésos no son justamente los mejores ni tampoco los más capaces. El tiempo siempre termina poniendo en claro quién es quién por más adornitos que le pongan.

Si todavía el ingreso a los recintos públicos de educación superior no es efectivo, se deben crear mesas de discusión para analizar cuáles serán las vías más equitativas para acceder a los mismos en vez de negarse a considerar una realidad tan evidente como la ya comentada.

En esa misma disertación, las carreras universitarias como los programas que se imparten deberán responder a las necesidades de la sociedad. Por ende, más que estudiar una profesión para ser un profesional, el estudiante se preguntará cómo serviré a mi país una vez graduado.

isabelrivero70@hotmail.com



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Isabel Rivero

Licenciada en Letras de la UCV. Estudios en Lingüística y Análisis del discurso. Articulista de opinión de UN de 2002 hasta 2013. En la actualidad, artìculista del Cuatro F, Ciudad Ccs y VEA .

 @isabelrivero70

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Isabel Rivero De Armas

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